Iniciamos el tiempo de Adviento, cuatro semanas de preparación para la fiesta de la Navidad. Miremos nuestro interior, y examinemos nuestra actuación con Dios y los hermanos...
Dios y Padre nuestro:
queremos seguir la voz del profeta Isaías: “Enderecen el camino”
y te agradecemos tu inspiración para arrepentirnos
de nuestros pasos errantes y acomodar nuestra vida a tu voluntad.
Contamos con tu ayuda y esperamos que nunca nos falte.
Es lo que te pedimos humildemente en nombre de tu hijo Jesús,
nuestro guía, nuestro Señor y nuestro hermano.
Amén.
Queremos estar atentos a lo que Dios Padre nos dice...
Escuchamos su Palabra respondiendo con nuestro silencio, nuestro canto, nuestra oración.
¿De qué me sirve la multitud de sus sacrificios?
–dice el Señor–.
Estoy harto de holocaustos de carneros,
de grasa de animales cebados;
la sangre de novillos, corderos y chivos no me agrada.
Cuando extienden las manos, cierro los ojos;
aunque multipliquen las plegarias, no los escucharé.
Sus manos están llenas de sangre. Lávense, purifíquense,
aparten de mi vista sus malas acciones.
Cesen de obrar mal, aprendan a obrar bien;
busquen el derecho, socorran al oprimido;
defiendan al huérfano, protejan a la viuda.
Entonces, vengan, y discutamos –dice el Señor–.
Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, se volverán blancos como nieve;
aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana.
Entró en Jericó y atravesó la ciudad, allí vivía un hombre llamado Zaqueo, jefe de recaudadores de impuestos y muy rico, intentaba ver quién era Jesús; pero a causa del gentío, no lo conseguía, porque era bajo de estatura. Se adelantó de una carrera y se subió a un árbol para verlo, pues iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó al sitio, alzó la vista y le dijo:
–Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa. Bajó rápidamente y lo recibió muy contento. Al verlo, murmuraban todos porque entraba a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor:
–Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y a quien haya defraudado le devolveré cuatro veces más. Jesús le dijo:
–Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también él es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo perdido.
(Lucas 19, 1-10)
Zaqueo busca ver a Jesús, tiene deseos de conocerlo pero no se atreve. Se siente pecador, por colaboracionista y quizás también por el modo de adquirir las riquezas. Jesús no lo desprecia, le llama por su nombre, lo trata incluso con cariño. Zaqueo se siente aceptado como persona, recupera la confianza en sí mismo y responde con toda su alma a la invitación de Jesús.
(silencio)Movidos por Dios Padre creador, que ha impulsado a la conversión de infinidad de personas, buscamos en nuestro corazón lo que deseamos convertir para ser más transparentes ante Jesús, y se lo presentamos.
(puede hacerse en voz alta, escrito en un papel, o de algún otro modo)
L1: Te damos gracias, Padre…
L2: Porque nos has revelado el rostro de tu Hijo Jesús y quieres hacernos a su imagen
L1: Te damos gracias, Padre…
L2: Porque nos ofreces la posibilidad de vivir plenamente, arraigados y cimentados en Él.
L1: Te damos gracias, Padre…
L2: Porque Tú has querido dárnoslo como camino y compañero fiel a nuestro lado.
L1: Te damos gracias, Padre…
L2: Porque su fidelidad y misericordia nos hacen caminar con dignidad.