Tejer la narración de la vida
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noviembre 2, 2018
Para evangelizar con fidelidad siempre hemos buscado respetar celosamente la Palabra de Jesús. Con el paso del tiempo, nos hemos dado cuenta que también es necesario respetar celosamente el estilo de Jesús, a la hora de comunicar la Buena Nueva. El contenido y el estilo de comunicación son como las dos caras de una misma moneda.
Visto así, necesitamos contemplar la práctica pedagógica de Jesús, meditar sobre sus actitudes de Maestro y dejarnos convertir por su estilo de comunicación pedagógica, porque eso también es parte de la Buena Nueva.
El mismo mensaje de Jesús y con su mismo estilo
Sin duda el gesto pedagógico más fecundo de Jesús fue dar su vida para testimoniar su Mensaje. Podríamos decir que el amor es el criterio pedagógico absoluto de la práctica de Jesús. Junto a esto, vale la pena contemplar algunas expresiones particulares de este amor, en la pedagogía de Jesús:
Un trato singular.
La pedagogía tradicional nos ha acostumbrado al trato uniforme, a la ley de a todos por igual, a la poca o ninguna sensibilidad por las diferencias individuales, etc. En Lc. 21,1-4, Jesús se detiene a calibrar la diferencia entre la ofrenda de la viuda y la de los ricos que la precedieron. En elocuentes cuatro versículos, se recoge todo el peso del trato diferenciado, singular, y respetuoso de las características y los contextos personales.
Una relación confirmatoria.
El sentido fundamental de la comunicación humana es ofrecernos mutuamente la certeza de existir. Necesitamos que los otros nos confirmen para saber que estamos vivos. La soledad y el completo aislamiento rápidamente desorganizan emocionalmente a las personas.
El encuentro con Jesús siempre fue una experiencia profundamente confirmatoria para quienes se acercaban a El o para aquellos a quienes El se acercaba. Una de esas experiencias se recoge en Lc 19,1-10, donde se relata el impacto vital que le provocó a Zaqueo el hecho que Jesús lo mirara. Lo sacó de su aislamiento, lo reintegró a la sociedad, llenó los anhelos de su alma y todo eso, cambió profundamente su vida.
Una comunicación experiencial.
La Buena Nueva de Jesús es sobre todo una experiencia que se vive, por tanto, se transmite mejor experiencial que argumentativamente. Cuando los discípulos de Juan vinieron a preguntarle a Jesús si era él, el que tenía que venir o había que esperar a otro, Jesús respondió experiencialmente y les pidió que fueran a contarle a Juan lo que habían " visto y oído".
El evangelio de Jesús no es un sistema de pensamiento, es un modo de vivir, que se testimonia más que argumenta. Esto exige una pedagogía coherente, una pedagogía experiencial.
Con la libertad del Maestro.
Un verdadero maestro es alguien que posee libertad interior, su estima no depende de la opinión ajena, no está buscando quedar bien y sobre todo, se detiene en lo importante y no en lo accidental. En muchos momentos vemos a Jesús mostrarse profundamente libre. Uno de esos momentos está relatado en Lc. 12,1-8, donde nos enseña que el hombre es dueño del sábado y nos advierte el peligro de rígidos ritualismos que confunden lo importante.
Con perspectiva totalizadora.
Muchas veces aparece Jesús sanando indistintamente el cuerpo o el alma. Explícitamente señala que da lo mismo decir "vete, tus pecados te son perdonados", que decir "levántate, toma tu camilla y anda" (Mc. 2,1-12).
Nuestra cultura ha tenido un gran desarrollo de la especialización. Para esto, todo lo hemos separado, dividido y compartamentalizado, con lo cual hemos olvidado que el Espíritu es uno, y que desde una perspectiva totalizadora nos comprendemos mejor que desde las separaciones parcializantes.
Lo que hemos aprendido de Jesús: una pedagogía pastoral.
Con la inspiración de la práctica de Jesús podemos decir que la formación evangelizadora se realiza con una pedagogía pastoral, cuyas principales notas características son:
Suscitar relaciones comunitarias.
La salvación que Jesús nos viene anunciar consiste en la construcción progresiva en el tiempo de una comunión definitiva de los hombres y mujeres con Dios, y de los hombres y mujeres entre sí. La evangelización inaugura relaciones fraternas que se viven en comunidad.
Con un estilo testimonial de comunicación.
El mensaje del amor de Dios se comunica amando, siendo coherentes en el mensaje que se anuncia con el modo de anunciarlo.
Compartiendo y reelaborando las experiencias de vida.
Las experiencias cotidianas son el núcleo central de una evangelización en profundidad. Se trata de partir de las experiencias personales y resignificarlas con la perspectiva de la fe. Esto no constituye solamente un proceso de percepciones intelectuales, no son sólo procesos cognitivos.
En nuestras experiencias de vida están en juego nuestra identidad, autoestima, sentimientos, emociones, etc., como también nuestras capacidades intelectuales y de acción.
Con un ritmo progresivo
El respeto a los procesos personales, a la gradualidad del cambio, a las conciencias y convicciones personales, es una medida del amor.
En relaciones participativas
La participación es una experiencia profundamente confirmatoria, así como la autocracia es profundamente desconfirmatoria. Se trata de promover y acoger el aporte de cada uno, respetando la experiencia y el contexto desde el cual cada uno habla, confiando en la capacidad de todos de hacer procesos de crecimiento.
El ministerio de formar a los jóvenes – Ana María Diaz – ISPAJ/Julio 2001