Cuando recibí la invitación para el ciclo de charlas sobre política en el CML , en seguida me dije: “ahí tengo que estar!”. Porque si bien ya tuve participación en elecciones pasadas, este año particularmente me sentí muy inclinada a compartir con otros jóvenes sobre ideologías, percepciones y propuestas que giran en torno a la política partidaria. A su vez, al estudiar en bachillerato y en la universidad contenidos afines a las ciencias de la salud, fueron contadas las oportunidades académicas que se me presentaron para dialogar sobre asuntos políticos y sociológicos de interés.
En estas instancias pude quedarme con algunas claves para poder mirar la realidad y desde allí orientar mi discernimiento para un voto consciente y responsable. Reafirmé la idea de que estos y tantos otros encuentros donde se da lugar a la pluralidad ideológica y política, a repensar y tener una mirada crítica sobre la realidad, fortalecen la democracia porque se valora lo diverso. Se apuesta a la construcción de una “casa común”- el Uruguay - enriquecida por diferentes puntos de vista y opiniones. En un tiempo donde ciertas ideologías nublan las miradas más humanas y se alejan de la realidad concreta, donde la fragmentación social y la indiferencia calan más hondo, es urgente la participación activa de hombres y mujeres que se comprometan desde su lugar en la unidad y convivencia. Y es aquí donde encuentro más urgente la participación nuestra...la Iglesia! Vos y yo, que con fe convencida tenemos que optar por la construcción del Reino. Si, tenemos, y sin ánimos de ser determinista, creo que en estos tiempos no hay lugar para cristianos indiferentes, que por falta de interés en la política no se den el espacio para considerar el rol fundamental de la misma en la vida cotidiana de las personas, especialmente de los sectores más vulnerables.
“Si un cristiano no es revolucionario en estos tiempos, no es cristiano” dijo el Papa Francisco. Un lugar para la revolución es la política, esa que podemos ejercer todos en tanto seres políticos, con la capacidad para opinar, optar y manifestarse en la vida pública y social. Siempre teniendo como horizonte la justicia y el bien común. Ojalá que como cristianos revolucionarios, con Jesús como modelo, podamos alzar nuestra voz para anunciar y denunciar todo aquello que colabore u obstaculice respectivamente la construcción de un país más humano.