Hoy vivimos tan conectados, a todas horas, a través de mil aparatos y dispositivos, que resulta difícil recordar otra época en la que no estábamos constantemente enganchados –y distraídos–.
Imagínate como un nudo en una red. Vinculado a tantas personas, a tantos lugares, a un incensante flujo de informaciones, noticias… Tuiteamos, reproducimos en Facebook los artículos que nos gustan. Leemos, escuchamos, recibimos todo tipo de estímulos. Pero a veces hay que frenar, desconectarse por un rato, para conectarse a lo esencial.
Estamos en medio de todo. En medio de un torbellino de noticias e informaciones. Hoy sabemos lo que ocurre al día. Seguro que hoy mismo has leído prensa, te has asomado a sucesos de varios países, has podido leer las opiniones de gente de más de un continente.
De alguna manera, cada uno de nosotros es como una esponja en ese mar de información. Absorbiendo datos, imágenes, recuerdos… que hoy son actualidad urgente y mañana serán ya algo olvidado. ¿No tiene algo de aterrador? ¿Te sientes a veces así, un poco saturado de tanto?
Por eso a veces hace falta frenar. Tomar el timón. Aislarse. Ponerse casi, casi en modo burbuja. Pero no para alejarse de todo, sino para aprender a escuchar, en el silencio. Para reconectarse con lo que de verdad nos llena, nos llega, nos alienta.
Contigo, Señor, tu evangelio y tus promesas. Con tus palabras que ponen sentido en medio del caos de voces y mensajes. ¿Qué crees tú que te puede aportar a ti el silencio?
Silencio lleno
Decir el silencio,
¿es posible sin romperlo?
Hoy el silencio
es naranja y vespertino,
con el mar.
En el cuerpo
escuecen las heridas en paz,
y el cansancio no tiene fibras ni terrores.
Ni la oración anda febril
estirando las palabras
para que encierren toda la vida.
¿Será esta calma,
la entrega de todo lo sufrido,
la apertura al agua de la vida
entrando por los poros,
la confianza sin estridencias,
los deseos sumergidos en tu abrazo,
la ansiedad de mi futuro
rendida a tus ritmos y sorpresas?
Benjamín González Buelta, sj
Tomado de Pastoralsj.org