SISTEMA PREVENTIVO Y ORATORIO, GENESIS Y RECIPROCIDAD
PERAZA Fernando, CSRFP
Introducción. Criterio de interpretación
1. “Oratorio Germinal” y “Vocación Pedagógica” en don Bosco
2. La definitiva experiencia con los muchachos callejeros de Turín desde 1841
3. Sistema Preventivo y Oratorio:
a. El espacio físico
b. Las acciones ambientales
c. Los procesos de desarrollo y organización que caracteriza la experiencia
oratoriana de don Bosco en Turín
d. La presencia de la madre
e. Los riesgos de la historia.
4. El entronque con la tradición pedagógica del cristianismo
5. Sistema y Oratorio en el contexto cultural de las pedagogías preventivas del siglo XIX
Conclusión. Memoria y Profecía
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Introducción
Don Bosco, relacionándose con sus muchachos crea Oratorio y haciendo Oratorio da forma sistémica y orgánica a su acción educativa. Las relaciones se hacen “una modalidad de encuentros y de reciprocidad pedagógica originales” y, contemporáneamente, “un conjunto orgánico de intervenciones pastorales y educativas” dentro del contexto global del Oratorio.
Éste, efectivamente es el ámbito omnicomprensivo de la pastoral “preventiva” y de la promoción integral de los muchachos que lo necesitan “todo”; el “medio cultural” en el que se llevan a cabo el encuentro, las propuestas y los procesos del sistema. Un ámbito de espontaneidad y de inmediatez relacional, que suscita formas de escucha, de aceptación empática, de acogida incondicional; de diálogo y de “familia”.
La óptica es “la preventividad” que no es otra cosa que la vigilancia previsiva de todo lo que, a tiempo, hay que evitar y de todo lo que hay que impulsar, y promover de suerte que el educando aprenda de la vida a defenderse y a desarrollar todas las potencialidades que tiene en sí mismo, como ser humano y como creyente en quien actúa vivo y palpitante el Espíritu.
La educación tiene que llegar antes de que lleguen los agentes deshumanizadores del ambiente y hagan un estrago irreparable. Lo hace ya con la sola presencia de aquel en quien el sujeto confía; lo hace concientizando, despertando y motivando las capacidades de reacción, de superación y de esperanza del joven en peligro; lo hace a través de múltiples tareas pedagógicas de crecimiento personal y social.
La síntesis armónica y complementaria de relaciones y tareas, vitales y creativas, que se suscitan y coordinan orgánicamente, casi como a la manera de un juego que enseña y capacita, entretiene e impulsa energías y posibilidades, fruto más que de la técnica, de la inventiva espontánea y oportuna, se llama Oratorio. Porque nace de un modo particular de entablar interrelaciones educativas entre las personas, en un Sistema. Son las relaciones educativas y pastorales que llegarán a alcanzar la organicidad sistemática que respondan a la vida y al momento de cada joven: esto es el Oratorio.
Es así como éste se convierte en mediación pedagógica entre el ambiente histórico-cultural, social, político y religioso, en el que viven los jóvenes, y el propio mundo, la singular sub-cultura que los caracteriza, cada vez más vulnerable a la influencia del espacio real y virtual en el que su vida gravita desde los primeros años.
Esta síntesis de Sistema y de organigrama de respuestas pastorales y pedagógicas, es la que se evidencia con singular claridad en don Bosco. Un educador, tributario, ante todo a su experiencia personal, sacerdotal y educativa, y acreedor de la persona y la vida real de los jóvenes que son la parte de su “herencia” humana y vocacional en la historia.
Criterio de interpretación
El pensamiento educativo de don Bosco, el sentido y significado de su obra, lo aclara y explica su vida, su propia experiencia. Acompañarlo a educar y a hacer oratorio, es entenderlo y entender lo original de su Sistema y de su Oratorio. En verdad su originalidad está en él mismo, en la manera como hace las cosas, en los porqués de sus conductas, de sus intuiciones, de sus criterios y de sus principios. Todo ha brotado de un corazón que tiene su propia manera de ver y de sentir las cosas, de una inteligencia emocional que capta y que penetra, de los impulsos que vienen de su interior en donde Dios mismo conduce, ilumina e impulsa su vida, y la misión a la que Él mismo lo ha llamado. Don Bosco, que se movía, ante todo por móviles de fe, llegó a tener esa certeza.
Su pasión por los jóvenes, su paciencia, su acogida, la eficacia de su presencia y de su palabra y la evidencia de amar y de ser amado, no tenían, en último término, otra explicación. Estaba hecho para ellos y ellos para él.
Es la vida toda de don Bosco la que le da a cada hecho y a cada cosa, su significado. Sus mismos escritos necesitan ser interpretados con la vida.
De hecho, históricamente, la primera y fundamental respuesta de Don Bosco a sus jóvenes es él mismo. Así lo expresa Doménico Agasso: ¿Qué trajo de inédito desde sus colinas piamontesas para revelarlo a los jóvenes? En la barriada popular de Valdocco las cosas eran muy simples y muy pobres, pero allí estaba él; estaba Don Bosco. Eso era lo que todos sabían y eso era lo que ellos buscaban. “¡Vamos a Don Bosco!”, era la frase que lo expresaba todo para ellos! Más o menos hasta el 1930, habían alguien que recordaba todavía: “Yo hablé con Don Bosco”, y había sido la experiencia más feliz de su vida.
1. “Oratorio germinal” y vocación pedagógica
“Vocación” y “Oratorio” son términos relacionados desde la infancia en la historia de Don Bosco. En verdad, cuando llegó a Turín, a los 26 años, recién ordenado presbítero, él ya traía consigo una singular experiencia educativa nacida, ante todo, del trato con su Madre en el que a Eugenio Valentini en 1957 le parecía descubrir “una de las fuentes humanas” de su inspiración pedagógica6, y luego, de la relación que tiene, con una espontaneidad y frescura originales, con sus mismos coetáneos de los sectores rurales del Monferrato. Nos lo narra él mismo en páginas de una luminosa belleza descriptiva en sus “Memorias del Oratorio”; y es él quien, así mismo, llama a aquella ingenua e intuitiva urdimbre de relaciones prematuramente pastorales y pedagógicas con sus amigos del campo:“una especie de Oratorio festivo”.
Pero, “Oratorio” suena aquí también a algo más profundo, y ante todo a un carisma, el de su vocación específica. Es, efectivamente, un don que lleva consigo, lo identifica y lo hace sujeto creador de “Sistema Preventivo” y de “Oratorio”.
Así le sigue sucediendo, luego, adolescente y joven, en la parroquia de Moncucco, en la finca de los Moglia, o en Chieri; y de la misma manera, como una pasión de bondad y de alegría, seguirá acompañándolo toda su vida en su comunicación con los jóvenes.
Entonces, es lógico deducir que Oratorio y Sistema Preventivo antes de ser instituciones y estructuras, son actitudes profundas de la persona, opciones fundamentales, modo de ser y actuar y de relacionarse. Ambos estaban ya, desde la infancia latentes en el corazón de Don Bosco, como parte del Llamamiento Divino que daba sentido cabal a existencia.
2. La experiencia definitiva: con los muchachos pobres y abandonados de Turín
Sin embargo, la novedad de la pedagogía de Don Bosco, como una elaboración pedagógica, a la vez personal y grupal, religiosa y civil, que asume progresivamente su globalidad y su diferenciación específica, empieza, y progresivamente va afirmando sus típicos valores y expresiones, en la relación educativa y pastoral que, en un proceso de continuidad, él tuvo con esa categoría de muchachos callejeros, de origen provinciano, que, en la primera parte del siglo XIX se desplazaban de sus lugares de origen en busca de trabajo, atraídos por las posibilidades que ofrecían ciudades en desarrollo industrial, como Brescia, Milán o Turín. Chicos que solos, a merced de la explotación patronal o el desempleo, se veían expuestos a graves peligros de todo orden, y de los que el mayor era sin duda el de la delincuencia. La historia y la sociología pedagógica los ha calificado como adolescentes pobres y abandonados, expuestos, por tanto a gravísimos riesgos en la vida laboral y social.
Precisamente el sacerdote Juan Cocchi viéndolos tan necesitados y, sin embargo, objeto del mayor descuido pastoral en su parroquia de la “Anunziata”, había intentado darles, un año antes que Juan Bosco comenzase su obra, una respuesta oratoriana singular en la barriada de Vanchiglia.8 Estos eran los típicos destinatarios de los Oratorios piamonteses y lombardos, que se habían incrementado en el ochocientos.
La intuición genial de los gérmenes y tendencias vocacionales de Don Bosco, tenida por José Cafasso, su maestro y confesor, lo llevó acertadamente, no bien éste hubo ingresado en el Convitto Ecclesiástico, a ponerlo de inmediato en contacto con los muchachos detenidos en los centros carcelarios. Don Bosco narra la impresión que este acontecimiento le produjo y la búsqueda que emprende en seguida de una pastoral “preventiva” especial para ellos.
Cafasso no sólo le trasmitió su experiencia en la pastoral penitenciaria, sino que se dejó involucrar en las iniciativas de Don Bosco, a tal punto que éste, en el elogio fúnebre pronunciado a la muerte del amigo sacerdote, en 1860, lo llama: “el primer catequista, e incansable promotor de nuestro Oratorio”.
3. Sistema preventivo y Oratorio
Considerado, pues, como “Sistema”, es decir como un todo ideal y práctico de convicciones y procedimientos; como “arte”, el Sistema Preventivo va adquiriendo ya su sentido orgánico y su consistencia institucional en los años subsiguientes a la Ordenación Sacerdotal de Don Bosco; pero sobre todo en la etapa de estabilización de su experiencia oratoriana en Valdocco a partir de la Pascua de Resurrección de 1846.
a.- EL ESPACIO FÍSICO
El espacio físico propio ofrecido por la propiedad de Francisco Pinardi, le permitía a Don Bosco organizar establemente su proyecto pedagógico y dar articulación progresiva a su “Sistema” de relaciones y valores educativos. Había concluido la búsqueda de un lugar en donde reunir y enseñar a los jóvenes (1841-1846). Según un “bosquejo histórico” suyo, de esos años, se trataba ahora, de congregar, como lo había hecho Jesucristo, el rebaño disperso; su incipiente grey de pequeños emigrantes, de adolescentes desplazados de los medios familiares; solos, desarraigados en el inédito ambiente urbano, a merced de contratistas e intermediarios de trabajo, y en la promiscuidad de vivienda con inescrupulosos obreros adultos, hacinados en los bordes de los canales del Dora, o errando entre la población de aprendices y vagos que invadían el mercado público de Porta Palazzo o de la zona fabril del Mosquino.
b.- ACCIONES AMBIENTALES.
Sin embargo la acción educativa de Valdocco seguía complementándose con las visitas que hacía periódicamente el santo a las cárceles, el acompañamiento a sus muchachos en los lugares de trabajo o de vivienda, y en las horas de su vagancia o de su entretención callejeras. Don Bosco convocó en su ayuda a sacerdotes del clero secular y a laicos de diversa condición social y profesional que podían prestar su servicio en bien tanto de la formación espiritual, como cultural y profesional de sus chicos. En 1850, cuando se agudizaba en forma anticlerical el fenómeno de secularización estatal y cultural impulsado por el régimen liberal en el Piamonte, Don Bosco se puede decir que absolutiza, en un difícil momento, la acción de los seglares. El proceso global desembocará, más tarde, en mayo de 1876 con la aprobación por parte de la Sede Apostólica de los Cooperadores Salesianos.
c.- LOS PROCESOS DE DESARROLLO Y ORGANIZACION que caracterizaron la primera experiencia oratoriana d Don Bosco en Turín, fueron los siguientes:
– partió de las cárceles judiciales, con las cuales el santo tuvo una relación personal, a lo menos por veinte años consecutivos, siempre con una preocupación de rescate urgente, preventivo, de los jóvenes delincuentes urbanos;
– Su acción se complementó en seguida con la búsqueda y el reencuentro con los chicos en peligro, por los suburbios, las calles y las plazas, en donde habitualmente residían, operaban y hallaban sus mayores riesgos y condicionamientos negativos, físicos y morales.
– Se orientó, contemporáneamente con la localización de los sitios más adecuados, seguros y atractivos; en donde reunirlos.
– Creaba, apenas le fuera posible grupo, familia, posibilidades de relación estable y progresiva con ellos. Así los vio la ciudadanía preocupada, adversa o temerosa, recorriendo con manadas de muchachos de diversa procedencia, los sitios más frecuentados de la urbe;
– y comienza a tener relaciones convencionales que le permitieron empezar a llevar con algunos un primer y mínimo proceso preventivo.
Todo esto, en el característico clima juvenil de tipo lúdico, festivo, catequético, litúrgico y celebrativo, que él en su, atrevimiento y en su ingenio era capaz de crearse en torno suyo, no obstante fuera evidente el fastidio y aún el rechazo social, ya que la época era propicia a ver en todas estas manifestaciones, ocultas intenciones subversivas al estilo de las de los grupos de carbonarios del Sur.
Había en todo esto un cierto aire parecido al de las jornadas festivas de las parroquias rurales que no fácilmente podían olvidar los pequeños emigrantes que habían bajado en el último invierno de Lombardía, para limpiar las chimeneas de los palacios señoriales de Turín; o que subían del Monferrato después de las ferias populares de Chieri con las que comenzaba en mes de noviembre en la comarca astigiana;
y todo esto era también, ya, en forma germinal, desde el principio, Oratorio y Sistema Preventivo. Ahí estaban las instancias, los deseos y las necesidades fundamentales de los jóvenes, latentes o en una primera fase de su expresión espontánea; y estaba toda la creatividad y la fatiga inmensa de Don Bosco y de sus colaboradores, sacerdotes y laicos comprometidos con él, desde el comienzo, en aquella que parecía por entonces una empresa imposible.
Todo se fraguó así, progresiva y orgánicamente, sobre la experiencia cotidiana, siempre desafiante y promisoria, de un sacerdote campesino constante y sufrido, pero alegre y obstinado en responder a las urgencias y aspiraciones de los muchachos. Todo implicaba particulares relaciones, métodos comunicativos, valores culturales que se proponían, se ensayaban y se iban decantando. Ahora, en Valdocco había cosas nuevas.
El patio, que era el paso de la calle al “propio espacio educativo”, alquilado por don Bosco y donde estaba la Casa Pinardi. El “patio” que era ya en sí mismo el ámbito pedagógico y pastoral por excelencia: allí podían estar los jóvenes y don Bosco a sus anchas. Podía ser además de un espacio lúdico, clase, o capilla, o sitio de reuniones, sin que dejara de ser el lugar de la relación espontánea por excelencia; del “encuentro” e el que él y ellos, se comnocían y todo podía comenzar de nuevo. Un elemento que no podrá ya faltar sin que se ponga en peligro la base originaria del sistema.
El Oratorio de San Francisco de Sales, en Valdocco, comenzó como patio e “iglesia”; y luego, como “casa” y como “escuela”; pero todo podría ser y no Oratorio. En la calle y el patio, se generaron y afianzaron, tanto el conocimiento recíproco y la relación interpersonal y grupal del Sistema, como las diversas formas de servicio pastoral y educativo del Oratorio, generadas por las múltiples exigencias de los jóvenes: la búsqueda, el encuentro, la acogida, el diálogo, el movimiento asociativo, la progresiva capa-citación de maestros, la formación de artesanos, las motivaciones “vocacionales”; luego vino, sobre ese terreno que se ampliaba, las construcciones que desde 1853 a 1876, fueron supliendo los locales de la Casa Pinardi y dando al conjunto arquitectónico el aspecto que aún conserva.
Las sucesivas construcciones albergaron los grandes dormitorios, los estudios y las aulas de clase, la cocina y los comedores, el sector de las artes y oficios, las habitaciones de don Bosco y de sus colaboradores y sus hijos, las buhardillas en donde tenían sus celdas los clérigos y cuyas ventanas se enmarcaban de la nieve en diciembre y enero; la Porciúncula, como se llamó en seguida a la Capilla de San Francisco de Sales, y en 1868, el Santuario de María Auxiliadora en cuya bendición de al primera piedra y se hicieron presentes el príncipe Amadeo de saboya, hijo de Víctor Manuel II y otros personajes de la nobleza ciudadana junto con los humildes vecinos de Valdocco y la muchachada ruidosa del Oratorio.
La primera imagen del Oratorio Festivo de don Bosco había sido la de una plaza con una iglesia parroquial. Luego, vino la “casa” para los chicos que no tenían ni familia ni casa; y vinieron las clases y los talleres, semejantes a los tallercitos para aprendices de la Ciudad. Y aquel patio e iglesia, con casa y con talleres y escuela respiró de golpe con el bullicio espontáneo de una aldea rural, sobre todo en festividades como la de San Luis o las de San Juan Bautista, que remedaban las ingenuas celebraciones campesinas a las que estaban acostumbrados los chicos. Una iglesia que el mismo arzobispo consideraba “parroquia de los muchachos”, para que funcionara del todo a su medida.
Los procesos de crecimiento fueron rápidos:
– la alfabetización, la capacitación artesanal y la enseñanza del canto y música desde 1846;
– la “casa anexa” al patio y a la Capillita Pinardi, “para muchachos completamente pobres y abandonados” a partir de 1847;
– la extensión a la capacitación de “aprendices” en talleres externos (1847-1852); y de educación escolar en los institutos privados de Carlos Bonzanino, Luis Ramello y Mateo Picco (1853-1862);
– y las etapas de educación artesanal y escolar internas, del Oratorio (1853-1862);
– el asociacionismo juvenil con las Compañías (1847-1859) y la corporación de Mutua Ayuda (1849);
– finalmente, las múltiples iniciativas artísticas y deportivas de la época; y las peregrinaciones y paseos otoñales (1846); y la publicación de lecturas po-pulares de índole educativa, cultural, religiosa y moral (1844; 1852-), etc.
Don Bosco inició su Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco, en la pascual de 1846. A los pocos días sufría la fuerte crisis de salud que puso su vida en peligro, y de la cual salió librado gracias, como él mismo lo dijo, a las oraciones y a la inmolación dolorida y esperanzada de sus pobres muchachos!
D.- LA PRESENCIA DE LA MADRE
Fue entonces, cuando el santo:
– ratificó sin titubeo alguno su voluntad de entregar por entero su vida a esos jóvenes que le había devuelto la suya llorando, esperando con una fe inocente y segura, y rezando;
– y cuando decidió invitar a su madre, Margarita Occhiena, a venir a acompañarlo en su trabajo educativo. Desde ese momento, 11 de noviembre de 1846, el Oratorio adquirió un pleno sentido de “Casa de familia” para él y sus muchachos;
– y el método educativo de don Bosco se consolidó para siempre cuando, en Valdocco, se expresó con toda plenitud, al ritmo vital de su corazón de pastor y de padre, y del corazón de Mamá Margarita, que lo había educado a él desde niño, y ahora se había vuelto también la madre y la maestra de los nuevos “hijos” que le había deparado la “casa” del Oratorio.
Nunca ésta ni cualquiera de sus múltiples obras educativas significarían nada original si carecieran del espíritu pedagógico y de la espiritualidad evangélica en los que, al calor de Valdocco, fueron engendradas.
Del Oratorio dicen las actuales Constituciones que fue “casa que acoge, parroquia que evangeliza, escuela que encamina hacia la vida, y patio donde encontrarse como amigos y pasarlo bien”; y que “al cumplir hoy nuestra misión, la experiencia de Valdocco sigue siendo criterio permanente de discernimiento y renovación de toda actividad y obra” (Const SDB, art. 40).
e. LOS RIESGOS DE LA HISTORIA
Por otra parte, el Oratorio no era una isla, no era una estructura que se encerraba en sí misma. La calle seguía siendo Oratorio, y la calle no terminaba en el Patio, se entraba la capilla y a las clases, a donde la llevara el muchacho tatuada. Todo, en una secuencia lógica, como lo hemos visto, era Oratorio. A las cárceles mismas llegaba el Oratorio, cuando llegaba Don Bosco. Los chicos recluidos sabían muy bien que ya el Oratorio les pertenecía, desde el momento en el que aceptaran la propuesta educativa del sacerdote que los tenía por amigos.
El Oratorio fue, luego, “Seminario”, cuando bajo el régimen liberal, a partir del 48, se tuvieron que cerrar los de las diócesis contaminados por intereses políticos; el arzobispo Fransoni ayudó a don Bosco en la formulación de la malla curricular de filosofía y teología de Valdocco, en donde en los veinte años siguientes estudiaron clérigos de las diócesis de Acqui, Asti, Casale, Saluzzo, Turín y Vercelli y Vigevano. Don Bosco comenzó entonces a capacitar en estudios superiores a sus mismos Salesianos, empezando por Juan Bautista Francesia, Miguel Rúa, Juan Anfosi, Celestino Durandio, Juan Bonetti y Cagliero, Francisco Cerruti, Costancio Rinaldo, José Bertello y Bartolomé Fascie, que se graduaron entre 1865 y 1878.
El Oratorio albergó desde 1862 el primer Colegio de la Congregación, aprobado oficialmente en 12 de noviembre de 1863. Así don Bosco ponía en manos de sus muchachos de siempre, pobres y humildes hijos del pueblo, un instrumento para poder acceder a los estudios universitarios; de la misma manera como en 1886, durante el Cuarto Capítulo General, el fundador y la Congregación se orientarán a las Escuelas técnico-profesionales, que darían la posibilidad también a sus artesanos de ir a los Centros que después de la reforma Casati de 1859, fue organizando a nivel universitario, con grandes dificultades, el Estado. Don Rúa en 1810, las denominará “Escuelas Profesionales Salesianas”, cuando la tardía industrialización de Italia se reafirmaba en Europa. También Miguel Rúa, a la luz de la encíclica Rerum Novarum (1891), no sólo haría propia de la Sociedad y de la Familia Salesiana la doctrina social de la Iglesia, sino que impulsaría, acogiendo el llamamiento del León XIII acerca de la instrucción y educación campesinas, los Centros Superiores de educación agrícola.
Después, Colegio y Enseñanza Profesional, desarrollando su compleja estructura científica y técnica, y extendidas, rápidamente a nivel mundial, se hicieron, como era natural esperarlo, autónomas del Oratorio, creyendo abastecerse del todo a sí mismas, y corriendo el riesgo de sacrificar a los objetivos intelectuales de la “enseñanza”, a los estrictos programas oficiales, a la disciplina reglamentaria y a la cada vez más exigente gestión administrativa, el “espíritu de familia”, la atención a la persona del educando y la riqueza de recursos pedagógicos informales de que eran acreedoras al Oratorio, encerrándose de esta manera en esquemas puramente “escolarizados” y “formales”. La Carta del 10 de mayo de 1884, escrita por don Bosco desde Roma, presentía el peligro de la “colegialización” – como absolutización de las estructuras del colegio -, que ya había hecho estragos en Valdocco y que a corto plazo podía significar la muerte del Sistema Preventivo y el olvido fatal de la época carismática de los orígenes.
“¿Sabéis que es lo que desea de vosotros este pobre anciano que ha consumido su vida por los jóvenes? Solamente, que, teniendo en cuenta los cambios de los tiempos, vuelvan a florecer los días felices del antiguo oratorio. Los días del amor y la confianza entre jóvenes y superiores; los días del espíritu de condescendencia y tolerancia mutua por amor a Jesucristo; los días de los corazones abiertos con espontaneidad y sencillez; los días del amor y de la verdadera alegría… Necesito que me consoléis dándome esta esperanza…”, escribía don Bosco al final de su carta que fue casi el final de su vida.
4. El entronque con la tradición pedagógica del cristianismo
En verdad, hablar del origen del Sistema Preventivo de Don Bosco es referirse a lo que él puso de suyo, con sus colaboradores y discípulos, dentro de la más pura tradición pedagógica que desde hacía más de un milenio, había venido afirmando ciertas constantes de orientación, de contenido y de método, inspiradas en el espíritu del Jesucristo.
Sin duda que el eje maestro, sobre el que todo lo restante se estructura es la relación educativa que crea paternidad, filiación y fraternidad; que inspira y suscita familia, que se construye con un amor paciente, oportuno y preventivo; que todo lo emprende y lo soporta por el bien del alumno; que suscita y congrega comunidad de discípulos; que tiene como punto ético básico de referencia la autenticidad de vida del maestro.
Estos son valores propios, por ejemplo, de la pedagogía paulina. En ella domina la convicción acerca del primado absoluto del amor sobre las normas, la ternura sobre el cumplimiento formal, la razón sobre la imposición arbitraria. Modelar los corazones es el objetivo profundo, y la misión del educador es una humilde mediación, atenta y solícita, entre el discípulo y la acción multiforme del Espíritu. Así el apóstol plasmó el alma de las comunidades primitivas, engendrándolas, como una madre, en el Evangelio, según gráfico texto de la primera carta a los Corintios.
Don Bosco dice, explícitamente, que todo su Sistema se apoya en estas expresiones de San Pablo: la caridad es benigna y sufrida, lo soporta todo, todo lo espera sin impaciencias ni desesperanzas; y por amor es capaz de sobrellevarlo todo.
La tradición pedagógica, cristiana, subsiguiente se mueve en medio de terminologías similares con diversas acentuaciones según uno u otro autor, una u otra escuela, monástica o pastoral: verbo y gracia, el aforismo de que “hay que hacerse amar antes que temer”, citado por Don Bosco, en los “Recuerdos Confidenciales” a sus Directores, lo usan San Agustín y San Benito en sus cartas y en su Regla.
5. Sistema preventivo y Oratorio, en el contexto cultural de las pedagogías del siglo XIX
La acción educativa de Don Bosco se inscribe, histórica y culturalmente, en medio de un conjunto de iniciativas y de opiniones sobre “la prevención”, surgidos en torno a los aspectos de la vida política, religiosa y social, después de la caída napoleónica, en la época, precisamente de la Restauración del absolutismo monárquico.
Se trataba de prevenir para que no se volvieran a producir fenómenos similares a los recientemente generados por la Revolución Francesa, extirpando, por una parte, los subyacentes fermentos revolucionarios de tipo racionalista, anticlerical, y, en el orden social, combatiendo la pobreza, la ignorancia y la mendicidad amenazantes, que convulsionaban al “basso popolo”.
Ante todo, iba preocupando cada vez más a los responsables de la administración pública, de la libre iniciativa social y a la pastoral eclesial, la situación de abandono y de hambre de niños y adolescentes que vagaban por la ciudad en búsqueda de la caridad ciudadana; o que eran objeto del abuso sexual de los soldados en los contornos de los cuarteles de la “ciudadela”; o eran negociados para la mendicidad callejera, o que habían ya llegado a la delincuencia juvenil que precisamente en esos años alcanzó dimensiones alarmantes; situaciones todas agravadas por la inmigración campesina a la ciudad de Turín, en busca de trabajo y de mejores condiciones de vida. Efectivamente, la Capital piamontesa se hallaba ya en un proceso incipiente, pero incontenible, de desarrollo preindustrial y comercial.
Un fenómeno singular era el de ese tipo de jóvenes llamados entonces “díscoli”, que desde mitad de siglo se organizaban en cuadros criminales llamados “Cocche” y sembrando el pánico, ensombrecían la vida ciudadana con su espectáculo deplorable de miseria, y hacían inseguro y riesgoso el tránsito urbano, pues burlaban a la misma autoridad policial, que, según consta en muchos informes públicos, hacía todo lo posible por extirparlos. Un factor de descomposición social que bajo el reinado de Carlos Alberto (1831-1849) preocupaba grandemente pues podía llegar a alcanzar dimensiones similares a las que tenía ya en Londres y en París.
Una de las razones de la admiración que causaba la “obra educativa” de don Bosco era que precisamente a estos sospechosos reductos sociales pertenecía el núcleo predilecto de sus “pobres muchachos”, y la capacidad que tenía su sistema para rescatarlos a una vida digna desde ese oscuro medio social en donde vivían las tragedias anónimas que los acorralaban.
Hay dos aspectos que estaban en juego y a los que Don Bosco se refiere explícitamente porque ambos quedarán también incluidos dentro de su concepto de “prevención educativa”:
– el primero consistía en ayudar oportunamente a los jóvenes que no habían tenido aún experiencias limite, a que tomasen conciencia de los peligros a los que sin duda estaban expuestos en las circunstancias en las que, aún sin presentirlo, se debatían; y reaccionaran en forma positiva y a tiempo;
– el segundo, era la atención a quienes gravitaban ya en el “espiral de la delincuencia”, aunque fuese en formas incipientes.
Aspecto que incluía
– desde todas las estrategias de la caridad para ganar los corazones fríos, endurecidos o reacios, a la confianza;
– hasta lo que hoy llamamos verdaderas terapias de saneamiento, de reeducación en valores, de potenciamiento de energías, de capacitación inmediata y eficiente para hallar formas adecuadas de trabajo y de convivencia social y educativa,
– y la posibilidad de proponer oportunas alternativas de superación y crecimiento.
Don Bosco se movía, ante todo, con prioridad absoluta, en este tipo de oportunas experiencias de rehabilitación educativa y moral. Los jovencitos víctimas de estas situaciones estaban expuestos a mayores peligros y un retardo en llegar a ellos, podría ser inútil o tardío
Según un pronunciamiento suyo en París el 28 de abril de 1883, aludiendo a la manera como, cuarenta y dos años antes, había comenzado su Oratorio y acentuando la eficacia de su Sistema, afirmaba que ésta podía comprobarse por la doble capacidad que tenía de “preservar” y, a su vez, de “rehabilitar y formar en el bien” a esos problemáticos “chicos callejeros”, y particularmente a los que lograba rescatar de las “las cárceles”.
De hecho, cuando Don Bosco comienza su labor oratoriana no hay ninguna institución benéfica que se ocupe de los jóvenes más pobres y abandonados en la Capital del Reino Sardo Piamontés. Solamente la Mendicidad Instruida, sociedad humanitaria fundada en 1743, uno de cuyos objetivos en el campo social era el de proveer a la instrucción y al trabajo de muchachos empleados como “aprendices” en talleres privados, atendía en su obra de 60 a 70 de ellos. La iniciativa del Sacerdote Juan Cocchi era un hecho aislado, y circunscrito a un sector suburbano, bien definido de la Ciudad. Su sensibilidad peculiar por los muchachos desamparados le había inspirado un Oratorio en el cual integraba los ejercicios gimnásticos con las funciones religiosas, la catequesis y el teatro.
En esa época, la mentalidad oficial del Absolutismo Monárquico era represiva y, aunque parezca paradójico, intentaba “prevenir”, reprimiendo. Una de sus políticas eran el trabajo forzado o la reclusión “correctiva”, carcelaria y hospitalaria, no sólo de los jóvenes delincuentes, sino de los mismos vagos y pordioseros. En verdad, su primer objetivo no era pedagógico, sino el de preservar la higiene y el orden social, atacando a tiempo las infecciones y enfermedades de que eran portadores y evitando que esa clase pobre y ociosa fuese involucrada en los brotes subversivos que manejaban desde la clandestinidad los conventículos en los cuales seguía fermentando la ideología democrática de la revolución francesa.
El aspecto educativo vino a unirse al de la preservación del orden social y al de la “beneficencia”, desde cuando se puso al frente de la correccional de menores la Congregación Religiosa de San Pedro in Vínculis traída en 1845 de Marsella en donde había sido fundada por el Canónigo Carlos Fissiaux. Entonces se introdujeron en las cárceles y en los reformatorios tanto los estudios elementales como un primer intento de capacitación artesanal y agrícola.
Además, en 1846, cuando San Juan Bosco se establecía en el suburbio de Valdocco, el mismo canónigo Fissaux organizó en Turín una Sociedad que se responsabilizaba de la asistencia socio-económica, religiosa y educativa, de los muchachos salidos de la Generala, una vez cumplido su tiempo de condena. Al frente de la misma estuvo un insigne economista y pedagogo, Carlos Hilarión Petiti di Roreto (1790-1850), experto en estudios sobre la primera etapa de la industrialización piamontesa y de los sistemas carcelarios europeos. Don Bosco figuraba entre los socios, con otros ciudadanos y políticos de relieve en el medio piamontés, como los hermanos Gustavo y Camilo Cavour y Roberto D’Azeglio.
Ya se nota, entonces, que, para el santo, el concepto de “prevención” ha adquirido también una dimensión no sólo personal, sino social que implicaría desde el comienzo, una más amplia movilización de fuerzas humanas y de recursos en favor de los jóvenes. Esta será luego una de sus tareas más fecundas: asociar múltiples agentes a su empresa educativa, y hacer un continuo llamamiento a la sociedad eclesial y civil sobre sus responsabilidades frente al presente y el futuro de los jóvenes.
Así se expresaba don Bosco, al respecto, en el primer texto de las Constituciones de la Sociedad de San Francisco de Sales (1858):
“En nuestro tiempo se hace más palpable esta realidad: el descuido de muchos padres de familia, la irresponsabilidad de la prensa, los esfuerzos sectarios para ganarse adeptos están haciendo ver la necesidad de unirnos para asumir la causa del Señor bajo su estandarte de suerte que se puedan preservar la fe y las buenas costumbres especialmente de aquellos jovencitos que por ser pobres se hallan expuestos a mayores peligros en todo lo que toca su salvación eterna. Esta es precisamente la finalidad que se propone la congregación de San Francisco de Sales fundada en Turín en 1841”.
Efectivamente, el análisis de su pensamiento y de la praxis con la que éste mismo se aclara y se especifica, muestra que para él la “prevención”:
– Es, ante todo, una “intencionalidad” y una “pasión” que siempre lo acompañan.
– Éstas, a su vez, generan múltiples intervenciones educativas, no sólo protectoras y asistenciales (que a las veces pueden ser de suyo, indispensables),
– sino de promoción y auto-capacitación de la persona para que afronte su futuro, en forma inteligente y adecuada, y aprenda, de la vida misma, a ser honesta, a precaverse y a superarse, a base de convicciones educativas, culturales, éticas y religiosas; y para que se inserte en forma positiva en el medio laboral y social.
Ideas y procesos que comprendían, según sus mismas expresiones, los términos de “preventividad”, de “regeneración”, de “re-educación” personal y de “salvación”; y miraban a formar al “buen cristiano”, que por ser tal fuera un “honrado ciudadano”. Más aún, en todo esto se expresaba el “espíritu” de un Sistema Educativo, de una espiritualidad y de una experiencia de caridad evangélica capaces de proponer las más altas metas de perfección cristiana a los jóvenes. Sólo así el Sistema adquiría un honesto, entusiasmante y concreto significado para él.
De este complejo quehacer educativo, fundado sobre la experiencia y la reflexión, había remarcado ya hace muchos años un estudioso, Pier Giovanni Grasso, junto con el factor de la acción del Espíritu en Don Bosco, una capacidad singular de “inteligencia práctica” y de “riesgo calculado”, de suerte que nunca se guiaba por la improvisación irresponsable en los procedimientos y en los criterios de su sistema pedagógico.
Pero la “prevención” debía ser ante todo y por sobre todo, fruto de la “pre-sencia educativa” (denominada proverbialmente “asistencia salesiana”), y por tanto de la racionalidad de la intervención pedagógica, en la cual siempre debía estar, a lo menos latente, el horizonte de trascendencia y de fe al cual la misma vocación del hombre lo ilusiona, lo impulsa y lo compromete.
La amabilidad, era el principio supremo y la estrategia metodológica, específica, del Sistema.
Por otra parte, la “Prevención” era la óptica que ponía en juego todos los criterios, el estilo, los recursos y los contenidos formativos, de suerte que viniese a ser no solamente un aspecto del Sistema, sino su misma definición y el objetivo englobante que lo inspira y que lo orienta todo.
Conclusión. Memoria y profecía
La evocación histórico-cultural y carismática de los orígenes del Sistema Preventivo, es indispensable, como acabamos de constatarlo, para entender la grandeza profética de la intuición y de las realizaciones educativas de Don Bosco y la honda raigambre de experiencias y de reflexión que lo fundamentan y que explican en gran parte el espíritu pastoral y pedagógico que lo anima y la actualidad misma del mensaje que ha legado a nuestra responsabilidad de discípulos.
Al entrar educativa y pastoralmente al mismo corazón del mundo del trabajo, Don Bosco se inserta en el proceso histórico que ha generado hoy día la cultura tecnológica. Se ha encaminado, pues decididamente hacia el futuro a través de quienes reviviendo en cada circunstancia histórica su espíritu hemos sido llamados a hacer vivo y operante su patrimonio pedagógico, cristiano, humanizador y optimista, en medio de los conflictos y las esperanzas en los que se debaten los jóvenes dentro de los diversos y muchas veces contrastantes contextos socio-culturales de nuestro cambiante mundo contemporáneo. Aquellos jóvenes para el bien de los cuales él ha pensado y ha hecho todo lo que ha hecho, y por los que ha entregado sin reservas su vida.