Si como educador salesiano alguna vez compartiste una charla con un amigo, compañero de clase o de trabajo que pertenezca a otra congregación dentro de la Iglesia Católica, seguro en algún momento se generó un ida y vuelta entre lo que hace una congregación y lo que hace la otra. Personalmente, me han tocado de estas charlas que además de ser de lo más simpáticas terminan haciéndote descubrir o cuestionar aspectos que estando siempre del mismo lado podés no ver.
¿Por qué cuento esto? Sucede que mientras leía el texto “Mitomanías salesianas: contemplativo en acción”, me recordó a una charla con un compañero de la Universidad, el cual tenía formación jesuita. Él dijo una frase que me quedó dando vueltas durante un tiempo: “ustedes, los salesianos, hacen mucho, pero rezan poco”. Me dio mucha impotencia esa frase, porque yo sabía que no era así pero no era la primera vez que oía esto; sin embargo, me ayudó a cuestionar e intentar buscar respuestas. Respuestas que hasta el día de hoy sigo madurando y resignificando. Lo que intentaré en este texto, será plasmar algunos de los aspectos que he recorrido y que especialmente durante este módulo del curso dedicado a Don Bosco he aprehendido y reflexionado.
Don Bosco se destacó tanto por sus acciones y por su pedagogía revolucionaria para la época que tal vez por eso su faceta contemplativa no es lo que más conocemos. Ya en su vida sacerdotal, Dios lo sembró en la dramática realidad de los jóvenes campesinos que habitaban los suburbios de Turín. Ellos, eran víctimas y a su vez, piezas fundamentales del devenir histórico, que sirvió de escenario tanto para el desarrollo industrial como para los cambios políticos que harían nacer a Italia. Don Bosco frente a esto no tomó una actitud pasiva, sino que haciendo acción su oración salió al encuentro de estos jóvenes. Esta es la razón histórica de sus opciones pastorales y el contexto donde crece espiritualmente y elabora su síntesis existencial entre fe y vida.
El rasgo de Don Bosco “por dentro” que más llama la atención, pero que a su vez contemplando su vida guarda una perfecta coherencia, es el hecho de que él integró de manera armoniosa y equilibrada una variedad de corrientes espirituales. Durante su vida Don Bosco, va nutriéndose de la espiritualidad ignaciana, alfonsiana, filipina, lazarista, dando espacio a una espiritualidad propia que reúne aspectos de las anteriores. Todo esto, con un solo objetivo, dar respuestas a los retos que le presenta el dinamismo de la realidad juvenil, motor en su corazón. Pues busca que la santidad sea de fácil acceso para los jóvenes. No promueve una espiritualidad teórica; sino una espiritualidad práctica, que se encuentra orientada y vivida en la acción. En la espiritualidad salesiana, unimos la oración con el trabajo y la tarea cotidiana, y es este el lugar de encuentro con Dios.
Don Bosco no fue conocido por dedicarse a rezar con sus muchachos en el medio de la calle para que todos los vieran, sino más bien por su espiritualidad activa y dinámica con especial predilección por jóvenes más pobres y esto fue muy visible en la sociedad turinés, su trabajo con los jóvenes que vivían en las calles. Sin embargo, esto no quita que su motor haya sido Dios, solo que su propuesta se encontraba más acorde a la realidad juvenil y era expresada de forma sencilla para que el joven pudiese comprenderla y ponerla en práctica: construirse a sí mismo, participar en la construcción de la sociedad y de la Iglesia, servir a Dios con alegría en la vida cotidiana.
Si recorremos la vida de Don Bosco podemos darnos cuenta que se encuentra totalmente dominada por la necesidad apostólica de la salvación de los jóvenes, Miguel Rua describe este aspecto de la siguiente manera: “No dio un paso, no pronunció palabra, ni acometió empresa que no tuviera por objeto la salvación de la juventud”. Realmente en el centro de su vida están los jóvenes, por lo que vive y propone como programa de vida “da mihi animas cetera tolle”. A lo largo de toda su vida, el corazón de Don Bosco vibra junto con el corazón de Cristo, buscando solo el bien de las almas de sus muchachos.
La propuesta espiritual de Don Bosco fue toda una novedad para la época, y aún hoy en día sigue teniendo esta característica. Don Bosco cimentó la vida espiritual en la práctica sacramental, especialmente en la confesión y la eucaristía. De manera muy sencilla, aseguró a sus muchachos que estas constituían “las dos alas para volar al cielo”. Para él constituyen “las columnas que deben sostener todo edificio educativo”. Consideroque vale la pena parar por un momento y contemplar la belleza espiritual de Don Bosco. Resignificarla y traerla a la realidad juvenil actual, pero sin moldear las palabras de Don Bosco a nuestra comodidad. Los educadores salesianos sabemos que el sistema preventivo nos exige mucho pero también sabemos que sus frutos son abundantes.
A modo de conclusión y de acuerdo al objetivo del texto, analizar el aspecto contemplativo de Don Bosco, mencionaré algunas ideas concretas como forma de reforzar el cultivo de esta dimensión. En primer lugar, considero que la realización de ejercicios espirituales para jóvenes puede ser una instancia de fortalecimiento y enriquecimiento para todo el movimiento juvenil salesiano. En segundo lugar, reconociendo la falta de conocimiento sobre la faceta contemplativa de Don Bosco sería oportuno generar espacios de formación al respecto para conocerlo de una manera más integral. Finalmente, lo que me parece más importante de destacar es no olvidar que nuestra espiritualidad es construida en acción, en encuentro con el otro y con especial predilección por la juventud, por la juventud más herida. Porque, al fin y al cabo, uno se siente tan unido a Dios que todo lo que hace pasa por él y lo reza permanentemente.