Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Juan 19, 26-27
María nunca perdiste de vista a Jesús, desde su nacimiento, sus primeros pasos, sus travesuras, sus primeros trabajos en la carpintería; también le acompañaste en las bodas de Cana y en sus momentos más difíciles… hasta el final. Durante ese tiempo fuiste la mujer fuerte que seguías creyendo, esperando y teniendo confianza en Dios, como el primer día…
Muchas veces me siento acompañado por personas que, como tú, facilitan mi camino en los buenos ratos y en los que más necesito alguien en quien apoyarme.
María, ayúdame a que, como tú, yo también pueda ser presencia para otras personas que me necesitan. Que sepa hacerme presente en las vidas rotas, en los momentos de angustia de los demás. Que nuestra luz, que es la tuya, ilumine los sus días oscuros en los que la esperanza es difícil de encontrar.
¿Por quién me siento acompañado?
¿A quién dedico yo mi tiempo, mi ilusión, mis ganas, mis desvelos?
El Ángel le dijo: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios». María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho».
Lucas 1, 35-38
Hace mucho tiempo, en un pueblo insignificante llamado Nazaret, por el sí de una mujer entró Dios en nuestra tierra. Es difícil imaginarte, María, siendo una chiquilla, aceptando un mensaje que te comprometerá toda la vida. Apenas podías entender lo que el ángel te estaba diciendo... y, sin embargo, dijiste que “Sí”.
Cuántas veces por juventud, por miedos, por seguridad, no soy capaz de arriesgar, de dar el último paso para, como tú, decir también “Sí” al Evangelio.
María, ayúdame para que mi “Sí” sea sincero y comprometido, no un “Sí” a medias, dependiente del momento y de la situación.
¿Qué estoy dispuesto a arriesgar por Dios? Mi comodidad, mi tiempo… MI VIDA?
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Lucas 2, 19
Los que te conocieron destacaron de ti tu discreción, atención, servicio, humildad, confianza y espera.
Cómo me cuesta tantas veces vivir desde esta lógica tuya, cuando lo que importa hoy en día es lo contrario, porque tus valores están “pasados de moda”.
María, ayúdame a ver en ti un modelo de mujer en quien fijarme y una escuela de oración.
¿Qué imagen de Dios reflejo?
¿Con qué características de María me siento más identificado?
¿Cuál me cuesta más?
María, Madre del sí,
tu ejemplo me admira.
Me admira porque arriesgaste tu vida;
me admira porque no miraste a tus intereses
sino a los del resto del mundo;
me admira y me das ejemplo de entrega a Dios.
Yo quisiera, Madre, tomar tu ejemplo,
y entregarme a la voluntad de Dios como tú.
Yo quisiera, Madre, seguir tus pasos,
y a través de ellos acercarme a tu Hijo.
Yo quisiera, Madre, tener tu generosidad y entrega
para no decir nunca «no» a Dios.
Yo quisiera, Madre tener tu amor para ser siempre fiel a tu Hijo.
Madre del sí, pide a tu Hijo por mí,
para que me dé tu valentía.
Pide a tu Hijo por mí,
para que me conceda un corazón enamorado de él.
Pide a tu Hijo por mí,
para que me dé la gracia necesaria para entregarme
y no fallarle nunca.