Los principios pedagógicos del Sistema Preventivo
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La dinámica de proceso en el Acompañamiento requiere una pedagogía peculiar: activa, implicativa, experiencial. También motivadora y exigente. Motivadora, porque no se trata de imponer nada, se trata de despertar la confianza en uno mismo y en Dios. Exigente, porque es capaz de valorar el trecho de camino andado, pero nunca se queda ahí, continuamente se abre continuamente al cuestionamiento y a la superación.
Este tipo de pedagogía de procesos, pide unas prácticas específicas en aquel que acompaña.
En los encuentros de acompañamiento:
Son más importantes las preguntas que las respuestas.
La pregunta genera siempre un movimiento concientizador y personalizante que lleva directamente al fondo. “Adán: ¿Dónde estás?” “¿Qué quieres que haga contigo?”. “¿Quién decís que soy?” “¿De qué hablaban en el camino?”
Tiene prioridad el diálogo sobre los discursos.
En un momento marcado por la interculturalidad el diálogo parte del reconocimiento de la pluralidad, que nada tiene que ver con el relativismo. En el diálogo siempre nos abrimos a expresar nuestros puntos de vista y nuestras convicciones, pero igualmente nos abrimos para acoger los de los otros, caminando juntos hacia la construcción de convergencias.
Es más importante la creatividad que la mera repetición.
En cada itinerario vital personal y comunitario, hay momentos de conformidad con lo recibido, momentos de crítica y momentos de búsqueda de alternativas. Para poder buscar incansablemente las prácticas alternativas en conformidad con el Evangelio de Jesús hay que pensar, actuar, vivir nuevas experiencias, relacionar lo nuevo con lo dado, articular creativamente lo intuido y discernir.
Se hace más necesario el éxodo que el sedentarismo.
Se trata de hacer el camino de la libertad liberada para ponernos en la onda de Aquel que es capaz de llevarnos a la plena realización. La apertura permite no guardarse la vida, salir hacia nuevas latitudes, arriesgar y romper con la seguridad de lo conocido.
También es imprescindible no pactar con el autoengaño,
ni con ninguna clase de disimulo posible. Admitir con valentía la propia vulnerabilidad y contar con la existencia de la tentación, del mal, de la ambigüedad. Contar con ello sí, pero pactar con ello no. Se trata de admitirlo para plantarle cara sin ingenuidades. Que ocurra de todo es una cosa, que pactemos con ello justificándolo es otra muy distinta. Una vez más volvemos a evidenciar la importancia radical del discernimiento.
Y por último la práctica del agradecimiento.
Cuando se escucha, se dialoga, se reflexiona y se hace silencio para dejar que surja desde ahí la comprensión de lo vivido; cuando echamos a andar y cuando paramos del fondo del corazón brota el agradecimiento. Y esta capacidad de dar gracias, nos da alas para continuar el camino.
Tomado y adaptado de Lola Arrieta, tomado de "Aquel que acompaña sale al encuentro y regala preguntas de Vida para andar el camino"