Un episodio para cada semana del Adviento.
La vida de María es una vida de espera…
¿Qué esperaba esta muchacha de una remota aldea de Israel?
Lo mismo que esperaban todas las muchachas de su edad y de su época: enamorarse, construir una familia junto a su esposo, vivir la maternidad… Pero también esperaba la promesa del Dios de sus antepasados de vivir liberados, en un reino de paz, justicia y prosperidad.La jovencita María de Nazaret se pregunta por la esperanza: ¿Había esperanza también en aquel lugar?
¿Tenemos esperanza hoy en nuestro lugar?
Desde sus deseos y esperanzas cotidianas María debe conciliar su voluntad con la de los demás e, incluso, con la de Dios.
Esta propuesta de trabajo para preparar Adviento estará basada en la experiencia existencial de María.
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1) Después de haber visto este breve video… ¿Qué fue lo que más intranquilizó a María en aquel momento de su vida?
¿Qué le dio motivos de esperanza?
2) ¿Cómo logras conciliar tus expectativas con aquello que los otros, el entorno y Dios te piden?
De cara a un nuevo adviento, inmersos en las intranquilidades de este tiempo… ¿qué cosas concretas podrás
vivir para dar sentido y visibilidad a la esperanza del nacimiento de Jesús?
3) Podemos iluminar todo esto con la reflexión de Benedicto XVI (Spe Salvi, 35):
Toda actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto. Lo es ante todo en el sentido de que así tratamos de llevar adelante nuestras esperanzas, más grandes o más pequeñas; solucionar éste o aquel otro cometido importante para el porvenir de nuestra vida: colaborar con nuestro esfuerzo para que el mundo llegue a ser un poco más luminoso y humano, y se abran así también las puertas hacia el futuro. Pero el esfuerzo cotidiano por continuar nuestra vida y por el futuro de todos nos cansa o se convierte en fanatismo, si no está iluminado por la luz de aquella esperanza más grande que no puede ser destruida ni siquiera por frustraciones en lo pequeño ni por el fracaso en los acontecimientos de importancia histórica. Si no podemos esperar más de lo que es efectivamente posible en cada momento y de lo que podemos esperar que las autoridades políticas y económicas nos ofrezcan, nuestra vida se ve abocada muy pronto a quedar sin esperanza. Es importante sin embargo saber que yo todavía puedo esperar, aunque aparentemente ya no tenga nada más que esperar para mi vida o para el momento histórico que estoy viviendo. Sólo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor y que, gracias al cual, tienen para él sentido e importancia, sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar.
4) Leamos el siguiente pasaje del profeta Isaías (63,7-9; 64,4-5.8):
Voy a recordar la misericordia del Señor, las alabanzas del Señor: todo lo que hizo por nosotros el Señor,
sus muchos beneficios a la casa de Israel, lo que hizo con su compasión y su gran misericordia.
Él dijo: Son mi pueblo, hijos que no engañarán.
Él fue su salvador en el peligro: no fue un mensajero ni un enviado, él en persona los salvó,
por su amor y su clemencia los rescató, y los liberó y los llevó siempre en brazos en todos los peligros.
Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios fuera de ti que hiciera tanto por el que espera en él.
Sales al encuentro del que practica gozosamente la justicia y tiene presentes tus caminos.
Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.
Por ti, por tu « sí », la esperanza de milenios debía hacerse realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la grandeza de esta misión y has dicho « sí »: « Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra »
Ahora María se pone en camino.
Su profunda fe y aceptación de la voluntad de Dios, que no está libre de dudas y temores, la mueven a ir junto a su prima para compartir sus inquietudes y sus alegrías. La maternidad de una estéril no era el signo que María hubiera deseado, pero fue la prueba que le fue concedida: el prójimo que nos necesita es, siempre que se quiera vivir la propia vocación como María, la verificación de nuestra voluntad de obediencia a Dios.
¿Por qué me eligió a mí, que no soy nada…? Esta pregunta resuena profunda y constantemente en el corazón de María. Sus preocupaciones cotidianas también le pesan: ¿cómo decirle a José lo que está viviendo? ¿cómo crecer en amor a él?
Sin embargo, la esperanza no deja lugar a la quietud y María se hace servidora y compañera de Isabel.
El tiempo de Adviento es una oportunidad más que interesante para indagar y convertirnos según esta dimensión actuante y solidaria de la esperanza. En definitiva, todo se transforma en amor.
Miremos este video que narra el camino de María…
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1) ¿Cómo te imaginas que vive María esta primera etapa de la espera del Mesías que lleva consigo?
¿Por qué habrá querido ir a lo de su prima? ¿Qué encuentra allí?
2) Acerquémonos al siguiente texto iluminador de Benedicto XVI:
En cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y el padecer; de ahí se difunde en cada sufrimiento el consuelo del amor participado de Dios y así aparece la estrella de la esperanza. Ciertamente, en nuestras penas y pruebas menores siempre necesitamos también nuestras grandes o pequeñas esperanzas: una visita afable, la cura de las heridas internas y externas, la solución positiva de una crisis, etc. También estos tipos de esperanza pueden ser suficientes en las pruebas más o menos pequeñas. Pero en las pruebas verdaderamente graves, en las cuales tengo que tomar mi decisión definitiva de anteponer la verdad al bienestar, a la carrera, a la posesión, es necesaria la verdadera certeza, la gran esperanza. (Spe Salvi, 39)
3) La esperanza cristiana es siempre operativa, siempre nos mueve a hacer algo.
En este adviento:
• ¿Sientes la conversión que nace en ti del Niño que va creciendo, al igual que lo vivía María?
• ¿Cuál es el camino al que te invita Dios – como lo hizo con María – a recorrer en estas semanas de espera de Jesús?
• ¿Cuáles son las pequeñas visitas, soluciones y consuelos que puedes dar a los otros, con rostros bien concretos?
4) Para dar gracias al Señor por sus maravillas y por engendrar la esperanza y el amor en nuestro corazón, hacemos nuestras las palabras de María en el Magnificat:
«Mi alma canta la grandeza del Señor,
mi espíritu festeja a Dios mi salvador,
porque se ha fijado en la humildad de su sirvienta
y en adelante me felicitarán todas las generaciones.
Porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí,
su nombre es santo.
Su misericordia con sus fieles se extiende
de generación en generación.
Despliega la fuerza de su brazo,
dispersa a los soberbios en sus planes,
derriba del trono a los poderosos
y eleva a los humildes,
colma de bienes a los hambrientos
y despide vacíos a los ricos.
Socorre a Israel, su siervo,
recordando la lealtad,
prometida a nuestros antepasados,
en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.»
María se quedó con ella tres meses y después se volvió a casa. (Lucas 1, 46-56)
María regresa a su hogar en Nazaret. Después de acompañar a su prima en su embarazo y parto, ¿con qué se encontrará?
No es fácil para esta joven muchacha tener que afrontar el «qué dirán» o las sospechas de engaño. Es más, María está poniendo en juego su propia vida. Sin embargo, se dirá a si misma que hay razones más grandes para su hijo que el miedo.
En este nuevo camino que emprenderá en Nazaret, los últimos meses de su embarazo, encuentra en José, su prometido, la presencia cercana, justa y protectora del Padre: Aquel que la invitó a ser la mamá de su Hijo le regala la compañía de un esposo protector y amable. Juntos, la espera se convierte en alegre compañía, y se va gestando el hogar donde recibir a su hijo amado.
En Adviento tenemos la oportunidad de ser acompañados por la mano cercana de Dios, que cuida y perdona, y se nos manifiesta con personas cercanas a quienes recurrir y a quienes cuidar.
Miremos este breve video (tomado de la película «El Nacimiento») para revivir aquel tiempo de espera y esperanza…
si no se ve el video puede descargarse https://www.dropbox.com/s/1iipsl4srqgt9ib/Adviento3.wmv?dl=0
1.¿Cómo resuena en ti, en tu experiencia cristiana, esta relación de compañía, compromiso y amor entre María y José? ¿Qué es lo que más te impacta de cada uno de ellos? (Se puede leer el evangelio de Mateo 1, 18-24)
2.Leamos este fragmento del Magisterio de la Iglesia:
«Cuando María, poco después de la anunciación, se dirigió a la casa de Zacarías para visitar a su pariente Isabel, mientras la saludaba oyó las palabras pronunciadas por Isabel «llena de Espíritu Santo» (Lc 1, 41). Además de las palabras relacionadas con el saludo del ángel en la anunciación, Isabel dijo: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1, 45).
Ahora, al comienzo de esta peregrinación, la fe de María se encuentra con la fe de José. Si Isabel dijo de la Madre del Redentor: «Feliz la que ha creído», en cierto sentido se puede aplicar esta bienaventuranza a José, porque él respondió afirmativamente a la Palabra de Dios, cuando le fue transmitida en aquel momento decisivo. En honor a la verdad, José no respondió al «anuncio» del ángel como María; pero hizo como le había ordenado el ángel del Señor y tomó consigo a su esposa. Lo que él hizo es genuina «obediencia de la fe» .
Se puede decir que lo que hizo José le unió en modo particularísimo a la fe de María. Aceptó como verdad proveniente de Dios lo que ella ya había aceptado en la anunciación.» (Redemptoris custos, 4 y 5. Exhortación apostólica de Juan Pablo II, 1989)
3.Para este Adviento:
La espera se va acumulando y convirtiendo en ansiedad y tensión. María y José están de camino y el momento del nacimiento es inminente.
Mucho sabemos sobre sus dificultades para encontrar alojamiento, de la cerrazón de tantos corazones para dar lugar a un pobre muchacha embarazada y a punto de dar a luz. Hoy ya no importa tanto eso (salvo para no replicarlo con nuestros hermanos). Lo que importa ahora es que ¡llegó el momento del nacimiento! Ese Niño, fruto del amor infinito de Dios, que tuvo su lugar en este mundo gracias a la fe de María y de José, está por nacer, frágil y necesitado de todos los cuidados.
Ese Niño es la esperanza de la humanidad. Pero, ¿dónde lo encontraremos? Son tantas y tan confusas las señales que descubrimos en nuestro camino…
Mientras meditamos esta pregunta, miremos este breve video (tomado de la película «El Nacimiento») para intentar hacer memoria de aquel momento sublime y hermoso del nacimiento de Jesús.
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