Creo firmemente y lo he experimentado con mi propia vida, que hay momentos donde Dios se nos revela de una forma que no es fácil describir con palabras, donde no solo entendemos su inmensidad y esos brazos tan grandes que tiene para abrazarnos, sino que es capaz de ser totalmente tangible y dentro de esa inmensidad, volverse chiquito con nosotros. Creo, que esos momentos de encuentro cara a cara con Él dejan muy clara su presencia y sabiéndonos seres libres de elegir, acercarnos a ese amor implica camino de ida y es lugar a donde siempre volver. Si nos dejamos transformar, no son solo momentos que marcan, sino que son encuentros que nos renuevan, nos frenan, nos llenan y nos hacen mirar la vida desde otra perspectiva, desde la perspectiva del que ama y se sabe amado.
Sin embargo, somos débiles y cuando estas vivencias se van enfriando, pese a que en algún momento nos hayamos aferrado y experimentado esta certeza del amor, nos vamos volviendo bastante ciegos ante la presencia de Dios en el día a día. La rutina nos juega en contra y de forma silenciosa. Sin querer, caemos en la inercia de hacer por hacer, de no encontrar los momentos, y lo difícil que es a veces conectar con uno mismo, con lo que me rodea… y sin dudas con Dios, porque la realidad, es que esa fe también puede volverse rutina, pasiva, ajena.
En verdad, no es nada fácil hoy poder tener los pies firmes en lo que algún día fue certeza. Vivimos en medio de un mundo lleno de ruidos y donde todo avanza a gran velocidad, mientras que nosotros vamos tan distraídos e inmersos en esa falta de conciencia en el aquí y ahora, viviendo una vida no vivida, sin tiempos de ahondar, reconocer y agradecer… encontrarse con ese Dios sencillo y cercano, que estuvo en la calle, en el trabajo, en donde estudio, en un amigo, en un desconocido, en lo implícito y en lo explicito.
Nos pasamos la vida buscando estrategias para encontrar a Dios, para estar más sensibles a Su propuesta, Su Palabra, Su mano en el camino… nos llenamos de actividades pensando que en la acción se nos hará más fácil encontrarlo sin entender que solo esta no basta. El corazón, lo que pensamos, los sentidos y las manos que hacen el trabajo tienen que estar en una misma sintonía. Nos formarnos, leemos, rezamos pero sin hacer un verdadero silencio que le permitan a El hablarnos. La inmediatez nos impide tener paciencia en los procesos. Nos cuestionamos ¿qué más hace falta para sentirte cerca, Señor? pero no nos damos cuenta de que, quizás hoy, no tengamos una respuesta para esa pregunta, aunque desde la humildad puedo ponerle signos de interrogación a lo que por momentos se puede volver obvio… ¿De qué sirve tanto movimiento desde fuera, si no somos capaces de entregar el corazón? ¿Acaso no es el lugar que le doy a Dios el lugar que realmente tendrá? ¿Sirve de algo todo lo que hago por Ti, si no soy capaz de entender lo que Tú haces por mí? ¿No será que te doy por sentado y no estoy abierta a que Tu evangelio me sacuda?
Cuesta tanto escucharte, distinguir tu voz entre otras mil, pero necesito entender, ¿qué es aquello que me endurece el corazón y hace que frene ante lo que me moviliza? Vos, Señor, sos Palabra hecha vida que camina con nosotros, que golpea, abraza, contiene y sana, pero, ¿cómo hablas? ¿En qué tono? ¿Siempre hay algo nuevo que encontrar en lo escrito? Tal vez, sea hora de volver a sorprenderme, de dedicarle tiempo a lo que verdaderamente importa, darme la posibilidad de disfrutar, de dar sentido y dejar que tu voz, tu Palabra cale hondo en mi. Ser capaz de llevarlo a mi vida de una forma más comprometida, que me permita gritar lo que en mi por vos se mueve, pero sobre todo, que en mi proceder este claro ese reflejo.
A lo mejor, estas preguntas estarán siempre en mi y sé que es parte del vivir en búsqueda… pero ojalá siempre pueda tener un norte bien marcado donde este la certeza de que me estas esperando (hasta en los lugares menos pensados) con los brazos abiertos y pidiéndome que vuelva a casa. Qué lindo sería, que aunque pueda encontrarme aturdida, siempre haya oportunidad para que me susurres al corazón, para que me saques de mis comodidades, y que yo siempre pueda encontrar en Ti mi raíz y mi refugio.