Brindar un tiempo y un espacio que ayude al asombro, al recogimiento y a la oración, desde algunas preguntas y cuestionamientos sobre la vocación personal como vida para los demás.
Cuando cada joven ingresa se le entrega un puñado de esas semillas a cada uno para que luego podamos ponerlo en el recipiente. Con esto estaríamos simbolizando lo que cada uno trae consigo.
Este gesto se hará mientras escuchamos la canción El barro que amo (Eduardo Meana).
Se ilumina con la lectura de 2 Cor. 4, 6-7: Llevamos este tesoro en vasijas de barro
La invitación de este retiro será redescubrir y ordenar esto que somos.
Hacemos un listado de 20 o 30 respuestas muy breves (una o dos palabras) a la pregunta quién soy yo, recogiendo en nuestra lista todo lo positivo y negativo que va saliendo.
Descanso un ratito. Puedo caminar rezando.
Luego retomamos la lista procurando agregar nuevos rasgos positivos y negativos.
Todo lo negativo que aparece en la lista es lo FEO que no queremos ser. Todo lo positivo es lo BELLO, la riqueza de ser que Dios nos confió. Seleccionamos los tres rasgos con los que más nos identificamos, los que sentimos más nuestros, los que manifiestan en nosotros la belleza de Dios.
P. ej. Jesús respondió a esa pregunta con tres sustantivos: camino, verdad y vida.
Los de Don Bosco: juventud, corazón, educación.
Nos damos otro ratito de descanso interior. Puedo escuchar una canción que me inspire o simplemente quedarme en silencio. Vamos a verificar que esos rasgos de belleza que Dios me regaló sean tales.
¿Cómo?
Hago una lista con las opciones más significativas que he tomado en mi vida (3 o 4): ¿qué buscaba al tomar esa opción? ¿Qué rasgos de mi belleza se manifestaban en ellas?
Luego hago otra lista con las acciones que más me gustan, con las que más me identifico: ¿Qué de mi belleza se expresa en esas acciones?
Finalmente…
Estos rasgos de mi belleza tienen una historia. ¿En dónde encuentro que tienen su raíz?
Estos rasgos de mi belleza son aquello en lo que nos parecemos a Dios.
Te invitamos a elaborar una pequeña oración, tipo mantra, que integre estos elementos, así la podés rezar varias veces al día.
Aporte de los guías del retiro:
Sin plena confianza en Dios es difícil desarrollar nuestra belleza para los demás. Por eso, es bueno recordar estas cosas:Nos juntamos de a 3, intentando integrarnos para compartir...
Al contemplar tu persona desde esta perspectiva:
- ¿Qué es lo que te causó más admiración?
-¿Cuáles son los rasgos de belleza que descubriste?
- ¿Qué virtudes son las que los demás me hacen descubrir?
Los plasmamos en algunas hojitas para luego llevar a la vasija.
Lectura de un aporte: Cristo Vive, 283-287, del Papa Francisco
En mayo de 2019 el Papa Francisco escribió un documento dirigido a los jóvenes que se llama Cristo vive.
Es un documento largo pero de muy linda lectura. Aquí te proponemos leer solo unos numerales, los que tienen que ver con la vocación y el sentido de la vida. Además, en muchos pasajes, parecen las palabras de un abuelo a sus nietos, diciéndole esas palabras que nacen del corazón de su experiencia.
Al leerlo (con pausa, atención y corazón, no hay ningún apuro) te invitamos a que hagas subrayados y, sobre todo, anotes todo lo que te sirve para tus búsquedas.
283. Una expresión del discernimiento es el empeño por reconocer la propia vocación. Es una tarea que requiere espacios de soledad y silencio, porque se trata de una decisión muy personal que otros no pueden tomar por uno: «Si bien el Señor nos habla de modos muy variados en medio de nuestro trabajo, a través de los demás, y en todo momento, no es posible prescindir del silencio de la oración detenida para percibir mejor ese lenguaje, para interpretar el significado real de las inspiraciones que creímos recibir, para calmar las ansiedades y recomponer el conjunto de la propia existencia a la luz de Dios». El llamado del Amigo
284. Este silencio no es una forma de aislamiento, porque «hay que recordar que el discernimiento orante requiere partir de una disposición a escuchar: al Señor, a los demás, a la realidad misma que siempre nos desafía de maneras nuevas. Sólo quien está dispuesto a escuchar tiene la libertad para renunciar a su propio punto de vista parcial o insuficiente […]. Así está realmente disponible para acoger un llamado que rompe sus seguridades pero que lo lleva a una vida mejor, porque no basta que todo vaya bien, que todo esté tranquilo. Dios puede estar ofreciendo algo más, y en nuestra distracción cómoda no lo reconocemos».
285. Cuando se trata de discernir la propia vocación, es necesario hacerse varias preguntas. No hay que empezar preguntándose dónde se podría ganar más dinero, o dónde se podría obtener más fama y prestigio social, pero tampoco conviene comenzar preguntándose qué tareas le darían más placer a uno. Para no equivocarse hay que empezar desde otro lugar, y preguntarse: ¿me conozco a mí mismo, más allá de las apariencias o de mis sensaciones?, ¿conozco lo que alegra o entristece mi corazón?, ¿cuáles son mis fortalezas y mis debilidades? Inmediatamente siguen otras preguntas: ¿cómo puedo servir mejor y ser más útil al mundo y a la Iglesia?, ¿cuál es mi lugar en esta tierra?, ¿qué podría ofrecer yo a la sociedad? Luego siguen otras muy realistas: ¿tengo las capacidades necesarias para prestar ese servicio?, o ¿podría adquirirlas y desarrollarlas?
286. Estas preguntas tienen que situarse no tanto en relación con uno mismo y sus inclinaciones, sino con los otros, frente a ellos, de manera que el discernimiento plantee la propia vida en referencia a los demás. Por eso quiero recordar cuál es la gran pregunta: «Muchas veces, en la vida, perdemos tiempo preguntándonos: “Pero, ¿quién soy yo?”. Y tú puedes preguntarte quién eres y pasar toda una vida buscando quién eres. Pero pregúntate: “¿Para quién soy yo?”». Eres para Dios, sin duda. Pero Él quiso que seas también para los demás, y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para otros.
En un momento de nuestra jornada de retiro nos fuimos preguntando ¿quién soy yo?
Ahora toca hacer compromiso de vida ese cuestionamiento preguntándonos ¿para quién soy yo?
¿Te animás a comenzar un esbozo de respuesta a esta pregunta?
Puede ser con una carta a ti mismo para leer en 20 años, o una carta a alguien que no me conoce.
¿Cómo afecta todo lo anterior a mi compromiso animador?
¿Qué le agrega a tu espíritu animador?
¿Qué palabras les dirías a tus compañeros de animación para que “embellezcan” su tarea?
Sintetícenlo en una frase para escribir en un papelógrafo.
Con la misma canción del inicio:
Cada uno deposita en la vasija las hojitas en las que escribió sus rasgos de belleza
Se lee y puede comentarse el evangelio con el episodio del joven rico: Mc 10, 17-22