Seguro que alguna vez te encontraste con esos niños pequeños cuyos rostros emanan serenidad y paz. Sin duda reflejan el ambiente amoroso que han formado sus padres en torno a ellos. Despiertan ternura. No tendrán problemas de autoestima, ciertamente.
Pero, lamentablemente, eso no es lo normal hoy día. La poca autoestima es uno de los problemas principales no solo en los jóvenes, sino en muchas personas entradas en años. En los oratorios, solemos encontrarnos con pequeños llenos de mocos y descuidados, con mucha falta de cariño. Despiertan compasión (de la sana).
También habrás notado que uno de los problemas más sentidos por los jóvenes de hoy es la soledad y la falta de sentido. Somos uno de los países, porcentualmente, con mayor tasa de suicidios entre los jóvenes. Y puedes constatar cómo es necesario sentirse parte de un grupo para sentirse alguien. ¡Cuántos entran en la droga o cualquier vicio porque, si no lo hacen, quedan solos y aislados de sus pares! Les falta la experiencia de ser significativos e importantes por el solo hecho de “ser”, de “existir”, sin necesidad de “hacer algo” para lograrlo.
Es que hemos sido creados para amar y ser amados, y el amor es una de esas realidades que se viven cuando se las experimenta en carne propia. Se aprende por reflejo, podríamos decir. Sea el amor humano, por el contacto con humanos que aman, sea el Amor Divino (llamado Caridad), por el contacto personal con el mismo Dios o con personas que lo portan. Hablo del Amor en serio, con mayúscula, como el que poéticamente nos describió San Pablo (1ª Cor 13, 1 ss). Educar a este Amor -no al identificado con lo sexual- es la gran urgencia de hoy: es necesario vivirlo para transmitirlo.
Lo expresaba San Agustín en su famosa frase: “Nos has creado para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Nuestro corazón fue creado para amar y solo encontrará Paz cuando descubra esa fuente. ¡Lo más increíble es que existe! Está dentro de ti.
Se requieren maestros en esta arte un poco olvidada, pero cuya nostalgia nos llama permanentemente.
¡Deseo que puedas experimentar cómo el Amor de Jesús puede llenar esa hambre y saciar esa sed de infinito!
Si ya lo experimentas, no dejes de compartirlo.
¿Sientes deseos de tener un encuentro personal con Jesús, hacer experiencia de su Amor?
En esto se juega todo el cristianismo y su esencia. No puedes vivir como discípulo-misionero de Jesús si no te has encontrado personalmente con Él. De otro modo, el cristianismo se convierte en un código ético y unas normas a seguir, pero no es ya la respuesta personal a un llamado del mismísimo Dios.
Te invito a leer en los Evangelios dos encuentros con Jesús, en que ambos personajes lo buscan y Jesús los mira, manifestando su amor. Uno solo, Zaqueo, se deja amar y lo sigue (Lucas, 19, 1–10). El otro, el joven rico, experimenta el amor pero da media vuelta y se marcha, porque no está dispuesto a cambiar (Marcos 10, 17 22).
Te puede ayudar para centrarte en la mirada de Jesús y su significado el canto “Dame tus ojos”
Jesús te sigue mirando con amor y llamándote a seguirlo. ¿Cuál está siendo tu respuesta: la de Zaqueo o la del joven rico?
Nuestro encuentro con Dios, normalmente, es estimulado por alguien que nos lo presenta con su misma vida. Del mismo modo, nuestro desencuentro con Dios suele ocurrir por malos testimonios de cristianos.
Don Bosco atribuye, sobre todo, a la figura de su madre y a su acción educadora, el mérito de haber enraizado en él el sentido de Dios y una visión de fe de la realidad y de la historia. Margarita lo formó en el ejercicio de la presencia de Dios, lo encaminó a la oración e infundió en él los principios de la vida cristiana, asegurándole así una sementera abundante de sólidas virtudes. Fue la suya una determinante aportación para la futura misión de educador y pastor. Margarita enseña a los hijos el sentido de Dios y los introduce en la oración difusa y contemplativa.
“Dios estaba en lo alto de todos nuestros pensamientos y por lo tanto estaba siempre en nuestros labios... Dios te ve: era el gran lema con el que les recordaba cómo estaban siempre bajo la mirada de aquel gran Dios, que un día los habría de juzgar. Si les permitía ir a divertirse en los prados cercanos, los despedía diciendo: Recuerden que Dios los ve. Si, a veces, los encontraba pensativos y temía que albergasen en su interior algún rencorcillo, les susurraba de repente a su oído: Recuerden que Dios los ve y ve también sus pensamientos más ocultos...No era la mirada de un Dios riguroso y castigador, sino la de un Padre que vela por sus hijos siempre.
Con los espectáculos de la naturaleza reavivaba igualmente, en ellos, de continuo, el recuerdo de su Creador. Al pasear en una noche estrellada, les mostraba el cielo y les decía: Es Dios el que ha creado el mundo y ha puesto allá arriba tantas estrellas. Si tan bello es el firmamento, ¿qué será el paraíso? Al llegar la bella estación, delante de una extensa campiña, o de un prado esmaltado de flores, ante un bello amanecer o un inusitado ocaso, exclamaba: ¡Cuántas cosas bellas ha hecho el Señor para nosotros?”.
El mismo método usará Don Bosco.
¿Qué personas han sido o son significativas en tu camino de encuentro con Jesús? ¿Eres tú significativo para alguien?
¿No desearías experimentar la misma mirada que Jesús dirigió a Zaqueo y al joven rico, la misma que Margarita enseñó a Juanito Bosco?
Habiendo sido así iniciado por su madre, a los catorce años encuentra otra persona significativa que le ayudará a comprender y gustar lo que significa la vida espiritual. El encuentro con Don Calosso es considerado por Don Bosco como determinante para su propia historia espiritual. En él halló al “amigo fiel del alma”, al padre espiritual que lo introdujo en los dinamismos de la vida interior.
- “Me puse en seguida en sus manos... me di a conocer a él tal como era... Así me podía guiar con más conocimiento de la realidad en lo espiritual y en lo temporal”. Sigue contando Don Bosco: “De este modo, comencé a gustar la vida espiritual, ya que hasta entonces obraba más bien materialmente y como las máquinas, que hacen las cosas sin saber por qué”.
Iniciar en el gusto de la vida espiritual es Iluminar la mente, hacer tomar conciencia, liberar de los condicionamientos e introducir en el flujo de la vida espiritual con sus procesos de deseo, de determinación, de purificación y de tensión de amor hacia la unión con Dios.
La guía espiritual de Don Calosso marcó la que después sería la praxis educativa del santo con sus jóvenes: la corrección de penitencias no apropiadas y la lucha frontal contra el pecado; la invitación a frecuentar los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación; el enseñar a orar, a hacer la meditación y la lectura espiritual. Con estos medios y nuestra libertad, la Gracia de Dios, que es el núcleo de la vida espiritual, conducirá al joven a aquel estado de Alegría y Servicio en el que consiste la santidad salesiana.
Ya lo decía el mismo Don Bosco: “Si quieres ser bueno, cuida las barras con las que te juntas”. Por esta razón, ya desde niño Juanito reunía a sus compaisanos para hacerles relatos, entretenerlos e inspirarles buenos propósitos e ideas. Por ello mismo creó, cuando joven, el grupo “La sociedad de la alegría”, con el fin de ayudarse a crecer como cristianos. Comprendió, desde la experiencia de su familia como Iglesia doméstica, que sin comunidad no hay vida espiritual que pueda crecer. La fe llama a vivir con y para el otro, en comunión de hermanos.
Por esta misma razón existencial y enraizada en la naturaleza humana, es que Jesús formó una comunidad de discípulos. Por ello, fundó la Iglesia, comunidad de los hijos de Dios. La pertenencia a una comunidad es tan necesaria como el agua para vivir. En la medida que la comunidad esté unida al manantial, se mantendrá fresca. De lo contrario, se estanca y envenena a sus miembros.
Ninguno de nosotros se ha acercado a Dios sino a través de la mediación de la comunidad: una persona concreta, un grupo de apostolado, una comunidad educativa o parroquial, una familia…
La Eucaristía es el sacramento que te mantiene unido a Jesús y a su comunidad, la Iglesia. Si vas a ella a encontrarte solamente con el Señor, estarás vaciándola del envío que Él te hace a vivir en comunidad, con el riesgo de crearte un Jesús a tu medida, en una relación demasiado intimista.
Créeme: si quieres avivar tu vida espiritual es esencial que te dirijas a las fuentes de la Gracia, que son los sacramentos, y que ores incesantemente, a la vez que vivas tu fe en una comunidad pequeña, que forma parte, a la vez, de otra más vasta.
“Yo lo miro y Él me mira”, decía el pobre campesino que permanecía cada día una hora frente al Sagrario de la Iglesia de su pueblo.
Teresa de Jesús, maestra en el arte de orar, nos enseña:
Imagina que ves a Jesús situado delante de ti... Está mirándote... Observa cómo te mira...
¡Eso es todo! Teresa lo expresa con una breve fórmula: “Mira que te mira amorosa y humildemente”.
Por eso Teresa de Jesús nos dice que orar es “estar mucho tiempo a solas con Jesús para hablar de amor”.
¿Quieres verdaderamente ser cristiano?
Créeme: sin, al menos, media hora diaria de encuentro personal con Jesús en la oración, difícilmente los seas efectivamente. Adherirás a su vida y sus valores, lo admirarás y querrás imitarlo, pero el sarmiento que eres, sin permanecer unido a la Vid difícilmente dará su fruto original.
Hay muchas formas de rezar. Don Bosco invitaba a sus muchachos a rezar tres Ave Marías al acostarse y les garantizaba que la Virgen los asistiría en el momento de la muerte.
María es tu Maestra en el camino del amor a Jesús, pues Ella misma lo experimentó. María es tu Madre, porque no solo dio la humanidad a Jesús, sino que, su misión ahora es que la vida de Gracia de su Hijo se desarrolle en ti. María es Auxilio en las luchas de tu vida pues, habiéndolas pasado y superado ella misma, ahora intercede junto a su Hijo para que te fortalezca en tu camino y llegues a un alto grado de vida cristiana: la santidad.