Una espiritualidad inspirada en la humildad lleva a la madurez de una personalidad que no se complace en hacerse artificialmente pequeña ni se comporta como quien pide disculpas por haber venido al mundo. La humildad lleva al conocimiento de la realidad interior, al estado de serenidad, a la interpretación de las cosas con sentido del humor. Y el humor hace presentir que todo es posible en nosotros porque estamos formados del barro de la tierra. El humor es reconciliación con nuestra condición humana, con nuestra terrenalidad y limitación. La persona capaz de contemplar sus defectos con una sonrisa, y la que se sabe enredada en la ligaduras de la materia, está en el camino del humor. Ambas distinguen agudamente la imperfección del mundo pero no con amargura, desprecio, desesperación o protesta. Aman, a pesar de todo, la belleza de este mundo, profundamente convencidos de que incluso en lo imperfecto reina alguna manera el orden. El humos crece en la imperfección de lo creado y llega a su máximo esplendor en el amor del mundo. Conoce las cosas pequeñas y las grandes,tiene suficiente libertad para no irritarse por lo pequeño. Sería una falta incalificable contra la fe pensar que los errores y enredos de los hombres pueden perturbar el gran orden del mundo en su conjunto. No se pueden exagerar las cosas. Sólo así es posible responder a los dones del cielo de la manera que el mismo cielo quiere: con paz, con serenidad, con fe en el resultado final.
Una espiritualidad inspirada en la humildad lleva a la madurez de una personalidad que no se complace en hacerse artificialmente pequeña ni se comporta como quien pide disculpas por haber venido al mundo. La humildad lleva al conocimiento de la realidad interior, al estado de serenidad, a la interpretación de las cosas con sentido del humor. Y el humor hace presentir que todo es posible en nosotros porque estamos formados del barro de la tierra. El humor es reconciliación con nuestra condición humana, con nuestra terrenalidad y limitación.
La persona capaz de contemplar sus defectos con una sonrisa, y la que se sabe enredada en la ligaduras de la materia, está en el camino del humor. Ambas distinguen agudamente la imperfección del mundo pero no con amargura, desprecio, desesperación o protesta. Aman, a pesar de todo, la belleza de este mundo, profundamente convencidos de que incluso en lo imperfecto reina alguna manera el orden. El humos crece en la imperfección de lo creado y llega a su máximo esplendor en el amor del mundo. Conoce las cosas pequeñas y las grandes,tiene suficiente libertad para no irritarse por lo pequeño. Sería una falta incalificable contra la fe pensar que los errores y enredos de los hombres pueden perturbar el gran orden del mundo en su conjunto. No se pueden exagerar las cosas. Sólo así es posible responder a los dones del cielo de la manera que el mismo cielo quiere: con paz, con serenidad, con fe en el resultado final.
Porque, en definitiva, el humor no es cosa de carácter sino de fe. El humor sabe decir sí a su destino consciente de que «la nada humana está sostenida por el todo de Dios e impreganada de su amor». Los conceptos fundamentales del humor: libertad, mesura, totalidad, juego, son también aspiraciones profundas del hombre religioso. Nadie puede vivir de Dios sin liberarse de las cosas en cuanto individualidades para vivir la totalidad, sin reconocer la medida y orden de cada cosa, sin realizar su existencia concebida como un alegre fluir del Creados de todo.