Es importante explorar algunas condiciones previas para la elección de la vida. Nos planteamos la pregunta: ¿cómo podemos tejer la narración de la vida? Las abuelas del pasado giraban y tejían lana para hacer buzos, gorros y bufandas. Hoy ya no aprendemos a tejer e hilar, y mucho menos a bordar. Compramos ropa y la tiramos (¡los "descartamos" en el lenguaje del Papa Francisco!). De ahí la importancia de la pregunta: ¿qué necesitamos para tomar decisiones "para la vida"?
El tema de las elecciones de vida asume el del compromiso y el del juramento. El tema del compromiso lógicamente precede al de la fidelidad, porque, en cierto sentido, solo puedo ser fiel a mi propio compromiso, es decir, a mí mismo. Pero, ¿es posible comprometer mi futuro que, en cierto modo, no me pertenece?
Todo compromiso está parcialmente condicionado, es decir, por su propia esencia no acepta condiciones ni limitaciones. Prometer algo a alguien significa: "Pase lo que pase, haré lo que prometí, es decir, cuente conmigo". Con el juramento trasciendo el presente y comprometo mi futuro. Reconozco una trascendencia fundamental en mí con respecto a momentos particulares y categóricos. Soy más que todas las experiencias, situaciones y momentos vividos.
La fidelidad presupone un compromiso y cada compromiso introduce una cierta obligación conmigo misma: debo cumplir mi palabra. Cuando hago una promesa, me presento una obligación. El compromiso incorpora un decreto de sorprendente audacia y coraje. Cuando prometo lealtad, ignoro el futuro, y esta misma ignorancia presta su juramento. El futuro adquiere un nuevo valor como proyecto que depende de mi decisión libre, más allá del momento particular en el que tomo la decisión. Si me dejara llevar por mis inclinaciones pasajeras, sería infiel a mí mismo. Existe una unidad fundamental que supera todos los estados de ánimo y esta unidad es precisamente yo: es uno y el mismo principio que exige su propia permanencia.
La lealtad es una realidad personal que se caracteriza por la obligación de permanecer en tensión consigo misma en un incesante esfuerzo de renovación. Así llegamos a una fidelidad creativa y creadora.
El tiempo se constituye en la toma de decisiones, en tener que elegir y tomar decisiones definitivas sobre uno mismo y los demás. Nadie puede escapar porque incluso aquellos que no deciden, deciden no decidir. Por lo tanto, el tiempo no es solo una intencionalidad de la conciencia, sino también una realidad moral: una decisión y un carácter definitivo. Esto le confiere una importancia fundamental al momento presente: no es un límite tenue entre el futuro y el pasado, sino el momento favorable y oportuno de la decisión definitiva, un auténtico kairós. El tiempo me convierte en lo que soy ahora entre el futuro y el pasado: con el tiempo viene la finalidad y, por lo tanto, mi ser.
Finalmente llegamos a un tema fundamental: la relación entre libertad y gracia. Es cierto que la condición necesaria para elegir la vida es la libertad humana, pero también es cierto que existe una condición previa: la gracia.
La elección de la vida no es otra cosa que un regalo recibido de otra persona, no es autodirigido sino destinado a otros. La elección de la vida es ex-céntrica, porque se desenfoca de uno mismo y conduce a los demás. La libertad no es una afirmación de uno mismo, sino una respuesta a una llamada misteriosa, que llamamos gracia, un regalo del cual emana una simulación secreta de autorrealización. La gracia es una donación que requiere una respuesta personal, una elección: aceptarla o rechazarla.
El regalo no es simplemente una transferencia de una persona a otra de un objeto dado, en realidad expresa algo muy diferente: cada regalo es siempre un regalo de uno mismo ... El darse a sí mismo pone en juego las categorías que se refieren al intersubjetividad: es un acto en el que me comprometo ante un tu: "Te doy esto", mientras que en el caso de las elecciones de vida significa decir: "Me entrego a otras personas, a una causa, a una misión".
El don de uno mismo constituye una prolongación del yo dado a ti. Esta donación es una decisión existencial, es un compromiso de amistad y amor. La generosidad es el alma del don.
El regalo fundamental que hemos recibido es la vida, es decir, la posibilidad de la autocreación y la autodestrucción personal, como respuesta a una llamada, como expresión de generosidad que se encarna en mi estar en el mundo
Hablar de una opción para toda la vida es hablar de un desafío real. Precisamente porque desconocemos el futuro, aunque podemos anticipar, es necesario tener el coraje de hacer una apuesta. La dinámica de la apuesta nos lleva al juego y al coraje de asumir riesgos.
Finalmente, elegir una opción es adoptar un estilo de vida, con sus valores y sus principios, con sus reglas y posibilidades. Nadie podrá crear un sistema totalmente nuevo, pero se adherirá a un carisma recibido, a un grupo, a una sociedad.
Necesitamos desmontar (de-construir) las representaciones de los defensores del desastre, que en los jóvenes solo ven cosas negativas. "Los jóvenes no son una naturaleza, sino una historia". Son nativos digitales, siempre vagando en el continente digital, siempre en movimiento, vagando y buscando nuevas formas, "trotamundos" en la intemperie de las instituciones y en la "desafección" de las prácticas religiosas, pero abiertos a experiencias espirituales y en busca de una nuevo sentido en su caminar
Los "creyentes errantes" necesitan compañeros en el camino, que no es más que un peregrinaje a la felicidad, a la vida plena, a los demás, a Dios ... El camino ya ofrece la certeza de lo que se busca, el camino es espacio para el discernimiento, para encontrarse con Dios, huella divina en el corazón humano, metáfora de la vida que pasa, experiencia de estar siempre en movimiento, siempre buscando algo o mejor. Alguien que nos trasciende.