¿Cuáles son las tentaciones de los agentes pastorales? Te proponemos una aproximación y lectura pastoral de la Exhortación del Papa Francisco “La Alegría del Evangelio”, para compartir en grupos de agentes pastorales.
Mientras seguimos avanzando en la lectura de las palabras del Papa Francisco, empezamos a encontrar algunas tentaciones muy presentes pero, tal vez, difíciles de captar en su concepto. Una de ellas es la mundanidad espiritual, que ya en su propia definición nos puede resultar algo extraña. Por eso, esta vez invertiremos algunos pasos y nos tomaremos un tiempo para “estudiar” un poco más a fondo los puntos del texto de Francisco que leeremos y en algunos conceptos allí presentes. Después veremos cuánto de esto hay en nuestras prácticas pastorales habituales, para reflexionarlo, rezarlo y convertirlo.
Comenzaremos rezando con una canción y un trozo del Evangelio, que mantendremos a lo largo de los distintos encuentros que tengamos: El Dios de la vida
Mateo 28, 18 – 20: Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo
Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo».
Precisaremos detenernos a leer con atención y, si es necesario, recurrir a la ayuda de otros recursos didácticos estos numerales.
Esa será la primera tarea: leer, marcar lo que no entendemos, subrayar lo que más nos llama la atención (sea porque nos gusta o porque no estamos de acuerdo) y colorear lo que nos cuestiona personalmente (esto último lo reservaremos para más adelante). A los costados del texto del Papa encontraremos algunas citas que pueden aclarar parte del mismo.
93. La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal. Es lo que el Señor reprochaba a los fariseos: «¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios?» (Jn 5,44). Es un modo sutil de buscar «sus propios intereses y no los de Cristo Jesús» (Flp 2,21). Toma muchas formas, de acuerdo con el tipo de personas y con los estamentos en los que se enquista. Por estar relacionada con el cuidado de la apariencia, no siempre se conecta con pecados públicos, y por fuera todo parece correcto. Pero, si invadiera la Iglesia, «sería infinitamente más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral».
94. Esta mundanidad puede alimentarse especialmente de dos maneras profundamente emparentadas. Una es la fascinación del gnosticismo, una fe encerrada en el subjetivismo, donde sólo interesa una determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva el sujeto queda clausurado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos. La otra es el neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado. Es una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar. En los dos casos, ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamente. Son manifestaciones de un inmanentismo antropocéntrico. No es posible imaginar que de estas formas desvirtuadas de cristianismo pueda brotar un auténtico dinamismo evangelizador.
GNOSTICISMO: Esta corriente de pensamiento místico, subjetivista e individualista, considera que algunos pueden resguardarse en un conocimiento de Dios o experiencia espiritual íntima y superior. Queda sólo guardado a la persona, sin tener una dimensión comunitaria, y es exclusivo de algunos pocos privilegiados.
NEOPELAGIANISMO: En este caso estamos hablando de una negación de la Gracia de Dios, es decir, se promueve la confianza única e ilimitada en la voluntad del hombre para obrar bien, así como para tener un gran cambio interior (conversión) solamente por deseo y esfuerzo. Naturalmente, una confianza tan exagerada en las propias fuerzas hace soberbio al ser humano y relega a Dios.
95. Esta oscura mundanidad se manifiesta en muchas actitudes aparentemente opuestas pero con la misma pretensión de «dominar el espacio de la Iglesia». En algunos hay un cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo fiel de Dios y en las necesidades concretas de la historia. Así, la vida de la Iglesia se convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos. En otros, la misma mundanidad espiritual se esconde detrás de una fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, o en una vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos, o en un embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial. También puede traducirse en diversas formas de mostrarse a sí mismo en una densa vida social llena de salidas, reuniones, cenas, recepciones. O bien se despliega en un funcionalismo empresarial, cargado de estadísticas, planificaciones y evaluaciones, donde el principal beneficiario no es el Pueblo de Dios sino la Iglesia como organización. En todos los casos, no lleva el sello de Cristo encarnado, crucificado y resucitado, se encierra en grupos elitistas, no sale realmente a buscar a los perdidos ni a las inmensas multitudes sedientas de Cristo. Ya no hay fervor evangélico, sino el disfrute espurio de una autocomplacencia egocéntrica.
96. En este contexto, se alimenta la vanagloria de quienes se conforman con tener algún poder y prefieren ser generales de ejércitos derrotados antes que simples soldados de un escuadrón que sigue luchando. ¡Cuántas veces soñamos con planes apostólicos expansionistas, meticulosos y bien dibujados, propios de generales derrotados! Así negamos nuestra historia de Iglesia, que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa, porque todo trabajo es «sudor de nuestra frente». En cambio, nos entretenemos vanidosos hablando sobre «lo que habría que hacer» —el pecado del «habriaqueísmo»— como maestros espirituales y sabios pastorales que señalan desde afuera. Cultivamos nuestra imaginación sin límites y perdemos contacto con la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel.
97. Quien ha caído en esta mundanidad mira de arriba y de lejos, rechaza la profecía de los hermanos, descalifica a quien lo cuestione, destaca constantemente los errores ajenos y se obsesiona por la apariencia. Ha replegado la referencia del corazón al horizonte cerrado de su inmanencia y sus intereses y, como consecuencia de esto, no aprende de sus pecados ni está auténticamente abierto al perdón. Es una tremenda corrupción con apariencia de bien. Hay que evitarla poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de sí, de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres. ¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales! Esta mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios. ¡No nos dejemos robar el Evangelio!
Hemos leído este texto y ahora es el momento de compartir nuestros descubrimientos, dudas, cuestionamientos…
En pequeños grupos de a 3 podemos ir compartiendo lo marcado, subrayado y resaltado, orientados por las preguntas:
o ¿Descubro algunas de estas cosas en nuestra experiencia pastoral? ¿Cuáles?
o ¿En qué se manifiestan en nuestra comunidad?
o ¿Qué me provocan?
Haremos un listado de los mayores perjuicios que la mundanidad espiritual trae a la comunidad pastoral y nos preguntaremos:
¿Cómo ayudarnos para que personal y comunitariamente venzamos estas consecuencias de la mundanidad espiritual?
Perjuicios ----- Estrategias para combatirlas
APARIENCIA …
SOBERBIA …
INDIVIDUALISMO …
…
La Palabra de Dios llega a nosotros para transformarnos; no solo para darnos un lindo mensaje, sino para convertirnos radicalmente. En este momento de nuestra reflexión y de la vida de nuestra comunidad pastoral llega para decirnos lo siguiente
Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Romanos 12, 1-2
Teniendo en cuenta lo compartido antes y a la luz de la Palabra nos preguntamos:
¿Cuál es la mayor transformación que necesito para no caer en la mundanidad espiritual?
Plenario:
El Papa termina el capítulo que leímos diciendo: “Esta mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo…”.
Invoquemos al Espíritu cantando esta canción: SOPLA.
Junto con ella presentamos un cartel con lo escrito sobre los perjuicios y estrategias.
Y rezamos juntos la oración del Buen Humor, actitud tan cercana y necesaria para la evangelización, elaborada por Santo Tomás Moro.
Concédeme la salud del cuerpo,
Con el buen humor necesario para mantenerla.
Dame, Señor, un alma santa
que sepa aprovechar lo que es bueno y puro,
para que no se asuste ante el pecado,
sino que encuentre el modo
de poner las coas de nuevo en orden.
Concédeme un alma que no conozca
el aburrimiento, las murmuraciones,
los suspiros y los lamentos
y no permitas que sufra excesivamente
por ese ser tan dominante que se llama: YO.
Dame, Señor, el sentido del humor.
Concédeme la gracia de comprender las bromas,
Para que conozca en la vida un poco de alegría
y pueda comunicársela a los demás.
ASI SEA
Y rezamos juntos la oración del Buen Humor, actitud tan cercana y necesaria para la evangelización, elaborada por Santo Tomás Moro.
Concédeme la salud del cuerpo,
Con el buen humor necesario para mantenerla.
Dame, Señor, un alma santa
que sepa aprovechar lo que es bueno y puro,
para que no se asuste ante el pecado,
sino que encuentre el modo
de poner las coas de nuevo en orden.
Concédeme un alma que no conozca
el aburrimiento, las murmuraciones,
los suspiros y los lamentos
y no permitas que sufra excesivamente
por ese ser tan dominante que se llama: YO.
Dame, Señor, el sentido del humor.
Concédeme la gracia de comprender las bromas,
Para que conozca en la vida un poco de alegría
y pueda comunicársela a los demás.
ASI SEA