Descubrir en la propia vida luces y signos de santidad para buscar cómo potenciarlos.
Se proyectan imágenes sugestivas y simbólicas, mientras se oye de fondo la canción "Bendita tu luz" de Maná.
Puede ser que no se quieran proyectar y, en tal caso, habrá que disponer de imágenes impresas para colocar en una mesa o cartelera.
Es importante que haya un número grande de imágenes (más de 60).
A cada participante se le pide que elija una o do imágenes según la siguiente consigna:
¿Cuáles te hablan de santidad? ¿Por qué?
Luego se compartirá en plenario.Tu vida cotidiana está llena de momentos de luz, de claroscuros y de oscuridad. Vamos a hacer presente esos lugares...
Se guía el trabajo, personal pero ubicados en una ronda común, de esta manera:
1) Hacemos una lista de unas 20 o 30 respuestas breves (uno o dos términos) a la pregunta ¿QUIÉN SOY YO? Procuramos responder no desde la cabeza sino desde el corazón, recogiendo en nuestra lista todo lo positivo y negativo que va saliendo.
2) Después de darnos un tiempo de “recreo” retomamos nuestra lista, procurando agregar nuevos rasgos, positivos y negativos.
3) Todo lo negativo que aparece en la lista no pertenece al ser soñado por Dios para nosotros, no somos eso, por más que esté presente históricamente en nosotros.
4) Todo lo positivo que hemos anotado forma parte de la RIQUEZA DE SER que Dios nos confió. Recorramos la lista de los positivo, dando gracias a Dios por sus dones.
5) Seleccionamos, luego, los tres rasgos con los que más nos identificamos, los que sentimos más nuestros. Evitemos los términos muy amplios (p. ej., “amor”), o muy parecidos.
En grupos de a 3 o 4
¿Qué me generó este momento?
¿Descubrí algo nuevo de mí, o surgió algo que me sorprendió?
Ese núcleo de ser que hemos ubicado, nos acerca al fondo del alma, a la fuente interior que nos vuelve fecundos y da sentido a nuestra vida.
Opciones: en cada opción significativa que hemos tomado, hemos ido expresando nuestro ser profundo. Hagamos el ejercicio de listar las opciones más significativas que he tomado en mi vida (3 ó 4). Frente a cada una de esas opciones me pregunto:
¿qué buscaba al tomar esa opción?
¿Qué de mi ser profundo se manifestaba en ella?
Acciones: Hago otra lista con las 4 o 5 acciones que más me gustan, con las que más me identifico. Frente a cada acción me pregunto:
¿qué de mi ser profundo se expresa en esas acciones?
Una vez dado un tiempo prudencial se invita a leer en pequeños grupos este texto, que es un extracto del mensaje del Rector Mayor, Ángel Fernández, para el año 2019, llamado "La santidad también para ti".
Vivir ‘la vida de cada día’ como lugar de encuentro con Dios
El corazón salesiano, que nos distingue como familia carismática, se caracteriza porque desde la fe se concibe la vida de un modo positivo, y el día a día se entiende como lugar del encuentro con Dios. Tal lugar pasa a través de una realidad llena de relaciones, trabajo, alegría y distensión, vida de familia, desarrollo de las propias capacidades, donación, servicio…, vivido todo ello a la luz de Dios. Y esto se concreta, de modo sencillo, en una convicción muy salesiana que nos viene del mismo Don Bosco: para ser santo hay que hacer bien lo que se debe hacer.
Es la propuesta de santidad en la vida cotidiana. Si Teresa de Ávila encuentra la santidad entre los ‘pucheros’, y Francisco de Sales quiere mostrar que el cristiano puede ser santo viviendo en el mundo, en medio de los quehaceres de la vida y sus preocupaciones, Don Bosco crea en sus muchachos en Valdocco una verdadera escuela de santidad, con la sencillez de la alegría, del deber cumplido, y de vivirlo todo por amor al Señor.
Ser personas y comunidades de oración
La santidad es el don más grande que podemos ofrecer a los jóvenes, y añado más: los jóvenes de hoy, los muchachos y muchachas y sus familias, necesitan del testimonio de nuestras vidas, y esta santidad sencilla será el regalo más valioso que les podamos ofrecer, como ya he dicho. Pero este camino no se recorre sin profundidad de vida, sin una fe auténtica y sin la oración como expresión de esa fe. «No creo en la santidad sin oración» (GE 147), nos dice el Papa Francisco. No es posible nada de esto sin la intimidad con Jesús el Señor: Oración de agradecimiento, expresión de una memoria agradecida; oración de súplica, expresión de un corazón que confía en Dios; oración de intercesión, expresión de amor fraterno; oración de adoración, expresión de reconocimiento al Dios que nos transciende; oración de meditación de la Palabra, expresión de un corazón dócil y obediente; plegaria eucarística, fuente y culmen del camino de santidad.
Testimoniar la comunión
Del camino de santidad se hace experiencia juntos, y el camino de la santidad es un camino vivido en comunidad y se alcanza juntos. Los santos siempre están juntos, en compañía. Donde hay uno, se encuentran siempre otros. La santidad de lo cotidiano hace florecer la comunión y es un generador relacional. Nos hacemos santos juntos. La santidad no es posible aisladamente y Dios no nos salva aisladamente, y «por eso nadie se salva solo, como individuo aislado» (GE 6). La santidad se nutre de relaciones, de confianza, de comunión porque la espiritualidad cristiana es esencialmente comunitaria, eclesial, profundamente diversificada, muy lejana de una visión elitista y de heroísmo de la santidad.
Por el contrario, no hay santidad cristiana allí donde se olvida la comunión con los demás y la búsqueda del rostro del otro, allí donde se olvida la fraternidad y la ternura.
Comprender que la vida de cada uno es Misión
El Papa hace una invitación a entender la totalidad de la propia vida como una misión. Cuando una persona se pregunta acerca del sentido de su vida, y por qué está aquí, cuando se pregunta, a veces en las situaciones más difíciles o duras, para qué y a quién sirve la vida que tengo, o cuál es mi aportación a este mundo, se está preguntando acerca de cuál puede ser su misión. Y a la luz de esta mirada resulta que «para un cristiano no es posible pensar en la propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad» (GE 19), dando siempre lo mejor de sí mismo en este empeño.
Buscar la sencillez de las Bienaventuranzas, que no es igual que facilidad
Jesús nos ha ofrecido, en la propuesta de las Bienaventuranzas, un verdadero camino de santidad. Las Bienaventuranzas «son como el carnet de identidad del cristiano» (GE 63).
En ellas se nos propone un modo de vida en el que se hacen procesos que van desde la pobreza de corazón, que es también austeridad de vida, al reaccionar con humilde mansedumbre en un mundo donde se pelea fácilmente por cualquier cosa. Desde el coraje de dejarse traspasar por el dolor de los demás y sentir compasión, al buscar con verdadera hambre y sed la justicia mientras otros se reparten el pastel de la vida, que consiguen por medio de las injusticias, la corrupción y los abusos de poder.
Las Bienaventuranzas llevan al cristiano a pasar del mirar al actuar con misericordia, que significa ayudar a los demás y también perdonar; llevan a conservar un corazón limpio de todo lo que ensucia el amor hacia Dios y hacia el prójimo. La propuesta de Jesús pide de nosotros sembrar paz y justicia y construir puentes entre las personas. Nos pide también aceptar las incomprensiones, las falsedades dichas sobre uno mismo, y, en definitiva, todas las formas de persecución, hasta las más sutiles que hoy existen.
Crecer con pequeños gestos (GE 16)
Es otro indicador sencillo, práctico y al alcance de todos. Dios nos llama a la santidad por medio de los pequeños gestos, por medio de las cosas sencillas, aquellas que sin duda podemos descubrir en otros y hacer realidad en nosotros mismos en el día a día. Enriquecido además por el hecho de que el camino de santidad no es ni único, ni el mismo para todos, y se hace camino de santidad en la propia condición de hombre y de mujer. En este sentido la delicadeza femenina, la finura de los pequeños detalles y gestos es un ejemplo magnífico para todos. Por eso el mismo Papa dice: «Quiero destacar que el genio femenino también se manifiesta en estilos femeninos de santidad, indispensables para reflejar la santidad de Dios en este mundo y… me interesa recordar a tantas mujeres desconocidas u olvidadas quienes, cada una a su modo, han sostenido y transformado familias y comunidades con la potencia de su testimonio» (GE 12).
Todo, excepto renunciar a volar cuando ¡hemos nacido para las cumbres!
Son muchos los pequeños pasos que nos pueden ayudar a hacer camino en la santidad, esa santidad cristiana sencilla, anónima pero que va modelando nuestras vidas de un modo bello. Como digo, todo puede ayudar, todo excepto renunciar al vuelo cuando ¡hemos nacido para las cumbres!, pues somos «elegidos de Dios, santos, amados» (Col 3,12).
A partir de lo leído compartimos en grupos:
¿Qué necesito transformar de mí mismo para que la santidad cotidiana sea una realidad?
¿Cuáles son las acciones concretas en las que puedo hacer brillar mi luz?
¿Con qué o con quiénes contás para ponerte en el camino la santidad?
Luego cada uno escribirá algunas palabras significativas en un sol de cartón o papel que se les repatirá…
Con la canción Bendita la luz (Maná) vamos presentando nuestros soles.
Damos un tiempo de silencio para leer el evangelio
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.
Mateo 5, 14-16