Generar un espacio de silencio e interioridad para revisar la propia vida y descubrir el amor de Dios Padre que siempre nos quiere encontrar amorosamente en la reconciliación.
¿Cómo me miro yo a mí mismo? ¿Qué me digo? ¿Cuáles son mis sentimientos para conmigo?
¿Cómo miro habitualmente a las demás personas?
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Personalmente: El padre:¿Qué sentimientos tiene ante su hijo menor y qué los provoca? ¿De qué manera expresa su amor?
Ahora pensá en ti mismo:¿Sabemos perdonar al que nos ofende? ¿De qué manera? ¿Hay alguien que necesita tu perdón?
El hijo menor:¿Cómo regresa a la casa del padre? ¿Qué siente al ver cómo lo recibe su padre?
Ahora pensá en ti mismo:¿Por qué es importante pedir perdón cuando ofendo o lastimo a alguien? ¿Cómo buscas el perdón después de haber ofendido a alguna persona o a Dios?
Compartimos algo en plenario
Una de las maneras más cómodas de justificarnos es etiquetarnos y así tenemos la excusa para no cambiar: “perdón, pero es que yo soy así”. Que es la forma educada de decir: “disculpa, pero no me interesa cambiar”.
El yo soy así no es una excusa, sino un agravante; si uno sabe lo que es, está mejor situado que otros para corregirse. Si uno sabe cómo es, razón de más para que no se lo perdone y se corrija.
Todos estamos condicionados por diversos factores: hereditarios, sociales, personales, educativos…todo conlleva un ramillete de virtudes y defectos. Educar es potenciar las virtudes y eliminar -al menos reducir- los defectos. Cuando renunciamos a la lucha con el consabido yo soy así, estamos estorbando el pleno desarrollo de la personalidad y de la dicha de vivir.
Hay en todas las almas -en todas- grandes poderes dormidos, cualidades estimables que podemos abortar con el yo soy así. Pero estos dones se atrofian con defectos que pudieron y debieron corregirse fácilmente con un ligero control sobre nosotros mismos.
Es una pena observar cuánto bien queda muerto antes incluso de haber nacido, bajo la losa de la disculpa simplona y cómoda: yo soy así y no lo puedo remediar. Yo soy así no es inmutable. Sólo los animales están regidos por una ley de fatal instinto. Para la persona humana no debe existir el estancamiento en nada. Ni en lo físico, ni en lo sentimental, ni en lo moral, ni en el conjunto de las cualidades humanas, porque en todo momento el hombre puede liberarse de ataduras molestas, de costumbres esclavizantes, de pensamientos erróneos, de la ofensa a los demás.
Dios quiere contar con nuestra capacidad de reflexionar para que le regalemos nuestro esfuerzo para ser mejores, de una manera que nos convenza a nosotros mismos por parecernos razonable y conveniente. Dios Padre nos invita a volver a Él, que nos ama profundamente, y olvidarse para siempre de todo aquello que pudo haber ofendido o lastimado a alguien. Esto es el PERDÓN, que se puede vivir en el sacramento de la Reconciliación. Lo importante no es el pecado o lo malo, sino la oportunidad para mejorar aquello en lo que estoy arrepentido de hacer hecho, y la alegría de poder encontrarnos nuevamente con Dios y con nuestros hermanos. El perdón de Dios es para siempre, o sea, que ya no tendrá en cuenta los pecados nunca más. Este es el gran regalo que Él nos hace en la reconciliación.
Preguntas que me ayudan a revisar mi vida, lo bueno y lo que quiero cambiar.
¿Por qué tengo ganas de agradecer?
¿Qué cosas considero que he hecho mal conmigo, con los demás, con Dios y de las que me arrepiento?
¿Cuáles son mis cosas buenas que quiero potenciar?
¿Cuáles son las debilidades personales que quisiera cambiar?
Se escucha la canción: Acuérdate de agradecer
Acuérdate cada día de agradecer por esta luz;
Acuérdate cada día de agradecer por el aire,
Por los sonidos y la lluvia y el rocio;
Acuérdate de agradecer.
Acuérdate de tu familia y al compartir un nuevo pan,
Agradezcan estar unidos y por amarse aun más.
Y por su hogar y cada gesto compartido
Acuérdate de agradecer.
Acuérdate de tus amigos y de aquel que no querés
Acuérdate del conocido y del que no conocés.
Aunque no te den una mano, una palabra,
Acuérdate de agradecer.
Ahora unamos nuestras manos y una vez mas agradecer
Al que ilumina nuestras vidas y nos ha dado el poder
De ver las flores y los pájaros cantando,
Y de aprender a agradecer.
Acuérdate de agradecer
Explicar brevemente en qué consiste la celebración del sacramento.
¿Cómo lo celebramos?
Cuéntale al sacerdote, que te animará -de parte de Dios- a darle gracias por lo bueno que has hecho con su ayuda… y a mejorar en lo que no es tan bueno.
Primero, damos gracias a Dios por todo lo que hemos hecho bien y ello nos hace pensar que Él está satisfecho con nosotros porque nos siente cada vez más cercanos.
Segundo, confesamos ante Dios Padre y le pedimos perdón por lo que estamos arrepentidos de haber hecho mal.