"En lo más profundo de la conciencia, el hombre descubre una ley que no es el que se entrega, sino que debe obedecer. Esta voz, que siempre lo llama a amar, hacer el bien y huir del mal, en el momento adecuado resuena en la intimidad del corazón: haz esto, evita este otro ... La conciencia es el núcleo más secreto y el santuario del hombre, donde está solo con Dios, cuya voz resuena en la intimidad"
(Gaudium et spes, #16).
Entonces, ¿qué es la conciencia? Es la voz de Dios en cada hombre creado a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26-27), capaz del bien y del mal. Es el criterio definitivo y definitivo para que cada persona piense, hable y actúe.
La conciencia es la voz de Dios, eco de la Palabra que resuena en la intimidad limitada y condicionada del hombre. También es un eco del Espíritu Santo, un eco reflejado por la libertad con la que cada persona está dotada, siempre condicionada por la misma condición humana. Por supuesto, para ejercer la conciencia es necesario poder decir "yo", y por lo tanto, una condición previa es que haya un espacio de libertad para este "yo". Esto, sin embargo, habla de que la conciencia tiene varios condicionamientos: la historia social, familiar, personal, las estructuras que nos dan educan, la cultura en la que estamos inmersos, las alteraciones debidas al pecado...
Es en el terreno de la conciencia que todos los humanos deben enfrentarse entre sí para caminar juntos. La conciencia es el "órgano" a resaltar para indicar la verdadera dignidad de cada hombre y mujer: un "órgano", un sentido que debe ejercitarse absolutamente, que los adultos educadores debemos acompañar testimonialmente, para dejar a las nuevas generaciones un esbozo de criticidad, de resistencia, para permitirles tomar las decisiones que tendrán que, con responsabilidad y creatividad, asumir y ejercitar.
Entonces el cristiano no olvida la realidad de la conciencia, porque es en ella que Dios puede hablar:
- Cuando lee las Escrituras, sepa que en su conciencia pueden convertirse en palabras dirigidas personalmente a él.La conciencia no es una voz que nos recuerda una ley "ya hecha", para ser aplicada mecánicamente, sino que nos pide creatividad y profecía para discernir nuevas situaciones, siempre iluminadas por el principio fundamental del amor. Por eso es inviolable, es un santuario, es el tesoro que todo ser humano ha recibido como un regalo de Dios.
Debe ayudarse a la conciencia a descubrir sus errores, debe confrontarse a sí misma, pero ninguna autoridad humana tiene derecho a callar la conciencia personal. Ninguna autoridad, ni siquiera el Papa, según la famosa frase de John Henry Newman: “Si tuviera que brindar un brindis por la religión después de un almuerzo..., entonces brindaría por el Papa. Pero primero por la conciencia y luego por el Papa".