Al final de su vida, Don Bosco declaró que todo lo que había hecho lo había iniciado por inspiración de la Virgen y lo había completado con su ayuda. No fue solo una linda frase. Releyendo la vida de Don Bosco, nos damos cuenta de que su existencia está impregnada de un profundo y sincero amor por la Virgen María.
Su amor por la Virgen tiene características específicas. Él fue testigo en la iglesia de un rostro particular de María, aquel que se encuentra en el cuadro del altar mayor de la Basílica de Turín. María es representada como una mujer fuerte y valiente que emana e infunde seguridad. Ella domina el centro de la composición sosteniendo al niño Jesús en sus brazos. La iglesia está representada a su alrededor en sus apóstoles y evangelistas; y al fondo se puede ver Turín y Valdocco, el barrio donde comenzó su servicio a los jóvenes
La espiritualidad salesiana no se entiende sin la presencia de María. Aunque con la mentalidad propia de su tiempo, Don Bosco ha intuido y expresado algunas realidades que también tienen sentido para nosotros.
Para Don Bosco, la vida fue una gran batalla, o si se quiere, una gran hazaña para construir un mundo nuevo. Alguien lo llamó el empresario de Dios. A pesar de los muchos obstáculos, realmente hizo cosas extraordinarias para los jóvenes. Sabía que estaba colaborando con Jesucristo como el único y verdadero salvador como María, que se había puesto al servicio de la causa de su Hijo. María no guardó a Jesús para ella, pero ella lo dejó ir porque ella vivió para el Padre, para la misión que le había sido confiada.
Don Bosco hablaba de María como "Auxiliadora", aquella que ayuda a los cristianos en la gran batalla de la fe y la construcción del Reino de Dios. Para él, María es la Auxiliadora cuando comenzó a dedicar su vida a los jóvenes y abrir oratorios, escuelas profesionales, colegios para jóvenes abandonados. En ese momento sintió que María estaba cerca de él, lo inspiró, lo ayudó.
En tanto no se viva por una causa, no se entenderá lo que significa la presencia fuerte y alentadora de María en la vida. María para Don Bosco participa en los grandes emprendimientos a los que ha dedicado su vida. María no es cuadro en la pared de su dormitorio o sala de juegos, sino una persona viva, que da una mano a los que "sufren" activamente por vivir sus ideales de justicia, de paz y de búsqueda de una vida mejor para todos .
María tiene que ser vista, más allá de cualquier concepción más o menos infantil, en la espiritualidad de la responsabilidad: su "sí" y su colaboración en la historia de la salvación es el gran signo de responsabilidad planteado en el tiempo para cada hombre que se siente llamado a colaborar en el Reino de Dios.
María no es solo una expresión concreta de la cercanía de Dios en la lucha por la vida, sino también un modelo, una encarnación vivida de algunos valores decisivos para nosotros hoy.
Inspirados por ella, se nos insta a concretizar un nuevo "estilo de vida" para cambiar la lógica imperante en el mundo.
¿Qué valores de María son un modelo realizado e inspirador? Mencionamos algunos de ellos: la contemplación, el servicio, la disponibilidad a Dios, la fiesta, la fidelidad.
En el camino de vuelta de Jerusalén, donde a los doce años Jesús se había reunido con los grandes expertos de la Biblia, en el cual Jesús le había dado una dura respuesta: "Tengo que vivir para la misión que el Padre me ha confiado" (Lc. 2,49), María se encuentra a sí misma pensando en las cosas que sucedieron, las medita y las conserva en su corazón, sintiendo que está enfrentando el hecho misterioso de la salvación de Dios. Vive la contemplación del Reino de Dios.
Hoy el mundo necesita contemplativos particulares, personas que viven y meditan hacia dónde va la humanidad, sobre la presencia de Dios en la historia, sobre la gran lucha contra el pecado envuelto en el mundo, sobre la responsabilidad a la que todo hombre es llamado.
En segundo lugar, María es un modelo en absoluta disponibilidad para la causa del Reino de Dios. Es el símbolo de la entrega absoluta: la Inmaculada, la que siempre ha estado enteramente del lado de Dios, al servicio de su acción salvadora en el mundo. Ella no se ha guardado nada: ha sido casta, pobre, siempre en busca de la voluntad de Dios. María es el símbolo de la disponibilidad absoluta para el bien, sin medias tintas, sin titubeos, sin contradicciones.
María, precisamente porque estaba inmaculada en el servicio absoluto de Dios, vivía al servicio del hermano: al servicio del hombre Jesús, al servicio de Isabel, al servicio de los novios sin vino, al servicio de la primera comunidad cristiana... La donación absoluta a Dios encuentra en María una indicación estimulante para nosotros: Dios se encuentra en el hombre, en el que necesita ayuda, como Isabel, que estaba esperando un hijo y estaba avanzada en años; en aquellos que no tenían esperanza como Pedro, Santiago, Juan y los otros discípulos que habían visto colapsar las expectativas puestas en Jesús. María siempre es un modelo de servicio al hombre.
María es también modelo de fiesta: la contemplación y la cercanía con los "pobres" la llevan a la gran exaltación del Magnificat (Lc. 1, 46-55): el canto de los contemplativos, el canto de los hombres que luchan por un mundo nuevo, el canto de los pobres obtendrán justicia de Dios. En un mundo donde hay necesidad de fiesta y donde uno se pregunta si es correcto celebrar en medio de tanto sufrimiento, María es testigo de una fiesta arraigada en la "compañía" que Dios hace a los pobres. Sólo en una mirada de fe, como la de María, incluso hoy podemos celebrar sin ser cínicos o ingenuos frente al peligro de la destrucción y frente a las innumerables necesidades de millones de personas.
Finalmente, María es un modelo de fidelidad. Ella nunca retrocedió aun sabiendo, como le había dicho el viejo Simeón (Lc. 2, 33-35), que una espada atravesaría su corazón. La encontramos al lado de Jesús, incluso en las sombras, durante su misión, y la encontramos con él sobre todo en el Calvario, al pie de la cruz, mientras su hijo muere. María participa en la misión de Jesús en un camino de fidelidad, de perseverancia, hasta el sufrimiento. Así María nos muestra el camino de asumir la responsabilidad por los hombres y los hijos de Dios, en el duro esfuerzo diario.