A la oración de recogimiento podemos llegar por nosotros mismos, con un trabajo perseverante. Hay tres medios que ayudan a alcanzar este objetivo:
1. Imaginar a Dios en la oración con la ayuda de alguna imagen, pues aunque no siempre le podemos sentir, podemos imaginarle cuando lo deseemos.
2. Entregarse totalmente al Señor, ofrecer nuestra voluntad a la suya, dejarnos atrapar por Él, porque Él desea nuestro consentimiento.
3. Tomar conciencia de su presencia durante todo el día; ir a todas las ocupaciones con Él.
Siempre que te pongas a orar, toma una posición corporal correcta: cabeza y tronco erguidos. Asegura una buena respiración. Relaja tensiones y nervios, suelta recuerdos e imágenes, haz vacío y silencio. Concéntrate. Ponte en presencia de Dios, invoca al Espíritu Santo y comienza a orar. Son suficientes cuatro o cinco minutos. Esto, cuando estés normalmente sereno.
Relajación corporal. Tranquilo, concentrado, suelta uno por uno los brazos y piernas sintiendo cómo se liberan las energías. Suelta los hombros de la misma manera. Suelta los músculos de la cara y de la frente. Afloja los ojos, mientras los mantienes cerrados. Suelta los músculos de l cuello y de la nuca balanceando la cabeza hacia adelante y hacia atrás, y girándola en todas dirección con tranquilidad y concentración, sintiendo cómo se relajan los músculos. Para esto, unos diez minutos.
Relajación mental. Muy tranquilo y concentrado, comienza a repetir la palabra «paz» en voz suave (de ser posible en la fase expiratoria de la respiración) sintiendo cómo la sensación sedante de paz va inundando primero el cerebro; y después recorre ordenadamente todo el organismo en cuanto vas pronunciando la palabra «paz» y vas inundando todo en una sensación deliciosa y profunda de paz.
Concentración. Con tranquilidad, percibe el movimiento de tu respiración, muy concetrado, unos cinco minutos. Después, ponte tranquilo, quieto y atento; capta y suelta todos los ruidos, lejanos, próximos, fuertes o suaves. Unos cinco minutos.
Respiración. Ponte tranquilo y relajado. Siguiendo los que haces con atención, inspira por la nariz lentamente hasta llenar bien los pulmones, y espira por la boca entreabierta y la nariz, hasta expulsar completamente el aire. Una respiración tranquila, lenta y profunda. Utiliza estos ejercicios con libertad y flexibilidad en cuanto al tiempo y oportunidad. Al principio, quizás, no sentirás efectos sensibles. Paulatinamente, irás mejorando.