Con alegría, celebramos a María Auxiliadora, y eso es motivo de júbilo y alegría tanto para los que han crecido bien cerquita de la Virgen de Don Bosco, como para aquellos que en este día de celebración recién están empezando a descubrir un mundo nuevo.
Hoy quiero invitarte a rescatar cuatro expresiones del diálogo de María con el ángel Gabriel, en la Anunciación (Lc 1, 26-38): Algunas dichas por el ángel, otras dichas por la misma María porque de esa conversación podemos aprender mucho: allí vemos a la mujer creyente, a la mujer de carne y hueso, la que habla con Dios cara a cara, la que se muestra como es desde la sinceridad y la sencillez de la persona que respira a Dios, que sabe que está en todo momento.
“Alégrate”: es lo primero que dice el ángel a María. Es una buena noticia la que le va a trasmitir. La alegría, para nuestra forma de vivir, sabemos que es esencial. Surge de saber que Dios está con nosotros, que nuca estamos solos porque tenemos un Dios que es ternura y misericordia. Decía Don Bosco: “tristeza y melancolía, fuera de la casa mía”. Esto no quiere decir, igualmente, que no se pueda estar triste. Claro que hay momentos en los que la tristeza puede mandar en nuestro corazón. Sabe Dios perfectamente que un corazón triste es un corazón frío, que no es capaz de amar y de dar lo mejor de sí. A lo mejor hoy Dios te quiere regalar este don de la alegría verdadera porque quizás en tu corazón la tristeza está ganando terreno.
“No temas”: muchas veces las cosas que nos suceden nos pueden desconcertar, como le pasó a María. Pero el ángel enseguida le dice ese “no temas”. Muchas cosas en nuestra vida nos pueden dar miedo, pero es aquello que nos paraliza, que no nos deja avanzar, que nos da rigidez. Quizás hay algo en tu vida que hoy te está paralizando y Dios te regala estas palabras: ¡No tengas miedo! ¡Yo estoy!
“¿Cómo puede ser?”: de María aprendemos la sencillez. Ella, delante de Dios, no esconde nada, absolutamente nada. No oculta su “no entendimiento”, si bien su fe no falla. Aprendemos también a preguntarle a Dios, como un hijo o una hija, con confianza y sin vueltas. María se pone delante de Dios, siendo nada más y nada menos que ella misma delante de su creador. ¿Por qué tantas veces nos queremos ocultar hasta de Dios? Esa es la lógica del pecado, escondernos, no salir de nosotros. A lo mejor hoy, tenés alguna pregunta que hacerle a Dios, sobre algo que no entendés de tu vida, o alguna situación que estás atravesando.
“Aquí estoy”: María es la mujer disponible, siempre atenta a la palabra de Dios. Ella es la mujer capaz de hacer silencio. Pero es el más difícil porque es el silencio de corazón para poder escuchar lo que Dios tiene para decir. Ella escucha, hace silencio, y no está pensando qué responder, solo “guarda todo en su corazón” y se muestra disponible al Padre. A lo mejor, hoy en tu vida necesitas el don de la disponibilidad, que es respuesta, que es silencio habitado, que es apertura a todo lo que suceda con la confianza puesta en Dios y no en ti mismo.
Pidámosle a nuestra Madre, que, como maestra que es, nos enseñe a ponernos delante de nuestra vida así, con disponibilidad, con atención completa, con alegría de corazón, con la tranquilidad que hay un Dios que nos ama incondicionalmente y con quien podemos hablar como quien dialoga con un amigo. Un Dios de quien no me tengo que esconder, que me conoce tal y cual soy. Un Dios que es pura ternura y misericordia.
Que sigamos descubriendo en María una mujer sencilla y, al mismo tiempo, fuerte; una mujer de oración y por eso, también, con los pies bien puestos en la tierra. Que María nos siga acompañando y enseñando a ser buenos hijos e hijas. A ser buenos hermanos y hermanas… a ser genuinos y sinceros, con nosotros mismos, con los demás y, en especial, con Dios.