Para muchos, Dios no existe. Algunos creen que Dios ha muerto. Otros consideran a Dios como un venerable anciano, bondadoso y con barba blanca. Ahora el Papa Francisco nos sorprende con la novedosa expresión de que "Dios es joven".
Quizás es un poco sensacionalista poner esta frase como título de un libro que contiene otras numerosas afirmaciones de Francisco sobre la generación joven: su centralidad y protagonismo en la historia, sus potencialidades, pero también sus tentaciones y riesgos; su marginación social y la importancia del diálogo entre las nuevas generaciones y los ancianos, etc. Pero esta afirmación sobre la juventud de Dios es sin duda lo más original de esta entrevista.
Francisco parte del texto del libro de Apocalipsis 21,5 donde se dice que Aquel que se sienta en el trono, convierte en nuevas todas las cosas. A partir de aquí, afirma Francisco:
"Así pues, Dios es aquel que lo renueva todo. ¡Dios es joven! Dios es el Eterno que no tiene tiempo, pero que es capaz de renovar, de rejuvenecerse continuamente y de rejuvenecerlo todo (...) Es joven porque "hace nuevas todas las cosas" y le gustan las novedades, porque asombra y le gusta asombrarse, porque sabe soñar y desea nuestros sueños, porque es fuerte y entusiasta".
Esta afirmación de Francisco sorprenderá. Pero afirmar que Dios es joven es retomar de modo novedoso atributos tradicionales de Dios: creador, vivificador, el que ha sido, es y será, el que hace pasar del no-ser a la existencia y resucita los muertos, el que con el Espíritu de Jesús rejuvenece la Iglesia y la lleva, junto con toda la humanidad, a su plenitud definitiva.
Todo esto tiene consecuencias: ver a la juventud como imagen de Dios y que los jóvenes-como les pidió Francisco en Chile- ayuden a que la Iglesia "no sea la santa abuela Iglesia".
Ante una sociedad en muchos sentidos decadente y envejecida, ante una Iglesia en muchos lugares parecida más a un geriátrico que a una comunidad viva y misionera que sale a la calle, ante la gerontocracia de muchos dirigentes eclesiales y unas comunidades con pocos jóvenes, y frente también a la tentación de convertirnos en profetas de calamidades al ver esta realidad, el grito de Francisco de que Dios es joven, es una señal de vida y de esperanza.
Es formular, con otras palabras, el mensaje de Pascua: Jesús ha resucitado y su Espíritu ha descendido sobre toda la creación. ¿Seremos capaces los adultos y ancianos de transmitir, sobre todo a las generaciones jóvenes, que el mayor acontecimiento de nuestro tiempo no es que Dios ha muerto sino que Dios es joven?