En primer lugar presentaremos el modelo de la autorrealización que “parte de un optimismo ilusorio diciendo que el individuo no necesita esfuerzo personal para madurar, sino que con el hecho de ser persona, de vivir, ya llegará solo a la propia perfección”(2). “El primer postulado base del modelo de autorrealización es: “El hombre debe exaltarse y realizarse a sí mismo. Su crecimiento es espontáneo, y siempre tiende a mejorar.
El segundo postulado se enunciaría así: “Los obstáculos para crecer no se encuentran en el hombre, ya que es bueno en sí, sino en la estructura social donde se encuentra” (3). Para este modelo, el valor último es el mismo hombre, “medida de todas las cosas”; aún los valores religiosos son buenos en tanto cuanto le sirven para realizarse a sí mismo. Falta un parámetro externo, objetivo, que de criterio de verdad. Y conduce sutilmente al individualismo; a ver todo en función de los propios intereses. […]. “Como este modelo piensa que el propio individuo es el criterio, conduce inevitablemente a un tipo de moralidad subjetiva, ya que lo bueno y lo malo dependen, para cada persona, de la situación en que se encuentre.
¿Qué es bueno o malo, según esta perspectiva? Bueno es todo aquello que sirve al hombre para autorrealizarse; malo, todo lo que obstaculiza el crecimiento, la autorrealización” (4). Esta concepción antropológica está basada en el presupuesto, “de hecho”, de que el ideal-de-sí-en-la-situación de los individuos no está herido y raramente es vulnerable.
Concluyendo, podemos decir que la noción de hombre que subyace en este modelo es la del individuo que puede autogestirse; que no necesita de los demás para ello, y que sólo pide que no lo estorben en su desarrollo. Él puede crecer por sí mismo. Debe autorrealizarse.
El dolor, la prueba, los problemas, no deben existir, y si llegaran alguna vez a la vida, debe quitarlos inmediatamente pues serían indicios de que no se ha realizado (5). […] Por eso proponemos el modelo de la autotrascendencia, cuyo punto de partida es el dato revelado. Acepta el concepto bíblico del hombre que se explicita en Cristo como la base y el eje de la teoría.
El ser humano es un ser trascendente; es decir, no vive para sus instintos ni para auto-rrealizarse, sino que está hecho para realizar valores. La esencia misma es la trascendencia. Ser humano significa orientarse hacia valores, hacia algo que está más allá del mismo hombre. Persona madura es aquella que sale de sí y quiere realizar algo (6).
La motivación en la autotrascendencia es el don total de sí para el bien, todo el bien del otro; en esta relación con el otro el individuo sale de sí hasta el punto de olvidarse de sí mismo; donde no se busca la realización de sus capacidades o posibilidades particulares; sino que se acoge a la otra persona sin reservas, en su totalidad. Así el hombre se realiza a sí mismo en su libertad de autotrascendencia del amor; pero esta autorrealización es una consecuencia de la autotrascendencia. La antropología cristiana es un personalismo del Tú y del tú, no un personalismo del “yo” (7).