Tomando en cuenta la misión, como el salir de uno mismo, salir de nuestro propio egoísmo para ir al encuentro.
Ponernos en movimiento, sólo por el hecho de amar.
Considero que esa salida no sería considerada misión si no fuese por amor.
Es más que una salida de sábado para jugar con los gurises. Más que una actividad económica para llevarlos de campamento, más que una instancia de planificacion con el grupo de animadores, que ya son parte de una familia.
Es una salida diaria de nuestra cotidianidad para pensar en ellos, qué temas estarían necesitando trabajar en ese momento más allá de las estructuras, rezar por ellos, tener contacto con el barrio y con su realidad.
Quedarte pensando toda la semana en esa historia que te contaron ese día que quedó resonando en nuestras cabezas. Ese sábado que un niño te dijo “Faltaste por primera vez, pensé que no nos querías más” por el hecho de faltar un día por otra actividad importante.
El buscar donaciones, buscar salidas y ayudas, el hacerse escuchar.
El poder transmitir lo importante que es esta obra, con un simple testimonio sincero.
Nos ponemos en contacto constantemente por el amor que sentimos.
Por el sentimiento genuino que se da en ese encuentro con cada chiquilín, con cada animador, con cada padre y con el barrio mismo.
El oratorio lo considero una misión del día a día, una misión que nos hace ser misioneros en nuestra cotidiana. Una misión que te hace sentir responsable y lleno de ese amor que se genera en el encuentro, y es lo que nos hace ponernos en movimiento.