En los discursos de despedida antes de su muerte, Jesús dice estas palabras significativas: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6).
Esta frase ha dado que pensar y que dialogar, no sólo a filósofos y teólogos, sino a toda clase de personas. Incluso, estas palabras llegan a mucha gente que no las entienden. Hay una fibra del corazón humano que vibra con estas palabras. Queda la cuestión sobre cómo se puede llegar a la experiencia que tuvo Juan acerca de Jesús para poder formular esta afirmación.
Juan, al transmitir esta palabra crea una realidad que ya no se puede revocar. Una palabra pronunciada es como una onda expansiva que se propaga hasta los últimos niveles del alma humana y llega a todos los ámbitos de este mundo. La palabra de Jesús nos revela el misterio de nuestra humanización.
En todas las religiones el camino es un símbolo importante de la vida hu-mana. La persona humana es un peregrino. Está siempre de camino. No debe pararse. Transitando se va transformando. El camino tiene su meta. La meta es la vida y el conocimiento. Pero los caminos hacia esta meta suelen ser muy largos y muy dificultosos. Conducen por rodeos y por sendas erróneas o estrechas, por túneles. En el desierto, Dios precedía al pueblo de Israel en el camino hacia la tierra prometida. Yahvé llevó al pueblo como un padre lleva a su hijo en todo el camino.
No obstante, el pueblo no creyó en el Señor, "que marchaba delante de ustedes para buscarles lugares donde acampar" (Deut 1,33). Asimismo, Jesús precede a los discípulos: "Voy a prepararles ese lugar" (Jn 14,2). Jesús nos precede para preparamos una morada en el cielo. Jesús es el camino que nos lleva a Dios. Quien se abandona en Jesús, así nos dice Juan, encuentra un camino hacia la vida y hacia Dios.
Sin embargo, este camino no siempre es un camino fácil, cómodo. Este camino se puede transformar, también para nosotros, en un camino de cruz, un camino en el que nuestros proyectos quedan marcados por la cruz, en los que se nos carga la cruz. A veces nuestros caminos nos conducen por muchas vueltas hasta que encontramos el centro espiritual oculto, nuestro verdadero yo y, en él, a Dios, que es el centro de nuestra vida.
Nosotros lo vemos todo como detrás de un velo. Lo real, lo auténtico, no lo llegamos a conocer. Jesús pretende para sí poder quitar el velo que oculta la realidad. Quien conoce y comprende a Jesús, ve a través del velo. Ve hasta el fondo. Reconoce la realidad tal como es delante de Dios. Entra en contacto con el origen de todo lo que existe.
Jesús también me conduce hacia mi propia verdad. Si medito las palabras de Jesús, ellas quitan el velo que yo he puesto sobre mi verdad personal para no ver su lado desagradable. Jesús me conduce hasta los abismos de mi alma y me los descubre. Jesús dice que la verdad nos hará libres. "Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; así conocerán la verdad y la verdad los hará libres" (Jn 8,31ss). Quien huye de su propia verdad se verá perseguido por el miedo de que la verdad lo alcanzará tarde o temprano, que los demás descubrirán lo que hay detrás de la fachada. En el encuentro con Jesús es imposible esconderme. Mi verdad queda de manifiesto. Pero esta verdad me hará libre. Me conducirá a la verdadera vida.
Todos deseamos la vida. Pero cada uno entiende una cosa distinta cuando habla de la vida. Para uno, vida significa: vivir muchas cosas, viajar mucho, conocer mucha gente. Para otro, vida consiste en la vitalidad, una nueva calidad de vida. Para otros, vida significa vivir intensamente el momento presente, sentir intensamente su propia realidad y la que los rodea. Jesús se autodenomina "la Vida". Afirma que él quiere saciar nuestro anhelo de vida y de vitalidad. Sólo en él experimentaremos lo que significa vida.
En el evangelio de Juan se dice: "En ella, (la Palabra) estaba la vida y la vida era la luz de los hombres" (Jn 1,4). En la primera carta de Juan, el autor afirma de Jesús: pues la vida se manifestó" (1Jn 1,2). Jesús resume su mensaje en las palabras: "Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud" (Jn 10,10). ¿Cuál es la experiencia que encierran estas palabras? Sin duda, los discípulos veían a Jesús como a un hombre que irradiaba vida. No era un predicador aburrido. En su proximidad, la vida florecía. Cuando hablaba, algo se movía en sus oyentes, algo en ellos recobraba vida. Y si se dejaban tocar por sus palabras, inmediatamente sabían lo que significa Vida. Jesús ha venido para que tengamos vida en plenitud. Vida es más que vivir muchas cosas. Sólo tenemos vida auténtica cuando la vida brota dentro de nosotros como una corriente. Y según Juan, sólo puede nacer vida en nosotros si participamos del misterio de la vida.
Revisando el camino que te toca andar. ¿A dónde vas? ¿Qué significa caminar, estar en camino?
¿Qué significa para ti Vida? ¿En qué momentos te sientes lleno de vitalidad? ¿Qué necesitas para vivir? ¿Qué es lo que te ayuda a vivir?
¿Qué es para ti la Verdad? ¿Te enfrentas con tu propia verdad o le escapas? ¿Has experimentado alguna vez que el velo se había levantado y podías contemplar simplemente lo que existe?