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La experiencia religiosa

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En la economía de la palabra de Dios desempeña un papel de importancia central la experiencia religiosa, gracias a la cual es posible leer la vida y la historia como lugares en donde la palabra de Dios alcanza la conciencia de los hombres. Si, como se ha dicho, se entrelazan continuamente la revelación-acontecimiento y la revelación-palabra, los hechos y las palabras que manifiestan el plan de Dios, esto no ha de entenderse en un sentido material y casi automático, como si los hechos y palabras reveladores lloviesen desde fuera en la historia de los hombres y reclamasen una pura aceptación pasiva por parte de ellos.

Aunque la Escritura hable con frecuencia de intervención directa de Dios, en hechos y palabras, sabemos que existe una ley de encarnación según la cual la revelación asume en realidad y utiliza los procesos de la acción y de la reflexión humanas. Solamente por medio de la palabra interpre-tativa y de la conciencia creyente del hombre es posible percibir la presencia operante de Dios en la historia. Y esto se realiza normalmente en el contexto de la experiencia religiosa. Quiere decir esto que la manifestación de la palabra de Dios tiene lugar dentro de la compleja experiencia religiosa que lleva a la comunidad creyente -a Israel primero y a la comunidad apostólica después- a leer en su historia, guiada por el Espíritu, los signos de la presencia y de la acción de Dios. La «palabra de Dios» se percibe sólo a través de una «experiencia de Dios»..

Es tal la importancia de esta dimensión «experiencial» de la palabra de Dios que es posible formular una ley estructural básica: sin experiencia religiosa no hay comunicación ni escucha de la palabra de Dios. Y ya que esto tiene repercusiones importantes en la comprensión del acto catequético, vale la pena reflexionar sobre ello e ilustrar sus aplicaciones fundamentales.

1. Sobre el concepto de experiencia

Dentro de la reflexión, especialmente filosófica, relativa a la experiencia, conviene evocar algunos caracteres propios de su estructura de fondo. Nos interesa aquí el concepto de experiencia en su densidad antropológica y en su significado hermenéutico, esto es, en cuanto vía de acceso a la comprensión de la realidad. Y, a este respecto, hay que superar ante todo una concepción superficial según la cual, la experiencia se identifica con el tiempo transcurrido o con el conjunto de situaciones vividas o de cosas vistas. Esquemáticamente, podemos resumir así los elementos constitutivos de la experiencia en su significado antropológico:

  • a) Realidad o situación vivida. Es el carácter de inmediatez, de implicación personal, de contacto vivencial y directo con la realidad. Todos sabemos distinguir lo que es saber por experiencia de lo que se sabe de oídas, o a través del estudio, de los libros, etc.
  • b) Realidad vivida intensa y globalmente. Para no quedar en la superficie, la realidad experimentada debe ser vivida con una cierta intensidad y en forma totalizante, es decir, con vibración de toda la persona (a nivel intelectual, emotivo, operativo).
  • c) Realidad sometida a reflexión e interpretación. Es la dimensión de la profundidad, que hace que la realidad experimentada, por medio de la reflexión y del esfuerzo interpretativo, adquiera significado y valoración, sea integrada en el Contexto Vital de la existencia y confrontada con otros acontecimientos y experiencias. Solamente con este esfuerzo interpretativo, la Vivencia llega a ser Experiencia y, por ende, lección de vida, acceso a la realidad, orientación existencial.
  • d) Realidad expresa y objetivada. Es el momento de la expresión, en el que lo vivido se dice, se objetiva en formas diversas de lenguaje (palabra, gesto, rito, conducta, etc.). Téngase en cuenta que la expresión es necesaria, no sólo para poder comunicar a otros la experiencia, sino en cuanto mediación necesaria para la existencia y profundización de la experiencia misma. También aquí, como en el proceso general de la revelación, es la «palabra» la que interpreta la vida y descubre su «misterio».
  • e) Realidad transformadora. A medida que las experiencias son profundas y auténticas, las perso-nas quedan transformadas, cambiadas. Es difícil que haga verdadera experiencia quien no está dispuesto a cambiar, así como es difícil cambiar de vida, si no se viven experiencias significativas.

A la luz de este análisis, podemos representar gráficamente la experiencia como una especie de sonda que se sumerge en la realidad de la existencia y, tras el esfuerzo de reflexión e interpretación, reaparece en superficie en forma de objetivaciones o mediaciones:

expe1

2. La experiencia religiosa

Teniendo en cuenta la estructura fundamental de la experiencia humana, intentamos señalar las características propias de la experiencia religiosa en cuanto tal:

  • a) La experiencia religiosa no es propiamente experiencia de un sector particular de la realidad, sino más bien un modo particular y más profundo de vivir y captar la realidad. Por esto, la experiencia religiosa no surge necesariamente de realidades o situaciones extraordinarias de la vida, sino de la vida misma en sus situaciones fundamentales -amor, odio, lucha, esperanza, compromiso, dolor, muerte, etc.-aunque, eso sí, captadas a un nivel interpretativo más profundo y radical.
  • b) La experiencia religiosa es lectura en profundidad de lo vivido, hasta el nivel religioso del «mis-terio» y la apertura al trascendente. Se da experiencia religiosa cuando la realidad aparece en el horizonte de la totalidad (significado último, origen y fin último, etc.), en su problemática más radical (búsqueda de sentido, demanda de salvación, invocación absoluta, etc.) y como apertura a la dimensión trascendente del «totalmente Otro».
  • c) La experiencia religiosa es expresada y condensada en las diversas objetivaciones o expresiones de lo religioso: ritos, creencias, narraciones, instituciones, conductas, símbolos, etc. Estas pueden ser verbales o no verbales, sagradas o profanas, individuales o comunitarias. Desde el punto de vista de la estructura de la experiencia religiosa, las objetivaciones de lo religioso tienen un im-portante y delicado papel de mediación y de expresión, ya que deben permitir el acceso a la pro-fundidad del misterio y a la alteridad de lo trascendente.

Toda experiencia religiosa auténtica es como un iceberg, que deja ver solamente en la superficie una mínima parte de su consistencia y profundidad. De ahí que no todos los lenguajes sean capaces igualmente de expresar esta profundidad: poco apropiados son, por ejemplo, el lenguaje simplemente informativo y el racional o demostrativo; mucho más adecuados son los lenguajes de tipo evocativo o «sacramental»: la narración, el testimonio, el símbolo, la poesía, la celebración, el rito, etc.

En forma esquemática, podemos representar la experiencia religiosa con la figura ya antes ex-puesta, modificada respecto a la profundidad de la sonda, que alcanza el nivel de lo religioso, o del «misterio»:

expe2

Hay que advertir, en esta perspectiva, que las típicas manifestaciones del hecho religioso (fórmulas, narraciones, ritos, etc.) pueden ser comprendidas en profundidad solamente si se llega a captar su relación con las experiencias religiosas de las que son expresión. O dicho de otra manera: la comunicación religiosa no es del orden de la transmisión de lo factual, sino más bien de la lectura en profundidad de lo factual, por medio de la comunicación de experiencias. Por otra parte, la experiencia religiosa, dado que posee la estructura del lenguaje, puede ser comunicada y evocada, no obstante su originalidad y relativa inefabilidad. Estas consideraciones son de gran importancia en su aplicación a la catequesis, como veremos a continuación.

3. La experiencia de fe

¿Qué es lo que distingue a la experiencia religiosa cristiana? ¿Qué características presenta concretamente la experiencia de la escucha de la palabra de Dios revelada en Jesucristo y de la respuesta de fe?

Hemos evocado antes las dimensiones propias de la lectura en profundidad de la vida y de la historia presente en la revelación judeo-cristiana. Nos hallamos, por tanto, ante una experiencia religiosa muy original en sus contenidos. Pero en cuanto a la estructura formal, podemos decir que también la tradición cristiana puede ser esbozada con el esquema de toda experiencia religiosa:

expe3
  • a) La Escritura del Antiguo Testamento se presenta como la cristalización literaria de la extraordi-naria experiencia religiosa de Israel, experiencia compleja y atormentada, rica y profunda. Esta experiencia histórica ha sido el lugar de la manifestación de la palabra de Dios en su camino siempre abierto hacia la plenitud de Cristo.
  • b) El Nuevo Testamento es para nosotros el testimonio y objetivación de la excepcional y decisiva experiencia religiosa de Jesús de Nazaret y de la comunidad apostólica. En él se nos transmite, de manera insuperable, la profundidad del misterio vivido y su interpretación salvadora.
  • c) La experiencia religiosa eclesial, continuación de la de la Iglesia apostólica, queda plasmada en numerosos documentos y manifestaciones de la tradición de la Iglesia: historia, liturgia, herencia patrística y teológica, figuras de santos, magisterio pastoral, formas de espiritualidad, etc
  • d) En este cuadro, el conjunto de la experiencia bíblica desempeña un papel de fundamentación respecto a cualquier otra experiencia que quiera llamarse cristiana, en cuanto fuente obligada de interpretación y evaluación. Por otra parte, la experiencia eclesial posbíblica constituye también un punto de referencia y un lugar obligado de comunión. En este sentido, se da una experiencia de fe cristiana, en la escucha de la palabra de Dios, cuando una persona o un grupo profundiza y ex-presa su propia vida con referencia esencial a las experiencias bíblica y eclesial.

Se actúa así un proceso de identificación entre el propio itinerario experiencial y las experiencias de Cristo y de la Iglesia. Interpretar la propia vida a la luz de las experiencias fundamentales cris-tianas, adoptar una visión del mundo inspirada por tales experiencias, aceptar este proceso de identificación dinámica: he aquí la sustancia de la experiencia de fe y lo que significa existencialmente oír la palabra.

 

El autor de este texto es Emilio Alberich
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