"En este tiempo, inundado por las redes, fotos de Instagram y estados de Twitter he visto de todo. Desde los clásicos estados, hasta la capacidad de mucha gente, que en menos de 140 caracteres dice mucho. El Domingo de Pascua, luego de leer muchos mensajes de ¡“Feliz Pascua!”, sigamos alegre y no sé qué más, había algo que no me convencía, había algo dentro que me molestaba, me incomodaba. ¿Cómo en este tiempo vivir la alegría de la Resurrección? Hasta que en un momento de ir pasando por Twitter me encontré con el siguiente tweet:
Puedes estar triste en Pascua… fue un Domingo de Pascua extraño, y sí, la Resurrección no es ni depende de mi estado de ánimo: igualmente celebramos que Jesús Resucitó, que nos liberó de la muerte, del pecado, nos regaló la vida eterna… pero acá seguimos, en cuarentena, extrañando a mucha gente e igualmente Jesús Resucitó, Él que es “mi amor y mi esperanza” como reza la Secuencia Pascual que cantamos el Domingo de Pascua.
En algunos relatos de las “apariciones” de Jesús, sobre todo en los evangelios de Juan y Marcos, se utiliza un verbo en griego que más que traducirse como “aparición” lo más cercano es manifestación. Esto parece ser una simple disquisición de traducción, pero en estos días un hermano me hizo ver que es importante. Aparecer, sucede cuando algo no está y de repente sí está. Sin embargo, manifestarse, implica algo que está pero en un momento se empieza a ver aunque en otro no lo veía, implica presencia que se deja o se empieza a ver. ¿Por qué hago esta referencia? Porque así es la presencia del Resucitado, siempre está, pero hay momentos donde parece no estar, porque nuestros ojos no pueden verlo. (Cf. Lc 24, 16.37 / Jn 20, 14. 21, 4) J ¿Y dónde está Jesús resucitado ahora? Podemos recordar las lecturas donde Jesús dice: les aseguro que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron (Mt 25, 40) o las últimas palabras del evangelio de Mateo: estén seguros, yo estaré con ustedes día tras día, hasta el fin del mundo (Mt, 28, 20) La presencia del Resucitado es siempre actual y real, porque es una promesa de Él mismo.
Pero igualmente nos podemos preguntar: ¿Dónde encontramos a Dios? ¿Dónde se manifiesta? ¿Dónde está el Resucitado que prometió estar? Podemos encontrarlo en la liturgia con todos sus modos de presencia… Hoy, creo que el gran desafío es encontrarlo en la cotidianeidad, en lo de todos los días, allí donde nuestra vida se va desplegando y desarrollando.
En la Espiritualidad Salesiana, hay algunos modos concretos que encontramos y tratamos de vivir. Una es la que llamamos “Unión con Dios” donde el salesiano al trabajar por la salvación de la juventud (…) advierte la necesidad de orar ininterrumpidamente en dialogo sencillo y cordial con Cristo vivo y con el Padre (…) atento a la presencia del Espíritu (Const. 12). Nuestro estilo de oración busca ser gozosa y creativa, sencilla y profunda; se abre a la participación comunitaria, conecta con la vida y en ella se prolonga (Const. 86).
Estamos llamados a poder ver, con los ojos de la fe, la presencia del Resucitado en la vida de los jóvenes y en la comunidad y familia donde el Señor nos envía. Porque estando sumergido en el mundo y en las preocupaciones de la vida pastoral, el salesiano aprende a encontrar a Dios en aquellos a quienes es enviado (Const. 95).
Volviendo al inicio de esta pequeña reflexión, la Pascua es alegría, ¡sí! Pero no es un estado de ánimo, es saber, aunque nuestro ánimo pueda estar por el piso, aunque no veamos claro hacia dónde vamos o debemos ir, sabemos que el Resucitado está. Se manifieste o no, pero sabemos por la fe que Él está y es esta fe, es esta verdad tan real, la que nos recuerda el Misterio de la Resurrección que celebramos. Y sí, tranquilo o tranquila que podemos estar tristes o desanimados en Pascua, es el Señor el que vendrá a nuestro encuentro y comeremos juntos, en la orilla de nuestra vida, en lo de todos los días, nos recordará que Él está, siempre está, aunque por momentos no lo veamos… Él nos estará esperando con un fuego prendido, con un pan y un pescado recién hechos (Cf. Jn, 21, 9) para decirnos todo en el silencio de la comida compartida, y recobrar las fuerzas y la alegría… la verdadera alegría."