El creyente suele esperar panes y peces; el discípulo es un pescador.
El creyente lucha por crecer; el discípulo por reproducir su convicción.
El creyente se gana; el discípulo se hace.
El creyente gusta del halago; el discípulo, del sacrificio vivo.
El creyente entrega parte de sus ganancias y su tiempo; el discípulo entrega su vida.
El creyente puede caer en la rutina; el discípulo es revolucionario.
El creyente busca que le animen; el discípulo procura animar.
El creyente espera que le asignen tarea; el discípulo es solícito en asumir responsabilidades.
El creyente murmura y reclama; el discípulo obedece y se niega a sí mismo.
El creyente suele estar condicionado por las circunstancias; el discípulo aprovecha las circunstancias para ejercer su fe.
El creyente busca en la Palabra promesas para su vida; el discípulo entrega su vida para cumplir las promesas de la Palabra.
El creyente es yo; el discípulo es ellos.
El creyente se sienta para orar; el discípulo es un hombre de oración.
Los creyentes aumentan la comunidad; los discípulos aumentan las comunidades.
Los creyentes esperan milagros; los discípulos obran milagros.
Los creyentes destacan llenando el templo; los discípulos se hacen para conquistar el mundo.
El creyente hace hábito; el discípulo rompe los moldes.
La meta del creyente es ganar el cielo; la meta del discípulo es ganar almas para el cielo.
El creyente necesita de campañas para animarse; el discípulo vive en campaña porque está animado.
Al creyente se le promete una almohada; al discípulo, una cruz.
El creyente es socio; el discípulo es servidor.
El creyente es espiga; el discípulo es grano lleno en la espiga.
El creyente es «ojalá»; el discípulo es «aquí estoy».
El creyente, quizá predica el Evangelio; el discípulo hace discípulos.
El creyente espera recompensa para dar; el discípulo es recompensado cuando da.
El creyente es pastoreado como oveja; el discípulo apacienta los corderos.
El creyente espera que oren por él; el discípulo ora por los demás.
El creyente espera que le interpreten las Escrituras; el discípulo conoce al Señor y habla de Él.
El creyente espera que el mundo se perfeccione; el discípulo trabaja por el Reino de Dios porque lo lleva en su corazón.