El voluntariado como misión es un estilo de vida o una forma de vivir que uno adopta o elige vivir, que implica darse, dejarse y entregarse al otro, colocándose en el lugar de los demás y sentir cómo el. Es un camino a seguir que implica transfigurarse, dejarse formar por los demás, cayendo, tropezando, pero que en el, uno se encuentra con muchas alegrías, muchas sonrisas, y muchos abrazos, con mucha vida compartida que también invitan a caminar a la misma dirección.
Es permitirse reconocer que uno es muy frágil, permitirse sentir y ser, para poder dar y amar al otro, es callarse para poder escuchar, es corregirse para poder corregir, es amarse para poder amar.
Es dejar florecer los talentos que uno tiene, aprender nuevas cosas y despertar esos talentos que uno tiene bien guardaditos y eso ponerlos a disposición de los demás, aprender y enseñar.
Aprendes a resignificar tu día a día, en cada mañana agradecer por lo vivido, y por lo que uno vivirá, por lo compartido y lo que compartirá, con los encuentros y desencuentros que se van generando.
Y saber que el eje transversal, que atraviesa todas nuestras dimensiones es cristo resucitado, que muere y vive con nosotros, que te habla, te sonríe, llora contigo, se comparte diariamente, desde el mate hasta la oración, y te invita a transformarte desde lo más íntimo de tu corazón.
Es la misión más linda y más difícil que pude decir si, que puedo vivir y que me regala la sensación mas linda de libertad que cualquier humano pueda experimentar.