La enorme cantidad de taperas en nuestra campaña son antiguas señales de un tiempo distinto, no solo por la piedra o el terrón en la que fueron formadas, sino por el recuerdo de convivencia de sus habitantes, añorándolo con mucha nostalgia.
Al contemplar y escuchar esta realidad me ha llevado a ciertos diálogos en mi interior, conversando con Tata Dios, buscando ecos de lo que hoy la comunidad rural, de su pasado, quiere conservar y valorar.
Mira Señor a tu pueblo criollo,
Escucha sus lamentos, préstale oído a sus inquietudes,
danos sabiduría para saber lo que es de tu agrado,
soltar lo que ya no tiene sentido,
quedarnos con aquello que vale la pena seguir conservando
y haciendo nuevo todo lo que es de tu voluntad.
Que no perdamos la memoria, para traer al presente lo antiguo... lo que se ha perdido, lo que hemos descuidado, podamos dejarlo como una bella artesanía, haciendo lucir su verdadero valor ancestral.
Que no perdamos el sentido de tu presencia creadora y protectora, en medio de nuestros quehaceres domésticos y en las duras tareas de campo, reconociendo que sin ti nada podemos hacer. Como también, el jinete baqueano domando al potro bravo, no se olvide nunca de persignarse antes de montar.
Que no perdamos la devoción a tu madre, nuestra patrona de la Patria, la “Virgen de los Treinta y Tres”, que ella siga siempre abriendo los desfiles de a caballo, escoltada por los tres pabellones.
Que no perdamos nuestra identidad envueltos en medio de tantas otras, así entonces que el joven rural, estudiante en la capital, sienta orgullo de llevar su boina, calzar alpargatas y vestir la cómoda bombacha de campo.
Que sigan habiendo más y mejores oportunidades para que el joven del campo, no se tenga que ir de su entorno o, luego de prepararse afuera, pueda volver a hacer producir la tierra con lo aprendido.
Que sigan habiendo agrupaciones nativistas, que mantengan nuestras valiosas tradiciones, así como fiestas que nos ayuden a despertar aquello que la globalización ha logrado hacerlo dormitar.
Que no falten las abuelas, que enseñen a sus nietos a rezar el rosario y el “Ángel de la guarda” antes de irse a dormir.
Que no falten las comisiones de padres que cinchan duro y parejo, junto a la maestra rural, para sacar adelante la escuelita y el valioso destacamento policial.
Que nunca falten los payadores que poéticamente mantienen vivas las tradiciones, dichas con razón, brotando versos como de manantial desde su corazón.
Que nunca falte una fiesta en la estancia, sea la yerra, con muchos vecinos para ayudar, donde todos se divierten a la par, comiendo en la misma mesa, el patrón y el peón, como así el capataz.
Que nunca falten las convidadas de vecinos a vecinos, del mejor de los frutos de la faena, como de un surtido completo para aquella familia, que necesita mucho más.
Que no se pierda el valor de la palabra en un contrato, de la honradez en el trabajo bien cumplido y del patrón que pague lo que tiene que pagar.
Que no se pierdan las tardes de charlas de las comadres, bizcochitos caseros con el mate dulce o de yuyos, y si es posible, que siempre hablen bien de los demás.
Que no se pierdan las noches de purrete, de conga o de truco, pegados a la estufa, por más que ahora haya luz corriente, que no se apague al “farol de los encuentros de familia”.
Que no se pierda el respeto, que todos valgamos por igual, tanto el varón robusto como la mujer cálida y laboriosa, siempre dignos y plurales.
Que no se pierda el olorcito a la comida casera, del pirón, de la mazamorra, del charque, el gofio, el arroz con leche. Que lo hecho con cariño y dedicación, no sea menos que la etiqueta de una confitería, de no sé dónde, ni de quién.
Que no se pierda el sentido de la herramienta, que está para el trabajo mío, pero también del vecino, que la puede necesitar, que él la sabrá devolver a tiempo y en su misma calidad.
En fin, que no se pierda el brillo de las cosas, por más que no se vean, esconden siempre un tesoro, si lo sabemos valorar.
Tata Dios te damos gracias por hacernos protagonistas de tu creación, danos siempre la creatividad, para continuar dando a luz nuevas y mejores tradiciones, como así conservar todo lo bueno que otros, antes que nosotros, nos han dejado para poder disfrutar. No dejes que se pierda nuestra capacidad de memoria agradecida, nuestra valoración acertada y la genialidad de hacer de este mundo un lugar mejor para todos, donde el amor sea la mayor prioridad.