Las relaciones educativas que encarnan el Sistema Preventivo de Don Bosco podrían caracterizarse de la siguiente manera:
Don Bosco, hombre práctico, no se limita a proponer unos principios educativos, sino que los encarna en unas actuaciones concretas, en obras y programas educativos con los que intenta responder prácticamente a los retos que la realidad le presenta.
Este es el nivel en el que podemos y debemos ser hoy más creativos, pues la realidad juvenil ha cambiado mucho y nos lanza nuevas interpelaciones. Para ayudarnos en esta tarea es necesario tener presentes los criterios y cualidades fundamentales de las actuaciones prácticas de Don Bosco.
Importancia de un ambiente educativo en el que los jóvenes respiren los valores que se les quiere inculcar y se sientan empujados a valorarlos y vivirlos.
He aquí algunas cualidades de este ambiente:
Es lo que Don Bosco llama «asistencia».
Supone, a la vez:
salir al encuentro del joven, promoviendo con iniciativa y creatividad encuentros posi-tivos con ellos, sobre todo con los alejados;
estar entre ellos con una relación de empatía y cercanía;
proponer y animar, superando la actitud de vigilancia pasiva; descubriendo lo positivo, ayudando a desarrollarlo y fomentando el propio protagonismo;
testimoniar los valores encarnados en la vida de cada día;
prevenir y acompañar al joven en la interiorización de esos valores y convicciones;
fomentar el grupo y el compromiso.
Para Don Bosco el sistema es su persona, su inteligencia y su corazón puestos al servicio de los jóvenes y de su salvación. Y con él, el equipo de colaboradores que supo formar y aglutinar a su alrededor. Por eso, el Sistema Preventivo es fundamentalmente un educador o mejor, una comunidad educativa, que sabe encarnar sus valores y hacer camino con los jóvenes, y mediante su testimonio, su cercanía y diálogo, sus vivencias, interpelaciones y propuestas, es para ellos punto de referencia y modelo de identificación.
El educador cristiano y salesiano es un testigo del Evangelio en el mundo de la cultura y de la educación; un hombre que hace pa-sar el mensaje cristiano por su inteligencia, su corazón y sus obras, lo hace sentir a los otros como un valor e invita a acep-tarlo en la propia vida como un horizonte más amplio de sentido.
Esto exige a los educadores: ser personas maduras, unificadas, serenas y equilibradas; optimistas y alegres; capaces de relación y diálogo; que amen la vida y crean en los demás con realismo y esperanza; competentes y preparados en el campo pedagógico, cultural y evangelizador; con iniciativa y creatividad; cristianos convencidos y coherentes que traduzcan su fe en actitudes, op-ciones y estilo de vida realmente evangélicos.
Sin educadores que tiendan a realizar en sí mismos este ideal, difícilmente se podrá realizar el proyecto de Don Bosco.
Para ayudar a caminar hacia ese ideal presentamos los rasgos de un educador-tipo según el corazón de Don Bosco, contrastándolos con los de un educador que ha perdido el sentido de su vocación y se ha estancado.
El siguiente cuadro puede ayudarnos a analizar nuestro propio proceso de renovación.
— Ayudados por el cuadro anterior, valorar nuestra capacidad de incidencia educativa en las relaciones con los jóvenes.
— Tomar el proyecto educativo-pastoral de la obra en que trabajamos y ver cómo aparecen en él los elementos centrales del Sistema Preventivo.
Después, preguntarse:
- ¿Cómo los llevamos adelante?
- ¿Qué elementos influyen en positivo y en negativo tanto en las personas como en las estructuras y en las actividades?