En hebreo, para hablar de la Palabra, se utiliza la expresión dabar. La misma que se utiliza para decir acontecimiento. No se entiende, por tanto, que algo se diga y no se lleve a cabo.
Cuando Dios habla… ocurre. Lo descubrimos de manera especial en el texto de la creación: Y dijo Dios… y se hizo. Lo podemos también comprobar en los textos vocacionales y en los proféticos: las promesas de Dios acaban siempre cumpliéndose.
¿Y la Palabra que nosotros escuchamos en nuestras celebraciones?
¿Es Palabra que actúa?
¿Es Palabra viva que, de alguna manera, se transforma en acontecimiento en nosotros y en nuestro entorno?
Si durante la celebración hemos acogido, meditado y compartido la Palabra de manera adecuada, seguramente podamos afirmar, como dice el autor de la carta a los Hebreos, que la Palabra es fuente de vida y eficacia (Heb 4,12). Pero esa eficacia también depende de nosotros: Todo aquel que escucha mis palabras y las pone en práctica, puede compararse con una persona sabia que construyó su casa sobre roca (Mt 7,24).
En las celebraciones con niños, adolescentes o jóvenes, puede ayudar el finalizar dando un objeto o un papel donde ellos escriban su compromiso o un recuerdo que les sirva apoyo para realizar lo que la Palabra celebrada nos ha sugerido.