Una de las formas de darle sentido a la vida es cuando la búsqueda encuentra un lugar en los demás, en la sociedad, en la historia, en uno mismo y en Dios. Entremos en detalles:
en cuanto soy importante para alguien. Hay otro que me necesita, tengo la necesidad de ser necesitado, a alguien tiene que importar mi existencia para justificarla, darle sentido.
Es la necesidad de ser útil, percibiéndome así busco dar mi aporte a la sociedad, a los otros.
Mi vida no puede pasar sin dejar huella, ella forma parte de un todo que es la historia y en el sentido de la historia se aloja mi existir. Se trata de ser “valioso”, no necesariamente importante, y esto conlleva justificados sacrificios.
Sólo desde el encuentro consigo mismo, la persona en y desde su interioridad puede construir su unidad, en la coherencia, en una exigencia de reflexiva profundidad; en el sagrario íntimo de su conciencia donde se encuentra a solas con su proceso y su proyecto de vida. Si no soy en primer lugar para mi, no lo soy para los demás.
Para el creyente los lugares anteriores son también lugares de Dios; si se es hombre de fe, Dios es alguien para mí y yo soy alguien para Él. El sentido de la vida y del salto a la vida en plenitud son comprendidos desde esta perspectiva global, que integra en Dios todos los lugares de mi existir.