Conferencia de Bruno Ferrero sdb en las Jornadas de Espiritualidad de la Familia Salesiana (enero 2013)
En la fachada de la Basílica de Maria Auxiliadora hay una figura que se ha descuidado. Los ojos apenas la perciben, y pasan enseguida a otros. Pero aquella imagen es importante para Valdocco, el verdadero escudo de la Familia Salesiana: es Jesús rodeado de muchachos, la representación en mármol “Dejad que nos niños vengan a mi; no se lo impidáis!” (Mc 10,13-16; Mt 19,13-15).
Para quien mira en prospectiva, desde lo alto de la plaza, delante de este icono hay un don Bosco de bronce circundado de muchachos. Una imagen es el espejo de la otra. Nos queda ver otra imagen en carne viva. Nosotros hoy.
La carta de Roma nos pregunta con tristeza ¿se ha roto el espejo?
El recuerdo fuerte y vivo: era la escena de todos los días.
Los alumnos venidos de fuera desde el comedor se acercaban al vestíbulo de D. Bosco, esperando que los clérigos terminasen la oración del agradecimiento; y en cuanto oían el Dominus del nobis suam pacem, Amen, abrían la puerta y se precipitaban dentro. Quienes veían este gracioso encuentro de los jóvenes que entraban, semejante al del Orinoco desemocando en el Atlantico y a los clerigos salir, pero después de ccualquier instante prevalecían los jóvenes que porfiaban a ver quien llegaba el primero a D. Bosco sentado en el extremo de la sala al fondo. Los clérigos se veían obligados a apoyarse a las paredes para dejarlos pasar y no ser arrollados. Era una escena indescriptible. Los más afortunados están ya estrechando a D. Bosco de forma que los mas cercanos apoyan la cabeza sobre su húmero. Detrás de ellos otros asaltan las mesas, y sobre ellas delante de Don Bosco, varias filas de jóvenes sentados con las piernas cruzadas a la manera oriental; detrás de éstos muchos arrodillados, y por último siempre sobre las mesas, una multitud en pie. Quien no puede subirse, coge los bancos, los acerca a la pared y se sube en cima; y vemos a dos largas filas, con los ojos fijos en D. Bosco. Los más tardíos llenan todo el espacio entre los bancos y las mesas. Parece como si ninguno pudiera nunca acercarse a D. Bosco; y sin embargo algunos pequeñitos prueban. Se ponen a correr bajo las mesas y sus cabecitas sobresalen entre las mesas y la persona de D. Bosco, que les hacía una caricia. A veces D. Bosco entretenido por el trabajo en su habitación, comenzaba solo a tomar algo de alimento. Y los acogía con grande fiesta ensordecido con sus cantos y gritos, en aquel ambiente respirado por tantos sacerdotes, que a duras penas mantenían encendida la luz, terminaba su pobre comida, dirigiendo una sonrisa cariñosa, y una mirada afable, una frase de ánimo a cada uno. Nunca se manifestaba contrariado por la insistente importunidad de sus hijos; al contrario le hacia sufrir, cuando alguna visita no necesaria le robaba la dulzura de estos entretenimientos familiares. Entonces hacia gesto de querer hablar a todos, y al instante cesaba la confusión de voces y en medio al mas profundo silencio narraba una breve anécdota, proponía alguna cuestión, lanzaba una pregunta, hasta que la campana disolvía la asamblea llamando a ir a clase de canto o a la oración. (MB IV, 74)
Hasta Nietzsche afirma que la percepción de la vida interior de las personas es instintiva.Los jóvenes tienen una actitud natural para observar lo que detrás de lo exterior de la persona. Tienen antenas espaciales para captar las señales que no son observables con medios ordinarios. Están en grado de percibir lo que para otros está escondido. Nuestra antena espiritual nos hace sensibles a la belleza moral de la persona, instintivamente nos ayuda a notar la dimensión moral y espiritual de su vida.
En el 1864 don Bosco llega a Mornés con sus muchachos, durante los paseos otoñales. Es de noche. La gente viene al encuentro precedida por el párroco don Valle y por don Pestarino. La banda toca, muchos se arrodillan al paso de don Bosco pidiendo que los bendiga. Entran en la parroquia. Los jóvenes piden que les de la bendición con el Santísimo, y después a cena.
Dopo, animada por los aplausos, y los chicos de D. Bosco ofrecen un breve concierto de marchas y música alegre. En oprimera fila Maria Mazzarello, 27 años. Al terminar, don Bosco dice pocas palabras: «Estamos todos cansados, y mis muchachos tienen ganas de dormir. Mañana hablaremos mas largo».
Don Bosco en Mornese permanece cinco días. Maria cada tarde consigue escuchar la «buenas noches» que da a sus muchachos. Remueve los bancos para colocarse cerca de él. Alguno le riñe como al que hace un gesto no correcto. Ella responde: «Don Bosco es un santo, yo lo siento».
Es mucho más que una simple sensación. ¿A cuantas mujeres cambiará la vida? Basta un movimiento, un sencillo movimiento de los que realizan los niños cuando se precipitan hacia adelante con todas sus fuerzas, sin miedo a caerse o morir, olvidando el peso del mundo.
Y de nuevo un problema de espejo: ninguno mas que Jesucristo ha vuelto la mirada a las mujeres, como se dirige la mirada a la fronda de los árboles, como nos inclinamos hacia un río para refrescarnos y proseguir el camino. Las mujeres en la Biblia son numerosas. Están desde el comienzo hasta el final. Dan y manifiestan la luz de Dios, lo ven crecer, jugar morir y después resucitar con gestos sencillos de amor hacia la muchedumbre.
Juan y Maria Mazzarello aman con el mismo amor, están hechos para entenderse, nutridos por las mismas colinas. Dos campesinos por completo. Dos nómadas en la propiedad de Dios.
Separados como los niños un tiempo en pequeñas escuelas. Ella en las femeninas y él en las masculinas. Separados en apariencia y en los lugares. Reunidos el y ella, en el coloquio incesante de sus almas, en el éxtasis con el interlocutor privilegiado, que entiende todo, hasta en el silencio.
Hay una cierta ironía en la frase «doscientos años del nacimiento de don Bosco». ¿Cuantos años tiene ya don Bosco?
Conocer bien la Biblia por haberla escuchado mucho. Sabe que es un libro con palabras: lo que está dicho está dicho. No hay nada que añadir, falta cumplirlo, hay que dejarse llevar por el soplo del Verbo, mas ardiente que el soplo de una bomba. La voz de Dios está en la Biblia, bajo toneladas de tinta, como energía concentrada bajo toneladas de cemento en una central atómica. El muchacho de I Becchi ha sido subyugado por esta voz. No quiere otra cosa sino transmitirla, sin cambiar ni una coma. Está también Él en el libro: llamado a modular hasta la propia respiración bajo la de Dios.
Se quita los zapatos y camina a la escuela, deprisa, porque tiene que estudiar.
Porque don Bosco tiene cuatro mil años casi como Abraham. «¡Parte! Te diré después donde tienes que ir ». Solo posee un sueño. Da la razón a la abuela, que no se debe hacer caso de los sueños, pero lo tendrá presente toda la vida: es su anunciación. Y lo sabe.
Abraham partió y se desposeyó de todo, este sufrimiento le vino un hijo, carne de su carne, alegría de su alegría. Juan parte y millones le llaman padre.
La madre sonríe. La madre conseguirá con el sueño al hijo desheredado, al adolescente extraño, el pequeño saltimbanqui, el profeta que Dios ha mandado en estos años en que se prestan los propios hijos para la injusticia.
Su voz es calma, tan calma que hace que se acerquen, esos que del mundo conocían solo lo peor. Coge en préstamo la voz del infinitamente Pequeño, nunca la del Altísimo. Sabe bien que no existe que no existe más que un Dios. Se prefiere la infinita dulzura a la cólera infinita, sabe bien que las dos proceden del único e infinito amor. Sabe bien todo aquello, pero prefiere esta actitud. Le viene de la infancia, de los primeros años pasados en el seno de Dios, bajo las faldas de la madre.
Hoy, no es agradable ser un niño. Es una historia de todos los días.
«¡Mamá, mira!» esclamò Marta, la niña de siete años.
«¡Ya,ya!» murmurò nerviosamente la mujer mientras guiaba y pensaba en tantas cosas que esperaban en casa.
DESPUÉS la cena, la televisión, el baño, varias telefonadas
y la hora de ir a dormir.
«Vamos Marta, es hora de dormir!». Y la preparó corriendo. Cansada, muerta, la mamá lee dió un beso, recitò la oración con ella y le remetió las mantas.
«Mamá, mira!» dijo la niña.
«Escucha estoy cansada, estoy muerta!» respondió la mamá «Mañana ».
«¡Buenas noches!» añadió y cerró la puerta con decisión.
Pero no conseguía quitarse de la mente los ojazos desilusionados de Marta.
Volvió a la habitación de la niña, buscando no hacer ruido. Consiguió ver que apretaba en una mano trozos de papel.
Se acercó muy despacio y abrió la manina de Marta. La niña había roto en mil pedazos un grande corazón rojo con una poesía escrita por ella que se titulaba Por que quiero tanto a mamá. Con mucha atención recuperó todos los trozos y trató de reconstruir la hoja.
Una vez conseguido el puzzle logró leer lo que había escrito Marta:
«Por qué quiero tanto a mamá.
Aunque trabaje tanto y tenga mil cosas que hacer
Siempre encuentra un poco de tiempo para jugar.
Te quiero mucho mamá porque
soy la parte mas importante del día para ti».
Aquellas palabras le fueron derechas al corazón. Diez minutos más tarde volvió a la habitación de la niña llevando una bandeja con dos tazas de chocolate y dos rebanadas de torta. Acarició suavemente la cara de Marta.
«¿Qué ha pasado?» preguntó la niña, muy confusa de aquella escena nocturna.
«¡Es para ti, porque eres lo mas importante de mi jornada!».
Pero no era verdad para ella ni era verdad para este nuestro mundo.
Jesús piensa diversamente. Él llamo a un niño, lo puso en medio a ellos y les dijo: «Os lo aseguro que si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de Dios. Quien se haga pequeño como este niño, es el mas grande en el reino de Dios. Y quien por mi amor, acoge a uno de éstos, me acoge a mi» (Mt 18, 1-5).
Es primero de todo una elección: «Tu eres la parte mas importante de mi jornada», «Tu eres especial, y significas mucho para mi». Imagine, finally, that two people are talking to each other about their inner lives.
Don Bosco está todo aquí. Tienes los mismos ojos y corazón de Jesús.
Tenía una convicción con relación a los jóvenes: «Esta es la porción mas delicada y preciosa de la sociedad humana, sobre la que se fundan las esperanzas de un futuro feliz».
Impresiona cuando se ponen juntos todo lo que dice la Biblia dice sobre la actitud de Jesús en defensa de la vida de los jóvenes y niños con lo que don Bosco ha hecho:
La alegría de Jesús es grande, cuando ve a los niños, y pequeños entender las cosas del Reino que Él anunciaba a la gente: “Te doy gracias, Padre!” (Mt 11,25-26). Jesús reconoce que los pequeños entienden mas que los doctores sobre las cosas del Reino! Don Bosco escribe la vida de tres muchachos de los cuales lo menos que se puede decir es que son auténticos místicos. Es el único que comprende que puede existir una mística una para los pequeños. Nosotros casi nos avergonzamos.
Cuando Jesús, entrando en el Templo, tira por tierra las mesas de los cambistas, son los niños los que gritan: “¡Hosanna al hijo de David!” (Mt 21,15). Son fuertemente criticados por los jefes, sacerdotes y por los escribas, Jesús los defiende: «¡Os aseguro que si ellos callaran, gritarían las piedras!» (Lc 19, 40). Y don Bosco: «Se dé amplia libertad de saltar, correr, chillar a placer…».
La triste carta de Roma parece decir: aquí gritan solo las piedras …
Una de las palabras mas duras de Jesús es contra los que son causa de escándalo para los pequeños, es decir, el motivo por el que los pequeños no creen en Dios. Por esto, sería mejor para ellos atarles una piedra de molino y arrojarlos al mar (Lc 17,1-2; Mt 18,5-7). Don Bosco dirá de quien hacia mal a sus muchachos: «Si no fuera pecado lo desharía con mis manos ».
Jesús pide a sus discípulos que se hagan como niños y de aceptar el Reino como niños. Sin esto no es posible entrar en el Reino (Lc 9,46-48). Indica que los niños son profesores de los adultos. Ësto no era normal. Estamos habituados a lo contrario. «El maestro visto solo en la cátedra es maestro y no mas, pero si va al recreo con los jóvenes se convierte en hermano. Si uno es visto solo predicar desde el púlpito se dirá que ni mas ni menos que su propio deber, pero si dice una palabra en el recreo es la palabra de uno que ama» dice don Bosco.
Madres con hijos que alcanzan a Jesús para pedirle su bendición. Los apostoles reaccionan y le alejan. Jesús corrige a los adultos y acoge a las madres con los niños. Toca a los niños y los abraza. Son muchos los niños y jóvenes que él acoge, cura y resucita: la hija di Jairo, de 12 años, la hija de la mujer cananea, el hijo de la viuda de Naín, el niño epiléptico, el hijo del centurión, el hijo del funcionario público, el muchacho con cinco panes y dos peces. No es ni siquiera necesario leer las Memorias Biográficas para observar don Bosco actuar con el mismo estilo.
Jesús abraza a los pequeños y se identifica con ellos. Quién acoge a uno de éstos, a mi me acoge (Mc 9,37). “Todo cuanto hagáis a uno solo de estos mis hermanos mas pequeños, a mi me lo hacéis” (Mt 25,40). «En suma tratemos a los jóvenes como si Jesús mismo, niño, habitase en este colegio» (MB XIV,847) afirma don Bosco.
Por ésto don Bosco es atrayente
El Card. J. Cagliero refería el siguiente hecho visto personalmente al acompañar a Don Bosco. Después de una conferencia en Nizza, Don Bosco sale del presbiterio de la Iglesia para acercarse a la puerta, todo circundado por la muchedumbre que no lo dejaba ni caminar. Un individuo de aspecto malo estaba inmóvil mirándolo como si maquinase algo así como un tiro. Don Cagliero, que no le quitaba el ojo, inquieto por lo que pudiera suceder, vio al hombre acercarse. Don Bosco le dirigió la palabra:
«¿Que desea?»
«Yo? Nada!»
«¡Y sin embargo parece que tenéis algo que decirme!»
«No tengo nada que decirle».
«Os queréis confesar?»
«¿Confesarme, yo? Ni por soñación!»
« Entonces ¿que hacéis aquí?»
« ¡Estoy porque no puedo irme…!»
«He entendido… Señores me dejen un momento solo», dijo D.Bosco a los que lo circundaban. Los cercanos se fueron aparte, Don Bosco susurrò alguna palabra al oído de aquel hombre que, cayendo de rodillas se confesó, en mitad de la iglesia (cf. MB XIV, 37).
El Papa Ratti, el Pontífice que canonizó a Don Bosco y que en el otoño del 1883 fue huésped de Don Bosco, en Casa Pinardi, recuerda: «A todos respondía y tenía la palabra exacta para todo, así maravillaba a todos: primero sorprendía y después maravillaba».
Dos nos hacen entender la eternidad: el amor y el estupor; Don Bosco las sintetiza en su persona. La belleza exterior es el componente visible de la interior. Y se manifiesta a través de la luz que emana de los ojos de cada individuo. No importa que éstos sean mal vestidos o no se conformen con nuestros cánones de la elegancia, o también de imponerse a la atención de la persona que le circunda. Los ojos son el espejo del alma y, de cualquier manera, revelan lo que parece oculto.
Pero, mas allá de brillar, poseen otra cualidad: son espejo ya sea por las dotes encerradas en su ánimo, ya sea por los hombres y mujeres que son objeto de su observación.
En efecto reflexiona quien les observa. Como todo espejo, lozs ojos restituyen el reflejo mas intimo de la cara que tienen delante.
Un viejo sacerdote ya alumno en Valdocco, dejó escrito en 1889: “Lo que mas sobresalía de Don Bosco era la mirada, dulce pero que penetraba, hasta lo mas profundo del ser, por lo que apenas se podía soportar fijarse mucho tiempo en él”. Y añadía: “En general los retratos y cuadros no nos transmiten esta característica” (MB VI, 2-3).
Otro ex-alumno, de los años ’70, Pons Pietro, revela en sus recuerdos: “Don Bosco tenía dos ojos que perforaban y penetraban en la mente… Paseaba despacio hablando y mirando a todos con dos ojos que giraban por todas partes, electrizando de alegría los corazones” (MB XVII, 863).
La belleza del hombre bueno es una cualidad difícil de definir, pero cuando existe te das enseguida cuenta: como un perfume. Todos sabemos como es el perfume de las rosas, pero ninguno puede llegar a explicarlo.
“A veces sucede este fenómeno, que un joven oída la palabra de Don Bosco, no se separaba mas de su lado, absorto casi en una idea luminosa…
Otros velaban de noche ante su puerta, llamando ligeramente de vez en cuando, hasta que no les abriese, porque no querían irse dormir en pecado”
Miguel Rúa quería mucho a don Bosco, aquel sacerdote que le llenaba de alegría y de calor humano.
Habitaba en la Regia Fábrica de Armas, Miguelino, donde su papá era estuvo empleado. Cuatro de sus hermanos habían muerto jovencísimos, y él era muy delgado. Por esto su madre no le dejaba ir mucho al oratorio. Pero encontró igualmente a don Bosco en los Hermanos de las Escuelas Cristianas, donde cursó tercero elemental. Cuenta:
«Cuando don Bosco venía a decirnos la Misa y a predicar, apenas entraba en la capilla parecía que una corriente eléctrica pasase por todos aquellos numerosos muchachos. Saltaban de pie, salíamos de nuestro sitio, nos apretábamos alrededor suyo. Hacía falta mucho tiempo para que pudiera llegar a la sacristía. Los buenos Hermanos no podían impedir el aparente desorden. Cuando venían otros sacerdotes no pasaba lo mismo».
Don Bosco era atrayente como un imán. Hay un episodio cómico y tierno, narrado en las Memorias Biográficas de don Bosco con la agilidad de Fioretti:
«Una tarde D. Bosco caminando por la acera a lo largo de via Doragrossa, hoy llamada vía Garibaldi, pasó delante del escaparate de un magnífico fabricante de pan cuyo cristal era toda la amplitud de la puerta. Un buen joven del Oratorio, que trabajaba como empleado, en cuanto vio a D. Bosco, el primer impulso de su corazón, sin darse cuenta del cristal que estaba cerrado, corre para verlo de cerca; pero da con la cabeza en el cristal y lo hace pedazos. Al caer de los cristales D. Bosco se para y abre la puerta; el chico todo humillado se acerca; el patrón sale del sótano, alza la voz y grita; los pasajeros hacen eco. «Que has hecho?» preguntó D. Bosco al jovencillo; y él ingenuamente responde: «Le he visto pasar, y quería volverlo a ver, no me he dado cuenta que tenia que abrir la puerta y la he roto» (Memorie Biografiche 169-170).
Era un signo de amistad explosivo, en que poseían los muchachos al ver a don Bosco. En la línea de San Francisco de Sales, cantor de la amistad espiritual, don Bosco sentía que la amistad fundada en la benevolencia, confianza recíproca parecía esencial a su sistema preventivo.
La amistad para don Bosco es aquel “toque ” que transforma un método educativo semejante a otros en un método único y original.
Hoy, estamos pagando un tributo pesando a una cultura que pone el acento de forma casi exclusiva en la experiencia amorosa, expresada de forma física y ve con desconfianza la amistad. Se olvida así una magnifica tradición que hace de la amistad antes que nada una “cuestión espiritual”.
En la línea del Evangelio. Los santos son desde siempre considerados los “amigos” de Dios, como Moises (Es 33, 11) y Juan Bautista que es el amigo del Esposo (Gv 3,29). Jesús dice a sus discípulos «No os llamo ya siervos, sino amigos» (Gv 15,15).
Un espacio para los otros en la propia vida. La vida de don Bosco es un himno a la amistad. Era mas fuerte que él mismo, un propósito que no ha cumplido.
Los pájaros eran su pasión. Había cogido del nido un mirlo pequeño y lo había metido en la jaula. En la jaula hecha con ramas le enseño a silbar. El pájaro aprendió. Cuando veía a Juan lo saludaba con el silbido modulado, saltaba alegre entre las barras, se fijaba en él con sus ojitos negros -brillante. Un mírlo simpático.
Pero una mañana el mirlo no le saludo con su silbido. Un gato había roto la jaula se lo había comido. Quedaba solo un montón de plumas ensangrentadas. Juan se puso a llorar. Su madre trató de calmarlo, diciéndole que buscarían otro mirlo. Pero Juan continuò sollozando. No le importaba nada de otros mirlos. Era «aquel», su pequeño amigo, que lo habían matado, y no lo vería mas. Estuvo triste algunos días, y nadie conseguía volverlo a ver alegre. «Finalmente — cuenta Lemoyne — se paró a reflexionar sobre la vaciedad de las cosas mundanas, y tomó una resolución superior a su edad: se propuso no apegar nunca mas el corazón a cosas terrenas». Las mismas palabras las repitió algunos años después, a la muerte de su mas querido amigo, y muchas otras veces.
Gusta constatar que este propósito nunca llego a cumplirlo. Él como nosotros, tiene un corazón de carme, que necesita amar las cosas pequeñas y grandes. Llorará con el corazón deshecho a la muerte de don Calosso, de Luis Comollo, a la vista de los primeros jóvenes tras las barras de la prisión.
Sus alumnos testimoniarán con insistencia casi monótona: «Me quería mucho». Uno de ellos, Luigi Orione, escribe: «Caminaría sobre carbones encendidos para verlo todavía una vez, y decirle gracias».
«Pero ahora los Superiores son considerados como Superiores y no como padres, hermanos y amigos, por consiguiente son poco amados». Afirma la carta de Roma. «Por ello si se quiere formar un corazón solo y un alma sola por amor de Jesús es necesario que se rompa la fatal barrera de la desconfianza y se ponga de relieve la confianza cordial. Que la obediencia guíe al alumno como la madre guía a su niñito. Entonces reinará en el Oratorio la paz y la alegría antigua».
«Yo no pido ser perfectos» parece decir don Bosco. «Os pido que os hagáis amar, que no es la misma cosa. Quien amas se esposa con su corazón. Yo no os veo ni preocupados ni esposados. Esperáis que el amor os colme. Pero el amor no colma nada, ni el vacío que tenéis en la cabeza el abismo de vacío del corazón. El amor, estoy de acuerdo con vosotros, es algo incomprensible. Pero aquello que es imposible de entender es sencillo de vivir».
La pequeña Arianna pasó del sillón a dar sus primeros pasos con las bellas sucesivas caídas de rodillas en el suelo como le sucede a todos los niños.
En aquellas ocasiones la mamá abría los brazos y le decía: «Ven a mi».
Entonces ella iba a gatas, se le subía en las rodillas y mamá y niña se abrazaban.
La mamá le preguntaba: «¿Eres mi niña?».
Llorando, Arianna decía “sì” con la cabeza.
Luego añadía: «Mi dulce pequeñita Arianna?». La niña sollozaba todavía, pero con una sonrisa.
Y por fin la mamá decía: «Yo te quiero mucho, siempre, eternamente y a toda costa!».
Después de una carcajada y un abrazo, la niña estaba lista para otro desafío.
También a los cinco años, Arianna continuaba repitiendo la escena del “Ven a mi” a las rodillas y sentimientos heridos, para darse los “buenos días” y la “buenas noches”.
Un día sucedió que mamá tuvo un mal día.
Estaba cansada, irritable y estresada por los quehaceres que exigen el tener cuidado del marido, de una niña de cinco años, de dos muchachos adolescentes y del trabajo que desarrollaba en la casa. Cada vez llamaba el teléfono llamaban a la puerta acudía del trabajo que le ocupaba el día entero y que tendría que desarrollar inmediatamente. Llegado el medio día se refugió en la habitación para llorar en santa paz.
Arianna fue rápido a buscarla y le dijo: «Ven conmigo». Se acurrucó junto a la mamá, mise puso sus manitas en la cara impregnada de lágrimas y le dijo: «Eres mi mamá?». Llorando la mamá hizo “sì” con la cabeza. «¿Mi dulce mamma?». Sonriendo la mujer hizo “sì” con la cabeza.
«Yo te quiero mucho, siempre, en eterno y a toda costa!».
Una carcajada, un abrazo y también la mamá estaba lista para el siguiente desafío.
Quién ama es amado. Don Bosco lo dice claramente en su carta mas triste:
«Quién se siente amado ama y quién es amado obtiene todo especialmente de los jóvenes. Esta confianza establece una corriente eléctrica entre los jóvenes y los Superiores. Los corazones se abren y manifiestan sus necesidades manifestando sus defectos. Este amor ayuda a soportar a los Superiores las fatigas, aburrimientos, ingratitudes, los fastidios, las faltas, negligencias de los jóvenes. Jesucristo no rompió la caña cascada, ni la vela que terminaba. He aqui vuestro modelo».
La técnica de don Bosco es la del profeta Eliseo.
Eliseo entró en casa. El chico estaba muerto, acurrucado en el lecho. Entró, cerró la puerta y rezó al Señor. Salió y se acurrucó sobre el niño; posó su boca sobre la de él, los ojos sobre los de él, las manos sobre sus manos, se reclinó sobre él y el cuerpo del niño recibió calor. Desistió y se puso a caminar e si mise de acá para allá por la casa; después se subió y se encorvó sobre él. El chico estornudó siete veces, después abrió los ojos (2 Re 4, 32-35).
La educación pasa de persona a persona: implica ojos, oídos, cabeza, corazón, pies, manos y nariz de educadores y educandos. Sobre todo la educación pasa a través de los ojos.
A quien le pide la carta de identidad, Jesús no responde: «Sentáos que os explico el Credo», palabra pero «Venid y veréis ».
La palabra, la teoría, se hizo carne. Los hombres han cogido esta carne y la han hecho palabras, palabras …
«Aprended de mi» dice Jesús. «¿Por qué no hacéis como yo?» nos pregunta don Bosco.
Pero don Bosco es como un diamante de muchas caras y muchos rayos. Imposible verlo todo. Dejémonos invadir un instante de algunos.
La bondad. Su bondad que deja a todo el que vive espacio abierto y libre movimiento, es mas da, se lo crea, ya que solo allí la vida puede florecer.
Una bondad siempre bien dispuesta hacia la vida. Todas las veces que se encuentra con algo que vive, su primera reacción no es la de criticar y desconfiar, sino apreciar, favorecer, ayudar para que crezca. Pero en su bondad hay además fuerza. Y tanta mas fuerza cuanto mas es pura, perfecta e interminable.
La auténtica bondad exige paciencia. Continuamente nos advierte que los defectos de los otros se nos hacen insoportables porque los guardamos en la memoria. Continuamente la bondad tiene que estar pronta a asistir alo que y a quien lo necesite.
Otra cosa todavía enriquece la bondad de don Bosco, algo de lo que se habla de pasada, y es el humorismo. Ayuda a hace mas fácil el soportarlo todo, es mas sin él no hay nada en el mundo que nos ayude a hacerlo realidad.
«Hacia finales del 1874 se trasladó al colegio de Borgo S. Martino el primer germen de la Planta – Madre de Mornese. Pocos meses después, Don Bosco fue a visitarla. Le acogió la Directora Sor Felicina Mazzarello (hermana de la Superiora General), la cual, toda tímida, le dice:
« ¡Oh! Don Bosco! ¿Cómo hacemos?»
«¿Que dificultad tienes, mi buena hija?» le responde Don Bosco.
«El Director, continuó Sor Mazzarello, quiere absolutamente que en la comida también a nosotras se nos sirvan dos platos; porque, dice, si no nos alimentamos un poco mas, no duraremos mucho en este colegio, donde hay tanto que hacer. Mientras que en Mornese, en la Casa Madre, en la comida solo tienen uno, están siempre alegres y contentas. Nos diga ¿cómo hacemos? ¿Tenemos que obedecer al director, o seguir la costumbre de la Casa Madre?»
« La cosa es grave de verdad, responde con fingida seriedad Don Bosco; necesito reflexionar antes de dar una respuesta decisiva. El Director, ya sabemos, hay que obedecerlo; – por otra parte la costumbre de Mornese se debe respetar. Y… digo también yo, como haremos?… pero antes de decidir, traedme aquí, si os parece, los dos platos. Se los llevaron al instante, porque era inminente la hora de la comida. Entonces Don Bosco, juntando los dos en un solo plato y presentándoselo a la Directora:
«Aquí tenéis, dijo, y fuera todo escrúpulo; aquí tenéis los dos platos en uno solo a la mismo tiempo, y así ni el director, ni las de Mornese podrán estar descontentas de nosotras».
La sencillez. Muchas personas necesitan fingir ser diversas, aparentar ser mas fuertes de aquello que son. Para aparentar lo que no son.
Las flores sencillamente florecen. Ligeras, silenciosas son lo que son. La persona sencilla como los pájaros del cielo. El canto alguna vez, el silencio frecuentemente, la vida siempre. Don Bosco vivió como respira. Siempre fué él. Nunca doble, ni prepotente, ni complejo. La inteligencia no es complicación. La realidad es complesa, sin duda. No llegaremos fácilmente a describir un árbol, una flor, una estrella, una piedad … Esto no les impide ser sencillamente lo que son. La rosa es sin un por qué, florece porque florece, no se preocupa de sí misma, no desea ser vista…
Las Memorias nos cuentan que en el 1877, en Ancona «don Bosco fue a celebrar hacia las diez a la iglesia del Jesús, dirigida por los Misioneros de la Preciosísima Sangre. Le ayudó a Misa un joven, que en toda su vida olvidó aquel encuentro. Vio entrar en la in sacristía un «curita» bajo, modesto de aspecto y en su comportamiento, desconocido. Pero «en aquel rostro moreno» un no se qué de bondad atrayente, que dejó en él una mezcla de curiosidad y reverencia. Al celebrar después notó que tenía algo especial, que invitaba al recogimiento y al fervor. Terminada la misa, después de la acción de gracias, el sacerdote puso las manos sobre la cabeza y me regaló diez céntimos, quiso saber quién era y que hacía y me dijo buenas palabras. Después de cuarenta y ocho años de distancia aquel joven, que se llamaba Eugenio Marconi y era alumno del Instituto Buen Pastor, tendría después que escribir: «¡Oh la dulzura de aquella voz! El afecto encerrado en aquellas palabras! Yo permanecí conmovido». Descubrí poco después que el « curilla » era don Bosco y fuí siempre amigo devoto por toda la vida.
Existe la complejidad del pensamiento, la sencillez de mirada. Lo contrario de sencillez no es lo complejo, sino lo falso.
Sencillez es desnuda expoliación, pobreza. Sin que exista todo ésto no hay sencillez. Es poseer solo el tesoro de “nada”. Sencillez y libertad, transparencia. Sencillos como el aire, libre como el aire. Como una ventana abierta al gran soplo del mundo, a la infinita y silenciosa presencia de todo.
Donde sopla el Espirito del Evangelio: «Mirad los pájaros que viven en libertad: ni siembran, ni siegan,… y el Padre los alimenta! ¿Y no sois vosotros mas que ellos?» (Mt 6,26).
Las Memorias tranquilamente afirman: «Era evidente que él se abandono del todo en los brazos de la divina Providencia, como un niño en las de su madre» (MB III, 36).
Todo es sencillo para Dios. Todo es divino para los sencillos hasta el trabajo. Y hasta el esfuerzo.
Nunca se le vio un momento ocioso. Hablando de la fatiga y del trabajo y respondiendo a quien le preguntara como podía resistir, decía: – Dios me ha concedido la gracia de que el trabajo y la fatiga en vez de serme de peso, se me transformen en recreo y distracción. En 1885 por la importancia e la multitud de las cartas que exigían una respuesta de su puño, estaba cerrado en su habitación de la mañana hasta la noche por enteras semanas. Fue interrogado: -¿Es posible que no se aburra de estos trabajos, sin salir a tomar un poco de aire saludable? – Vea, respondió: hago esto con el mayor gusto del mundo. No Hay nada que me guste mas que ésto.
Y así respondía en momentos distintos; le compadecían ya fuera por las confesiones interminables, como por las predicaciones, rifas, imprenta, y por otras variadas preocupaciones: – No hay nada que me guste mas que esto. (MB XIV, 212)
La pureza. Hay un amor que aprisiona y es impureza. Y hay un amor que dona o contempla, y es la pureza. El amor puro rd lo contrario del amor propio. Es el resultado de un gran trabajo de purificación por lo que el amor brota liberándose: El cuerpo, el amor es el lugar, el ideal y la llama que consuma todo aquello que no es oro puro. La pureza es amor sin avidez, sin deseos de poseer. Es transparencia total.
La pureza es la cualidad más mágica de la persona. Castidad y celibato son el vehículo, no la calle. La calle es la bienaventuranza de los limpios de corazón.
Tolone, durante el viaje de Don Bosco en Francia en 1881. Después de una conferencia en la iglesia parroquial de Santa Maria, Don Bosco, con un plato de plata en la mano, hizo giro por toda la iglesia pidiendo limosna. Un obrero, cuando Don Bosco le pone el plato, volvió la cara del lado contrario parte levantando despectivamente la espalda… Don Bosco, pasando a otros, le miró amorosamente y le dijo: “¡Dios te bendiga!” -. Entonces el obrero metió la mano en el bolsillo y depositó una moneda en el plato. Don Bosco, mirándoles a la cara le dice: “¡Dio te recompense!”-. El otro, repitió el gesto y ofreció dos monedas. Y Don Bosco:”¡Oh, querido mío, Dios te recompense cada día mas!”. Aquel hombre al oír esto, sacó fuera el portamonedas y le dio un franco. Don Bosco le miró lleno de conmoción y se marchó. Pero aquella persona, casi atraído por la fuerza mágica, lo siguió por la iglesia, le siguió por la sacristía, fue detrás de él por la ciudad e no ceso de estar a sus espaldas hasta que lo vio desaparecer non lo vide (cf. MB XV, 63).
La atención. Hay en la atención una cualidad, una mágica cualidad que integra y da vida. Esta es la atención al estado puro: no consejos o juicios, solo atención, poniendo en espera fastidios, argumentaciones, esperanzas, fantasías. En tal modo la atención se transforma en una cualidad moral, como la justicia o el amor. De hecho pensamos en la atención como en un mecanismo neutral («está atento a no mover la cabeza», «está atento cuando atravieses la calle»).
No nos olvidemos que atención no quiere decir solo «Prestaré atención y evitaré el desastre», sino «Me preocupo por ti», «Te escucho», «Estoy disponible». Prestar atención quiere decir estar despejados. Es, por tanto, ser conscientes de lo que tenemos delante. En este punto está claro que vivir en el presente es una condición necesaria para cualquier tipo de relación. De hecho, estoy distraído si no estoy presente, ¿donde estoy? Y si no estoy allí, ¿quien es el que está en mi lugar? ¿En que fantasma, en que robot he delegado el representarme?
«Observé y vi que muy pocos Sacerdotes y Clérigos se metían entre los muchachos y mas todavía que muy pocos tomaban parte en sus diversiones parte. Los Superiores no eran ya el alma del recreo. La mayor parte de ellos paseaban entre ellos hablando, sin darse cuenta que cosa hacían los alumnos: otros miraban el recreo sin pensar para nada en los jóvenes; otros miraban desde lejos casi en lejanía sin advertir sin advertir faltas; alguno se daba cuenta de ellas pero amenazando y eso raramente».
El chico no llegaba a formarse como deseaba Don Bosco, que había aprendido en el patio, por casualidad, unas semanas antes su nombre, y le admiraba que todavía recordase y supiera su nombre. Se animó y le preguntó: “Don Bosco, ¿cómo ha hecho para acordarse de mi nombre?”
“De mis hijos yo nunca me olvido”, le respondió.
A un muchacho que dejaba el Oratorio por su voluntad, Don Bosco, encontrándoselo, le preguntó:
“¿Que tienes en la mano?”.
“Cinco liras que mi mamá me ha hecho llegar para comprarme el billete del tren”.
“Tu mamá te ha pagado el billete para el viaje del Oratorio a tu casa, y está bien. Ahora toma estas cinco liras. Son para tu billete de vuelta. En cualquier momento que tengas necesidad ¡ven a buscarme!”.
La atención es una forma de cortesía, de gentileza, como la des-atención es el descuido más grande que podemos hacer a los otros. A veces es una violencia implícita, sobretodo si se trata de niños: la negligencia es justamente considerada un abuso cuando llega al umbral de lo insoportable, pero en pequeñas dosis forma parte de la ordinarias ignominias que muchos niños están sometidos a sufrir. La desatención es sufrimiento: es muy difícil crecer y formarse donde la única distracción y disfrute es quizás una televisión plagada de sueños violentos o consumísticos. La atención es calor y afecto, que permite a las potencialidades que se poseen desarrollarse y florecer.
El contacto como intercambio de energía. Poseía una de las cualidades mas raras: la “gracia de la existencia”It loves genuinely and obviously, with a deep-felt interest in the concerns of others. . Una vida que se desborda. Por lo que millares de personas decían: «¡Gracias porque existes!» y «¡Junto a ti me siento otro!».
«Escuchaba a los muchachos con la mayor atención del mundo como si las cosas que le exponían fueran todas muy importantes. De vez en cuando se levantaba, o paseaba con ellos en la habitación. Terminado el coloquio los acompañaba hasta la calle, abría él mismo la puerta, y los despedía diciendo: ̶ ¡Seremos siempre amigos, eh!» (Memorie Biografiche IV, 439).
Es uno que ama de verdad y, obviamente, con un profundo interés por las preocupaciones de los otros. It refuses to hold the failings of others against them. Rechaza tener presentes las faltas de los otros a la hora de juzgarlos. It possesses patience in spite of interruptions, and kindness in spite of offense. Tiene paciencia, no obstante las interrupciones. Its love for life is evident, and its giving is extravagant. Su amor por la vida es evidente, y su darse es continuo y continuamente infunde ánimo. It has, in M. Scott Peck’s words, a “gracefulness of existence.” (2)
Sabe que no existen chicos malos. Si son muchachos que se portan mal es porque se desaniman. Animar en griego se dice paracaleo. Don Bosco era un “paráclito” a tiempo pleno!
Los jóvenes dicen: «¡Indignaos !» Don Bosco dice: «¿Sabéis lo bellos que sois? Sois preciosos, llevais en vosotros cualidades extraordinarias de bondad, podéis dar vida, esperanza, futuro. Ma parahacer ésto debeis tener valor: ¡mantenéos firmes!»
La belleza moral produce efectos significativos ya sea en nosotros mismos como en los demás. When we observe moral beauty, we take it into ourselves. Cuando observamos la belleza moral, nos contagiamos. It becomes part of our lives, and if we have not been in the habit of noticing it, we can feel the change that takes place in us when we do begin noticing it. Se transforma en parte de nuestra vida, y si no tenemos la costumbre de darnos cuenta de ello, estamos en grado de sentir el cambio que se produce en nosotros.
Entrado en la habitación de Don Bosco, expuso el objetivo de su venida y mientras todos se acaloraban, vio que el buen Padre lo miraba en silencio y sonreía. – Por tanto ¿no quieres ir adelante? Le preguntó Don Bosco.
– ¡No, absolutamente no! Yo tengo la cabeza rota y quiero pararme un rato.
– Y ¿que quieres hacer?
– Dejar todo y marcharme a Roccaforte para estudiar un poco mas.
– ¿Dejas entonces a Don Bosco? Precisamente tu?
– Sì, yo.
– Bien, ya que dices que tienes la cabeza rota, yo te acomodo rápido. Toma la mía. – Y diciendo ésto se quitó la berreta de su cabeza y la puso sobre Don Unia; es decir: – ¡Ahora vete donde te mando! Le añadió.
– ¿Hasta el fin del mundo?
– ¡Hasta el fin del mundo!
Miedo, dudas, preocupaciones por volver a Roccaforte se disolvieron rápido bajo aquella mágica berretta. Se marchó sin devolvérsela y la llevó siempre consigo; hoy es preciosa reliquia.
Don Unia fue verdaderamente al fin del mondo. Una vocación extraordinaria lo llevó, con licencia de los Superiores, en el grande leprosario de Agua de Dios en Colombia, donde con el heroísmo de su sacrificio honró a la Congregación y a la Chiesa, contrayendo una enfermedad que lo condujo a la tumba en el 1895; pero su ejemplo, seguido por otros generosos, rebeló a los salesianos otra forma de apostolado, que cada vez se ha desarrollado mas y lleva porta hoy fuerzas y salvación a miles de infelices. El cardinal Rampolla, Secretario de Estado y Protector de la Congregación, elogiándolo dice:“el ejercicio mas sublime de caridad” expresó entonces la pena del Santo Padre León XIII por su luctuosa pérdida (I).
Se puede crecer de varios modos: con la creatividad, por ejemplo; o con la meditación, o con el pensamiento y la reflexión, o abriéndose a la belleza de la naturaleza, mediante el trabajo, dominio del cuerpo y la oración.
Para quién tiene facilidad de contacto, como era evidente en don Bosco, la relación era el instrumento principal de crecimiento, el encuentro con el otro era el campo en el que puede hacerse crecer y mejorar. Porque él tenía la posibilidad de revelar su espiritualidad y en esto encuentro, en esta alquimia, pueden suceder cosas sorprendentes y bellísimas.
Basta observar el efecto que el encuentro con otra persona – cualquier persona – produce en nosotros. Ciertos encuentros nos dejan preocupados, nos aburren. Después nos sentimos cansados y desanimados. Otras veces nos dan energía, nos animan la moral, nos sugieren nuevas ideas. Quien posee el talento del contacto llega a gozar al máximo este fenómeno. Tiene la capacidad de facilitar relaciones química entre sí y la otra persona. Es capaz, hasta en el encuentro mas banal y en apariencia insignificante, hacer surgir el alma. Así era don Bosco.
La alegría. La alegría, un estado de ánimo positivo y feliz, era lo normal en la vida de don Bosco.
Mas que nunca verdadera para él era la expresión: «Mi vocación es otra. Mi vocación es ser feliz con la felicidad de los otros».
Ante el amor no hay ninguno adulto, solo niños, este espíritu infantil que es abandono, no preocuparse demasiado, libertad interior.
«Pasaba de un punto al otro del patio, siempre como hábil jugador, lo que exigía sacrificio y fatiga continua. “ Enamoraba verlo en medio a nosotros, decía uno de estos alumnos, aunque fuera en edad avanzada. Alguno de nosotros estaba sin camiseta, otros la tenían pero con muchos rotos; estos ponían cerca los calzones, otro no tenia sombrero, o el pie se le salía por los zapatos rotos. Estaban descamisados o tal vez descreídos, importunos, caprichosos, y él encontraba sus delicias en estar con estos miserables. Para los mas pequeños, tenía un afecto de madre. Una vez dos muchachos por asuntos de juego se injuriaron y pegaron. D. Bosco rápido se hacia presente junto a ellos invitándolos a dejarlo. Ciegos por la rabia alguna vez no le obedecían y él entonces alzaba la mano como en acto de pegarles; pero enseguida se paraba, cogiéndolos por el brazo los separaba, y enseguida aquellos biriquinos cesaban como por encanto todo altercado ”.
Con frecuencia formaba dos campos opuestos a los jóvenes para la “barrarotta”,y haciéndose él mismo cabeza de una de las partes, animaba el juego que, parte jugadores y parte espectadores, todos los jóvenes se entusiasmaban por aquel partido. De un lado se perseguía la gloria de vencer a D. Bosco, de la otra se hacia fiesta por la seguridad de la victoria.
No en vano desafiaba a todos los jóvenes a ganarle en la carrera, fijaba la meta destinando el premio al vencedor. Y helos alli alineados. D. Bosco solía subirse la sotana hasta las rodillas: – Atentos grita: ¡Uno, dos, tres! – Y una multitud de jóvenes se lanzan pero D. Bosco es siempre el primero en llegar a la meta. La última de estas apuestas tuvo lugar precisamente en 1868 y D. Bosco, no obstante sus piernas inflamadas, corría con tanta rapidez de dejar detrás 800 entre los cuales los había de una agilidad maravillosa. Nosostros presentes, no podiamos creer a nuestros ojos. (MB III,127)
Pero en el espejo roto no hay nada semejante. El placer y la alegría se agrietan y todo el resto tiembla.
«- Cuanta desánimo en este recreo. – Y de ahí deriva la frialdad de tantos en acercarse a los Sacramentos, el descuido de las prácticas de piedad en la Iglesia o en otras partes; el estar de mala gana en un lugar donde la Divina Providencia les colma de todo bien para el cuerpo y para , el alma, para la inteligencia. De ahí deriva el no corresponder de muchos a la vocación; de ahí la ingratitud hacia los Superiores; de ahí secretos y murmuraciones le con los otros con deplorables consecuencias».
Es como decir: «Perdida la alegría, pierdo el placer de vivir y pierdo todo». No hay nada salesiano en esto.
Un día, un hombre se paró en medio de un grupo de muchachos, que jugaban en un patio. El hombre se puso a hacer cabriolas y toda suerte de bufonadas para divertir a los muchacho. La madre de uno observaba desde la ventana. Después de un rato va al patio y se acercó a su hijo.
«Ah! Este es de verdad un santo», le dijo. «Hijo mío vete con él».
El hombre puso una mano sobre la espalda del chico y le preguntó: “ Querido, ¿que cosa quieres hacer?».
«No lo sé», respondió el muchacho. «¿Que quiere que yo haga?».
«Debes decírmelo tu que es lo que te apetece hacer».
«Oh, a mi me apetece jugar».
«Pues entonces, ¿quieres jugar con el Señor?».
El muchacho quedó desconcertado, sin saber qué decir. Entonces el santo añadió: «Si tu quieres jugar con el Señor, harás la cosa mas bonita que se pueda hacer. Todos toman a Dios tan en serio que lo hacen aburrido. Juega con Dios, hijito. Es un compañero de juego incomparable».
Así los Migueles Magone del dosmil pueden encontrar a Dios.
Existe quién se afana en torno a las demostraciones de la existencia de Dios. La mas perfecta demostración de Dios no es difícil.
El niño preguntó a la mamá: «Según tu, ¿Dios existe?».
«Sí».
«¿Como es?».
La mujer acerco el niño hacía sí.
Lo abrazó fuerte y dijo: «Dios es así».
«He entendido».
Así don Bosco predicaba a Dios. Siempre presente y vivo. Dios como compañía, aire respira. Dios como para los peces. Dios como el nido caliente de un corazón que ama. Dios como el perfume de la vida.
Dios es lo que saben los niños, no los adultos.
Un niño observaba encantado las espléndidas vidrieras de una catedral iluminada por el sol.
«Ahora he entendido quién es un santo» dijo de improviso.
«¿Sì? ¿De verdad?» dijo la catequista.
«Es un hombre que deja pasar la luz ».
Y don Bosco era una radiosa vidriera que dejaba pasar la luz de Dios.
Tanto que cerca de don Bosco se hubiera podido rezar: «Danos hoy, Señor, nuestro milagro cotidiano».
Todos los años los jóvenes del Oratorio de S. León en Marsella hacían una acampada en la villa del Sr. Olive, generoso benefactor de los Salesianos. En aquella ocasión el padre y la madre servían a la mesa de los superiores, y sus hijos a los alumnos. En el 1894 la excursión se hizo durante la estancia de Don Bosco en Marsella. Mientras los alumnos se divertían en los jardines, la cocinera corrió afanosa hacia la señora Olive a decirle: “Señora, la cazuelas de la sopa para los chicos pierde y no puedo de ningún modo a remediarlo. ¡Tendrán que estar sin sopa!”. La señora que tenia mucha fe en Don Bosco, tuvo una idea. Mandó llamar a todos los jóvenes y dijo: “Oiga, si quieren sopa, arrodillaros aquí y digamos una oración a Don Bosco para que haga estañar la cazuela “. Obedecieron. La cazuela cesó al instante de perder. Pero Don Bosco, oyendo contar el hecho, rió con gusto, diciendo: “De ahora en adelante llamaremos a Don Bosco protector de los estañadores” (MB XVII, 55-56).
¿Donde han terminado los milagros? Donde están las “infinitas gracias y portentos” de las que habla don Bosco en la carta de Roma? ¿Por qué no sabemos donde se encuentra la llave que abre las puertas cerradas con cerraduras aparentemente imposibles de violar?
Mira por qué te pedimos, oh Señor, de darnos hoy nuestro milagro cotidiano. Es quizás el primer milagro la resurreción de sueños.
7.Magnificat
¿Por qué se habla tanto de nueva evangelización y tan poco de Nuevos Evangelizadores? Porque todos quieren renovar la Pastoral y tan pocos piensan en renovar los pastores?
El sistema preventivo no existe. Existe don Bosco. No lo podéis aprisionar en formulitas casi matemáticas. El sistema de don Bosco no es una teoría, sino una forma de ser.
Un día, salió del corazón de D. Bosco una bellísima y significativa respuesta.
Se desorientaron aquellos señores ante la inesperada respuesta, y mirándose el uno al otro en la cara, le preguntaron: «¿Quiere entonces formar una nueva comunidad religiosa?»
«¿ Y si tuviera este proyecto?» dijo D. Bosco.
«Y a sus religiosas ¿que distintivo les asignará?»
«La virtud!» respondió D. Bosco, no queriendo con mas detalles.
Pero los otros, quedando en bajo la admiración, insistían bromeando por saber que túnica se habrían puesto los nuevos frailes.
«Bien, replicó D. Bosco; quiero que todos vayan en mangas de camisa como los muchachos albañiles».
A este punto risa y admiración acogieron la extraña revelación (MB II, 411).
Todos recuerdan la camisa, pero la verdadera respuesta es la primera: el uniforme de los salesianos es “la virtud”. Se educa con lo que se es, no con lo que se hace. Con el perfume que nos echamos y no con las teorías. Porque los niños aprenden lo que ven y solo lo ven en lo que viven.
«- Ciertamente!» Dice la carta de Roma «Entonces todo era alegría para mi, en los jóvenes un deseo de acercarse a mi por querer hablarme, y un ansia viva por oír mis consejos y ponerlos en práctica. Ahora vemos como las continuas actividades continuas y la falta de salud me lo impiden.
– Bien: pero si usted no puede, ¿por qué sus Salesianos no son sus imitadores? ¿Por qué no insiste, no exige que traten a los como los trataba usted?
– lo digo pero, me quedo sin pulmones pero por desgracia no se sienten capaces de esforzarse y cansarse como entonces ».
Entonces es sencillo. Hoy nos toca a nosotros ser el espejo: ser una persona como don Bosco. Es este el significado de “ser salesianos”.
Un profesor terminó la lección, y luego pronuncio la frase de rito: «¿Tenéis preguntas?».
Un estudiante le preguntó: «Profesor, ¿cuál es el significado de la vida?».
Alguno entre los presentes, que se disponían para salir, se rió. El profesor miró largo rato al estudiante, preguntando con la mirada si era una pregunta seria. Comprendió que lo era.
«Le responderé».
Extrajo el portafolios del bolso de los pantalones, saco un espejo redondo, no mas grande que una moneda. Luego dijo: «Era un niño durante la guerra. Un día, por la calle, vi un espejo hecho pedazos. Guardo el trozo más grande. Aqui está. Comencé a jugar me dejó encantado por la posibilidad de dirigir la luz refleja en las esquinas oscuras donde el sol no brillaba: agujeros profundos… Conservé el pequeño espejo. Hecho un hombre terminé entendiendo que no era solamente el juego de un niño, sino la metáfora de lo que hubiera podido hacer en la vida ».
También nosotros probablemente somos solo un fragmento de aquel espejo de Jesús que era don Bosco. Un erspejo para reconstruir. Con lo que tenemos, pero, podemos mandar la luz – la verdad, la comprensión, el conocimiento, la bondad, la ternura, la alegría – en las oscuridades del corazón de las personas e cambiar alguna cosa en alguno. Quizás otras personas lo verán y harán lo mismo.
«Concluyo: ¿Sabéis que desea de vosotros este pobre viejo que por sus queridos jóvenes ha consumado toda su vida? No otra cosa, que vuelvan los días felices del antiguo oratorio. Los días del amor y la confianza Cristiana entre jóvenes y superiores; los días del Espíritu de condescendencia y de soportarnos, por amor a Jesucristo, los unos a los otros; los días del corazón abierto con toda sencillez y candor, los días de la alegría auténtica para todos. Tengo necesidad de que me consoléis dándome i la esperanza y la promesa que haréis todo esto que es lo que deseo para vosotros y el bien de vuestras almas. No conocéis lo suficiente la fortuna vuestra de estar en el Oratorio. Delante de Dios os digo: Basta que un joven entre en una casa Salesiana para que la Virgen SS. lo tome enseguida bajo su protección. Pongámonos todos de acuerdo. La caridad de los que gobiernan, la caridad de los que deben obedecer haga reinar entre nosotros el espíritu de S. Francisco de Sales. Oh mis queridos hijos, se acerca el tiempo en el que deberé separarme de vosotros para ir a la eternidad».
«A este punto», escribe el secretario, «don Bosco suspendió el dictar; sus ojos se llenaron de lagrimas, no por desagrado, sino por ternura que transparentaba su rostro y el sonido de su voz ».
Hasta el último sueño quiero vivir con mis jóvenes: «¡Quiero morir con mis jóvenes!».
Cerró lentamente los ojos como fascinado por un pensamiento profundo, que retuvo la respiración.
Grita: «Madre! Madre!» Dos veces, porque son dos allí juntas esperándole.
Grita como un niño. Un niño que finalmente vuelve a casa. Cogido por la mano del compañero de sus juegos de toda la vida.
Dos cosas para terminar.
El reloj del campanario de san Francisco es una poesía para un film.
Últimos días de la vida terrena de don Bosco. Don Lemoyne narra una cosa muy especial. El reloj en el campanario de la Iglesia interna de S. Francisco se paró hasta el 1865 y la lanza estuvieron quietas varios años en las cuatro y veinte. Don Lemoyne tomo nota de la hora. Varios años después las esferas se movieron, porque los jóvenes externos, subiendo al campanario, las hicieron girar para divertirse. Don Lemoyne con aquella idea marcó la mañana de la muerte de Don Bosco fue a observar el reloj. Con grande estupor vio que después de tanto moverlas las agujas habian vuelto a las cuatro y veinte.
El reloj del campanario de San Francesco no existe ya. Me gustaría tanto que lo volvieran a poner para señalar la hora actual.
La poesía es la del film L’attimo fuggente.
Oh capitán mi capitán.
Nuestro tremendo viaje ha terminado,
la nave ha superado todo obstáculo, el premio se ha conquistado,
cerca del puerto, oigo las campanas, todo el pueblo exulta,
ojos que siguen el hecho, la nave intrépida para;
Oh Capitán! Mi capitan! Resuenan las campanas
R esurjo –para ti se hiza la bandera tocan las trombas,
por ti cintas de flores y guirnaldas – por ti costas pobladas,
te invoca la masa odeante, a te vuelven el rostro;
he aqui Capitan Oh amado padre!
Bruno Ferrero, SDB