Comprometidos en la necesidad de convocar[1]
Material elaborado a partir de diversas fuentes de la Revista Misión Joven
En nuestros ambientes pastorales el tema vocacional se vive con preocupación, inquietud e insatisfacción… Aunque también con un poco de indiferencia. El gran esfuerzo pastoral que desarrollamos no siempre se traduce en frutos de vida cristiana plena, en vocaciones (a la vida matrimonial, a la vida apostólica, a la vida sacerdotal o religiosa…). Parece que hoy no es fácil vivir en clave vocacional.
Muchos se preguntan si la pastoral juvenil está fallando; otros sugieren que el problema somos los propios evangelizadores y comunidades evangelizadoras; y casi en todos los lugares se constata la dificultad para elaborar y proponer caminos vocacionales habituales.
Toda la actividad de la pastoral juvenil es vocacional.
Este es un tema bastante conversado y, de algún modo, ya resuelto en teoría. La dimensión vocacional no es para la pastoral juvenil una opción entre otras posibles sino que es un aspecto esencial. La pastoral juvenil parte, en su núcleo central, de una antropología, es decir, una imagen de lo que es la persona humana.
Nos entendemos en un esquema de llama-respuesta, de gracia y responsabilidad. Dios nos llama y nosotros, en nuestra libertad, respondemos. Es el diálogo de la creación, es el diálogo de la llamada a la vida, es el diálogo de la vocación. En este sentido podemos decir que la principal vocación del hombre es ser hijo de Dios.
Cuando ayudamos a alguien en su proceso vocacional (mucho más que orientarlo en una profesión), lo que estamos haciendo es ayudarle a descubrir la verdad de su ser personal, es posibilitar un diálogo único entre Dios y él mismo, un diálogo al que sólo él está convocado.
Un ambiente propicio: una cultura vocacional.
La pregunta vocacional no surge de la nada. Se necesitan unas condiciones, un clima familiar, espiritual y apostólico que posibilite la pregunta: “Señor, qué quieres de mí”. A esto llamamos cultura vocacional. Es un sustrato, un suelo, rico en valores que hace posible y atrayente el camino vocacional. La cultura actual tiene sus “sustratos” que, en muchos casos, han logrado construir un modelo de persona muy distante al que anhelamos. Si se puede esto, ¿por qué no podemos crear un sustrato positivo?
En definitiva una cultura vocacional apunta a un modo de concebir la vida como don gratuito y servicio de futuro, fruto de:
– Valorar a la persona por encima de lo que hace;
– favorecer su acogida incondicional;
– primar el protagonismo y la responsabilidad de los jóvenes acompañándoles en su proceso personal;
– ofrecer momentos y espacios de silencio, oración y encuentro con uno mismo y con Dios;
– promover y dinamizar proyectos solidarios y de servicio a la comunidad;
– implicar a todos los niveles de la Comunidad Educativa para que se cuestionen lo que Dios les pide y se comprometan con lo que proponen.
Proponer, acoger y acompañar la vocación.
Para que las propuestas vocacionales avancen se necesita que el joven se haya iniciado en la experiencia de la fe, que quiera ponerse en un camino de búsqueda de la propia identidad y pertenencia.
La mayoría de las vocaciones (siempre entendidas en el sentido más amplio) necesitan la mediación de la Iglesia. Las mediaciones son algunas acciones o funciones que colaboran con la acción divina: acogida y discernimiento, propuesta y orientación, iniciación a la misión y elaboración del proyecto de vida, acompañamiento.
Importancia de los educadores.
Estas mediaciones necesitan la presencia de educadores adultos que han recorrido un camino en la fe y pueden orientar al joven a su encuentro personal con Jesucristo.
Algunas cosas que los educadores podemos (¡DEBEMOS!) hacer son: promover procesos de conocimiento personal, educar en la superación de la frustración, educar en la interioridad, educar en la madurez afectiva y sexual, ayudar a ver la riqueza de la donación…
Don Bosco y las vocaciones
El Señor llama sin forzar el llamado
Don Bosco era consciente que el Señor llama son forzar el llamado. Éste permanece siempre libre para responder a la llamada o para rechazarla. Don Bosco en el libro de oración destinado a sus jóvenes indicaba que Dios ha destinado a cada uno a una condición de vida y le ha dado las gracias necesarias para llevarla a cabo. Por lo tanto en la época y en la mentalidad de Don Bosco estaba claro que cada persona se sentía en la obligación de responder a “su” llamada. Cada uno tenía que empeñarse en conseguir descubrir ese proyecto, ese sueño que el Señor tenía para él. De esta elección dependía el futuro de cada persona concreta.
Don Bosco, desde los inicios de la Congregación, seguirá estos principios. Por lo tanto, encontrar el camino que Dios tiene para cada uno es una exigencia fundamental de la pedagogía y de la misión pastoral de Don Bosco. Encontrando el camino de cada uno, se encontrará la “propia realización personal”, la máxima felicidad, llegando así a la salvación.
Si éste es el planteamiento que Don Bosco tenía sobre las vocaciones, ese será el modo con que se lo plantee a sus muchachos y desde ahí será desde donde se puedan entender todos sus mensajes y sus intervenciones educativo-evangelizadoras.
Otro aspecto a tener en cuenta en esta mentalidad del siglo XIX, y que Don Bosco hace suya, es que la llamada a la vida religiosa es una llamada a una “vida de perfección”. Era vista como un don especial del Señor al que había que responder con generosidad y perseverancia. Esto que Don Bosco vivía en sus años de formación, lo inculcará también a sus muchachos.
Las mediaciones de la Experiencia de Dios
Si hacemos un rápido repaso a lo que fue la vida de Don Bosco, sobre todo a su camino vocacional y a su trabajo por las vocaciones, nos daremos cuenta de algunas claves que pueden iluminar nuestro trabajo pastoral cotidiano.
Don Bosco, desde muy pequeño, tiene una experiencia de Dios que le va a marcar toda su vida. Tiene a su lado una persona, su madre, que la va introduciendo con la sabiduría de las mujeres sencillas en la vida de fe. Una vida en la que Dios está siempre presente, en los momentos buenos y en los dolorosos.
Gran importancia tienen los sacerdotes con los que Don Bosco entrará desde muy pequeño en contacto. Descubrirá en ellos un estilo de vida a seguir, un estilo de vida que le atrae. Es un estilo de vida que ya intuye para él desde el sueño de los nueve años, siendo más o menos consciente de ello. Pero desde muy pronto se da cuenta de que quiere hacerlo con un estilo concreto, desde la cercanía y el afecto. Si son importantes los sacerdotes, también van a ser muy importantes las amistades que Don Bosco cultiva en el seminario de Chieri, como Luis Comollo.
Dejarse orientar
En el camino vocacional de Don Bosco, como en otros caminos, no será todo flores. Las dudas y las dificultades estarán presentes en su proceso de maduración y decisión vocacional. Los sueños, y podríamos decir que las pesadillas, atormentaron a Juan Bosco que, a pesar de las dificultades económicas, optará por el camino del seminario.
Después de sus años de estudio le vuelven las dudas, las dificultades. Se pregunta una y otra vez cual será su misión, en dónde llevar a cabo su tarea pastoral. Una vez más su vida está marcada por la indecisión, por la incertidumbre, la preocupación por responder con acierto a lo que el Señor le pide y no a sus propios intereses. Una vez más tendrá que dejarse orientar. Don Cafasso (un santo sacerdote tan solo tres años mayor de Don Bosco), diestro guía y director espiritual, será en más de una ocasión el que iluminará el camino incierto y sombrío en que se encuentra Don Bosco.
Ya sacerdote comienza su trabajo pastoral y su preocupación por las vocaciones será constante. Don Bosco ayudará a descubrir y cultivar las vocaciones para el seguimiento del Señor. El cuidado de las vocaciones sacerdotales y la vocación a la vida consagrada se traducen en las obras salesianas, siguiendo la tradición de Don Bosco, en el proponer una buena dirección espiritual y crear espacios en los que las semillas de vocación existentes puedan germinar.
Don Bosco, hijo de su tiempo y convencido de la importancia de construir el reino de Dios y hacer un mundo mejor, va a trabajar sin descanso en favor de las vocaciones con la intención de dar una respuesta concreta a la situación en la que se encuentra. Don Bosco busca apoyo en sacerdotes, primero, y en laicos después para llevar a cabo su obra en favor de los jóvenes.
Ambiente educativo
En el Oratorio de Valdocco se creará un ambiente favorable en el que las vocaciones puedan cultivarse y cada quien pueda responder al proyecto que el Señor tiene para él. Serán siempre muy importantes las “compañías”; recordemos que la mayoría de los primeros salesianos surgieron de estos grupos.
Don Bosco se preocupa desde los primeros años de su trabajo pastoral por el cuidado de las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. No serán pocos los esfuerzos que hará para acoger en el Oratorio a seminaristas de distintas diócesis del norte de Italia, llegando incluso a hacerse cargo de algunos seminarios de Turín
Testamento espiritual
Podríamos acabar este sencillo y rápido recorrido en el que hemos entresacado algunos elementos importantes del trabajo por las vocaciones de Don Bosco, citando unas palabras suyas de su Testamento espiritual: “recordemos que regalamos un tesoro a la Iglesia cuando procuramos una buena vocación religiosa o sacerdotal. Es siempre un gran tesoro que se regala a la Iglesia de Jesucristo”.
Algunas Claves para la animación vocacional en nuestras comunidades.
Después de esta reflexión sobre Don Bosco y las vocaciones, conscientes de no ser exhaustivos, se presentan algunas pistas para la animación vocacional.
Sabemos que los adolescentes y jóvenes de nuestras obras viven en ambientes muy dispares y provienen de familias en las que la educación religiosa ha desaparecido en su mayoría. La animación pastoral de cada casa ha de tantear nuevos caminos de evangelización, procesos ágiles, itinerarios parciales, metodologías para una real iniciación cristiana.
Don Bosco y los ejercicios espirituales
Don Bosco fue capaz de proponer a sus muchachos Ejercicios Espirituales.
Del mismo modo, podemos seguir proponiendo a los jóvenes más receptivos al tema religioso momentos de reflexión, oración y acompañamiento.
Capacidad de adaptación a los jóvenes
Don Bosco fue capaz de adaptarse a cada uno de los chicos con los que se encontraba. No hizo lo mismo con Miguel Rua, que con Domingo Savio o con Miguel Magone. Para cada uno tuvo una frase, un gesto personalizado que marcaría su camino.
También hoy estamos invitados a cuidar los procesos, a hacernos presentes en la vida de cada joven para acompañar lo que cada uno va viviendo, sabiendo que cada uno ha hecho un recorrido en su vida y tiene unas inquietudes y unas necesidades.
La sabiduría del día a día
Don Bosco utilizó, con gran habilidad, los momentos del día a día para orientar e iluminar el camino de los jóvenes. Las buenas noches o las palabras al oído fueron algunos medios utilizados por él.
Siguiendo su estilo podemos aprovechar cualquier momento para dirigir una palabra a un muchacho o muchacha concretos. Estamos invitados a aprovechar todos los momentos en los que tenemos que hablar a los jóvenes para ser especialmente cuidadosos en los mensajes que damos. En estas ocasiones debemos ser propositivos para invitar a comprometerse en experiencias de oración y que exijan entregarse a los demás.
Unir por el bien de la juventud
Don Bosco fue capaz de aprovechar al máximo las “fuerzas vivas” que tenía a su alrededor para trabajar a favor de los jóvenes. Todas las personas que estaban en el Oratorio tenían una función en la educación y en la evangelización de los jóvenes.
Nosotros, siguiendo su estilo, somos conscientes de que la educación y la evangelización son tarea en grupo o en “red”, como decimos en nuestros días. Uno solo no puede. Tenemos que hacer todo lo posible para que en nuestras comunidades educativas, en nuestras escuelas, parroquias, obras sociales, en todos nuestros ambientes esté presente esa conciencia de formar parte de la misma Iglesia de Jesucristo.
Sabiduría de proponer grandes metas
Don Bosco fue capaz de proponer a los jóvenes que veía con mejores aptitudes a que se implicasen y comprometiesen en tareas de animación a favor de los más pequeños, que se comprometiesen en tareas de “voluntariado”, como decimos hoy.
Fieles a su estilo, podemos también proponer a los jóvenes experiencias de servicio, de gratuidad… Desde aquí surgirán personas que quieran entregarse con más radicalidad a los otros.
Don Bosco estudió y trabajó por los jóvenes
Don Bosco estudió para sus muchachos, trabajó por ellos, pateó las calles de Turín pidiendo para ellos, en definitiva, optó por ellos dejando atrás otras opciones más interesantes que se le presentaron en su vida. Fue un testigo “del amor de Dios hacia los jóvenes”.
También nosotros podemos sentirnos invitados a vivir una vida profundamente enraizada en Dios para, desde ahí, ofrecer a los jóvenes tiempo y energías, propuestas y actividades formativas, momentos de celebración y oración, momentos de fiesta y encuentro.
Resistente a las adversidades
Don Bosco no se desesperó, no se desanimó cuando hizo propuestas y los muchachos, incluso los que habían estado más cerca de él, no le siguieron.
Proponer explícitamente a los jóvenes que están más cercanos a nosotros y que viven la espiritualidad juvenil salesiana la opción por la vida religiosa o sacerdotal debe ser un compromiso para todos y cada uno de la comunidad. No nos desanimamos si hay muchos que nos dice que no es su camino. La propuesta siempre tiene que estar ahí. Cada joven es libre para optar por un camino o por otro, pero nosotros tenemos que ofrecer posibilidades, abrir caminos, sugerir itinerarios. Habrá unos que pasen de largo, habrá otros que “decidan quedarse con Don Bosco” y lo harán de muy diversas maneras.
Importancia del estar acompañados
De la vida y la experiencia del mismo Don Bosco descubrimos la importancia que tiene el estar acompañados, el dejarse orientar en la vida, el saber tener personas que en los momentos de duda puedan iluminar el camino de la persona que está en proceso de búsqueda.
Como educadores de los jóvenes tenemos también deber de dejarnos acompañar y aceptar con humildad una persona que nos guíe en el camino de crecimiento humano y espiritual. Este camino redundará en bien de los jóvenes, a quienes también invitaremos a que tengan personas que las orienten y guíen.
Ambiente educativo propicio
Don Bosco supo crear en el Oratorio de Valdocco un ambiente propicio para el cuidado de las vocaciones, un ambiente en el que florecieron grandes santos.
Nosotros, conforme a su estilo, estamos invitados a crear en nuestras obras ambientes en los que la “cultura vocacional” tenga cabida, en los que no suene extraño el poder adoptar por un estado de vida u otro.
Dicho de otro modo, buscamos generar procesos y espacios donde sea posible educar en los valores postmaterialistas; en el conocimiento y posesión de la propia interioridad; en el sentido altruista de la vida; en la disponibilidad y constancia; en la fidelidad que acepta la renuncia y el sacrificio; un ambiente que sea capaz de formar a los jóvenes en una voluntad resuelta, educando al silencio, a la reflexión, en el camino de la oración personal, que pueda conducir al joven a un discernimiento vocacional en medio de sus condicionamientos y fragilidades. Todo esto implica y exige mucho más que preparar un lindo retiro…
Todo lo que hagamos con el objetivo de crear un clima favorable al desarrollo vocacional siempre será poco.
Propositivos para vencer el falso respeto.
Nuestras presencias tienen que ser propositivas y presentar elementos que ayuden a crear la cultura vocacional. Ser indiferentes a este aspecto es desconocer y desconfiar de las posibilidades de los jóvenes y de la gracia divina. No proponer con la excusa de que “no van a responder” es la contracara del estilo salesiano de educar. Claro, previamente hay que hacer un camino que desemboque en claras propuestas vocacionales (en sentido amplio y específico).
Algunas acciones concretas al respecto pueden ser: