COMIENZA EL ENCUENTRO CON UN CANTO: “Sé como el grano de trigo”.
LUEGO SE PROCLAMA EL EVANGELIO
Mientras comía con sus discípulos, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo». Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios». Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Mc 14, 22-26
EL ANIMADOR COMPARTE ESTAS PALABRAS:
Jesús nos ha dejado la oración del Padrenuestro para alimentar nuestra vida de seguidores, pero sobre todo nos ha mandado celebrar una cena en su memoria. En ella, sus seguidores nos alimentamos de él, comulgamos con su entrega total al servicio del Reino de Dios, y reavivamos nuestra esperanza en el reencuentro con él.
COMPARTIMOS EN PEQUEÑOS GRUPOS
• Una cena especial. ¿Por qué celebra Jesús esta cena solemne? ¿Cuál es su intención?
• Invitación de Jesús. “Tomen y coman…” “Tomen y beban…” ¿Qué sientes al escuchar esta invitación? ¿A qué te sientes invitado?
• La entrega de Jesús. Él nos dice: “mi sangre será derramada por muchos…” ¿Qué sientes ante estas palabras?
• Compartir el pan y el cáliz. Todos comparten un mismo pan y una misma copa. ¿Qué significado le encuentras a este gesto?
• La misa actual. ¿Te ayuda a revivir la cena del Señor? ¿Qué es lo que más te alimenta en esa celebración?
EN FORMA PERSONAL O GRUPAL SE LEE EL SIGUIENTE APORTE Y SE COMPARTEN AQUELLAS COSAS QUE LLAMAN LA ATENCIÓN O QUE INTERPELAN MÁS LA VIDA.
Jesús sabe que sus horas están contadas. Sin embargo no piensa en ocultarse o huir. Lo que hace es organizar una cena especial de despedida con sus amigos más cercanos. Es un momento grave y delicado para él y para sus discípulos: lo quiere vivir en toda su hondura. Es una decisión pensada.
Consciente de la inminencia de su muerte, necesita compartir con los suyos su confianza total en el Padre incluso en esta hora. Los quiere preparar para un golpe tan duro; su ejecución no les tiene que hundir en la tristeza o la desesperación. Tienen que compartir juntos los interrogantes que se despiertan en todos ellos: ¿qué va a ser del reino de Dios sin Jesús? ¿Qué deben hacer sus seguidores? ¿Dónde van a alimentar en adelante su esperanza en la venida del reino de Dios?
Probablemente, Jesús peregrinó hasta Jerusalén para celebrar la Pascua con sus discípulos, pero no pudo llevar a cabo su deseo, pues fue detenido y ajusticiado antes de que llegara esa noche. Sin embargo sí le dio tiempo para celebrar una cena de despedida.
Dos sentimientos invaden a Jesús. Primero, la certeza de su muerte inminente; no lo puede evitar: aquella es la última copa que va a compartir con los suyos; todos lo saben: no hay que hacerse ilusiones. Al mismo tiempo, su confianza inquebrantable en el reino de Dios, al que ha dedicado su vida entera. Habla con claridad: «les aseguro: ya no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que lo beba, nuevo, en el reino de Dios». La muerte está próxima. Pero su muerte no ha de destruir la esperanza de nadie. Dios no se echará atrás. Movido por esta convicción, Jesús se dispone a animar la cena contagiando a sus discípulos su esperanza.
Comienza la comida siguiendo la costumbre judía: se pone en pie, toma en sus manos pan y pronuncia, en nombre de todos, una bendición a Dios, a la que todos responden diciendo «amén». Luego rompe el pan y va distribuyendo un trozo a cada uno. Todos conocen aquel gesto. Al recibir aquel pan, todos se sentían unidos entre sí y con Dios. Pero aquella noche, Jesús añade unas palabras que le dan un contenido nuevo e insólito a su gesto. Mientras les distribuye el pan les va diciendo estas palabras: «Esto es mi cuerpo. Yo soy este pan. Mírenme en estos trozos entregándome hasta el final, para hacerles llegar la bendición del reino de Dios».
¿Qué sintieron aquellos hombres y mujeres cuando escucharon por vez primera estas palabras de Jesús?
Aquella noche Jesús cambia el rito e invita a sus discípulos a que todos beban de una única copa: ¡la suya! Todos comparten esa «copa de salvación» bendecida por Jesús. En esa copa que se va pasando y ofreciendo a todos, Jesús ve algo «nuevo» y peculiar que quiere explicar: «Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre. Mi muerte abrirá un futuro nuevo para ustedes y para todos». Jesús no piensa solo en sus discípulos más cercanos.
Con estos gestos proféticos de la entrega del pan y del vino, compartidos por todos, Jesús convierte aquella cena de despedida en una gran acción sacramental, la más importante de su vida, la que mejor resume su servicio al reino de Dios, la que quiere dejar grabada para siempre en sus seguidores.. El pan y la copa de vino les evocará antes que nada la fiesta final del reino de Dios; la entrega de ese pan a cada uno y la participación en la misma copa les traerá a la memoria la entrega total de Jesús. «Por ustedes»: estas palabras resumen bien lo que ha sido su vida al servicio de los pobres, los enfermos, los pecadores, los despreciados, las oprimidas, todos los necesitados...
Así fue la despedida de Jesús, que quedó grabada para siempre en las comunidades cristianas. Sus seguidores no quedarán huérfanos; la comunión con él no quedará rota por su muerte; se mantendrá hasta que un día beban todos juntos la copa de «vino nuevo» en el reino de Dios. No sentirán el vacío de su ausencia: repitiendo aquella cena podrán alimentarse de su recuerdo y su presencia.
¿Hace además Jesús un nuevo signo invitando a sus discípulos al servicio fraterno? El evangelio de Juan dice que, en un momento determinado de la cena, se levantó de la mesa y «se puso a lavar los pies de los discípulos». Según el relato, lo hizo para dar ejemplo a todos y hacerles saber que sus seguidores deberían vivir en actitud de servicio mutuo: «Lavándose los pies unos a otros». El gesto es insólito.
Según el relato, Jesús deja su puesto y, como un esclavo, comienza a lavar los pies a los discípulos. Difícilmente se puede trazar una imagen más expresiva de lo que ha sido su vida, y de lo que quiere dejar grabado para siempre en sus seguidores. Lo ha repetido muchas veces: «El que quiera ser grande entre ustedes, será su servidor; y el que quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo de todos». Jesús lo expresa ahora plásticamente en esta escena: limpiando los pies a sus discípulos está actuando como siervo y esclavo de todos; dentro de unas horas morirá crucificado, un castigo reservado sobre todo a esclavos.
Texto de José Antonio Pagola
Para la conversión personal
• ¿Cómo es mi participación en la eucaristía dominical de mi comunidad?
• ¿Qué aspectos de la celebración de la misa debería vivir con más intensidad?
• ¿Qué sientes al recibir a Jesús dentro de ti?
LUEGO DE COMPARTIDO EL TEXTO Y LAS ANTERIORES PREGUNTAS EN PEQUEÑOS GRUPOS CANTAMOS: “Bendeciré al Señor”
SE PROCLAMA NUEVAMENTE EL EVANGELIO, DEJANDO UN TIEMPO PARA LA ORACIÓN ESPONTÁNEA O EL SILENCIO. AL FINAL SE REZA TODOS JUNTOS:
Vives en el pan roto y compartido.
Vives en la copa redonda de vino.
Banquete de pobres.
Botín de mendigos.
Compañero fiel,
amigo entre amigos.
Muerto por los hombres
y en los hombres vivo.
Cuando nos juntamos
te abrimos camino
y vienes y pasas alegre y activo
por todas las cosas
por todos los sitios.
Cantamos tu muerte:
el definitivo triunfo de la vida
por mundos y siglos.
Cantamos la muerte
fatal destino.
Cantamos la fiesta
final del sentido.
Vives en el pan roto y compartido.
Vives en la copa redonda de vino.