Tú eres mi Dios, te doy gracias,
Dios mío, yo te ensalzo
porque tu bondad no conoce límites,
porque eres infinitamente bueno,
porque tu misericordia es eterna.
Digamos sus hijos: ¡su misericordia es eterna!
Digamos sus elegidos: ¡su misericordia es eterna!
Digamos en nombre de todos: ¡su misericordia es eterna!
El Señor está conmigo y me auxilia en el dolor.
El Señor está conmigo, no temo en las dificultades.
El Señor está conmigo, me apoyo en Él.
Él es mi fuerza,
El es mi energía,
El es mi salvación.
La presencia del Señor es poderosa,
La presencia del Señor es excelsa,
La presencia del Señor es magnífica.
Te doy gracias porque siempre me escuchas,
Te doy gracias porque nunca me abandonas,
Te doy gracias porque eres mi salvación.
Tú me iluminas con tu Palabra,
Tú me alimentas con la Eucaristía,
Tú me guías con tus inspiraciones.
Tú eres mi Dios, te doy gracias,
Dios mío, yo te ensalzo
porque tu bondad no conoce límites,
porque eres infinitamente bueno,
que tu misericordia es eterna.
Hermanos, yo les ruego por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una ofrenda viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No vivan según los criterios de nuestra cultura actual. Por el contrario, cambien su manera de vivir y pensar, para que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Romanos 12, 1-2
Te invito a mirar lo que vayas a realizar hoy.
Pídele al Espíritu Santo que te ilumine y guíe en cada en cada una de tus actividades.
Y que María te acompañe.
Padre: me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu plan de salvación vaya adelante
en toda la humanidad y en mí.
Ilumina mi vida con la luz de Jesús:
Él no vino a ser servido, sino a servir.
Que mi vida sea como la de Él: servir,
grano de trigo que muere en el surco del mundo.
Que sea así, de verdad, Padre.
Te confío mi vida, te la doy.
Condúceme.
Envíame aquel Espíritu que movía a Jesús.
Me pongo en tus manos,
enteramente, sin reservas,
con una confianza absoluta
porque Tú eres... mi Padre. Amén