A Don Santiago Costamagna, jefe de la tercera expedición misionera, dirigida a Buenos Aires.
Turín, 10 agosto 1885
Querido y siempre amado D. Costamagna:
La fecha de nuestros ejercicios espirituales se va acercando, y yo, que me veo ya en edad caduca, querría tener conmigo a todos mis hijos y a nuestras Hermanas de América. Como esto no es posible, he decidido escribirte una carta que te pueda servir de norma a ti y a nuestros otros hermanos para que os hagáis unos buenos salesianos en vuestros ejercicios, que tampoco están tan lejos de los nuestros.
Antes de nada, debemos bendecir y agradecer al Señor que con su sabiduría y poder nos ha ayudado a superar muchas y graves dificultades que nosotros solo no hubiéramos podido. Te Deum, Ave Maria.
Por otra parte, querría dirigiros un sermón o mejor una conferencia sobre el espíritu salesiano que debe animar y guiar nuestras acciones y todas nuestras palabras. Que el sistema preventivo sea nuestra característica. Nunca castigos físicos, nunca palabras humillantes, nunca reprensiones severas delante de otros. Por el contrario, que en las clases suenen las palabras: dulzura, caridad y paciencia. Nunca palabras mordaces, nunca un golpe leve o grave. Hágase uso de los castigos negativos, y siempre de modo que los que los reciben se conviertan en más amigos nuestros que antes, y no se alejen de nosotros envilecidos.
Nunca se murmure contra las disposiciones de los superiores, sino que se lleve con paciencia lo que no es del propio agrado o es penoso o desagradable.. Que cada salesiano, se haga amigo de todos y nunca busque vengarse; que sea fácil al perdón y no evoque las cosas ya perdonadas.
Que no se critiquen nunca las ordenes de los superiores, y que cada uno se esfuerce en dar y promover el buen ejemplo. Incúlquese en todos y recomiéndese constantemente la promoción de las vocaciones tanto de hermanas como de hermanos.
La dulzura al hablar, al actuar, al avisar, gane todo y a todos.
Esta sería la línea de reflexión para ti y para los que intervengan en la predicación de los próximos ejercicios.
Dar a todos mucha libertad y mucha confianza. Que el que quisiese escribir a su superior o recibiese alguna carta de él, no la lea nadie fuera del que quiera el que la recibe. En los puntos más difíciles recomiendo calurosamente a los inspectores y directores que den conferencias a propósito. Más aún: recomiendo que D. Vespignani hable con mucha claridad de estas cosas y las explique a sus novicios o a los candidatos con la debida prudencia.
En cuanto me sea posible, deseo dejar a la Congregación sin dificultades. Por eso estoy decidido a establecer un Vicario General mío, que sea un alter ego para Europa, y otro para América. Pero, sobre esto, recibirás a su tiempo instrucciones oportunas.
Es muy oportuno que reúnas alguna vez a lo largo del año a los directores de tu Insectoría para sugerir las normas practicas indicadas aquí. Leer e inculcar la lectura y el conocimiento de nuestras reglas, especialmente el capítulo que habla de las prácticas de piedad, la introducción que hice a nuestras mismas Reglas y las deliberaciones tomadas en nuestros capítulos generales o particulares.
Ya ves que mis palabras necesitarían mucha explicación, pero tú estás sin duda capacitado para entender y comunicar a nuestros hermanos cuanto haga falta.
Apenas puedas, preséntate a M. el Arzob., Mons. Espinosa, a sus Vic. Generales, D. Carranza, Dr. Terrero y a otros amigos y preséntales a todos y cada uno mis humildes y afectuosos saludos como si estuviese hablando a uno solo.
Que Dios te bendiga, querido D. Costamagna, y contigo bendiga y conserve en buena salud a todos nuestros hermanos y hermanas, y que María Auxiliadora os conduzca a todos por el camino del cielo. Amén.
Pedid todos por mí.
Vuestro afmo. amigo en J C.,
Sac. Gio. Bosco