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Lo que no necesito

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Es conocida la frase del sabio griego Demóstenes que paseando por un suntuoso mercado persa espetó a sus peripatéticos acompañantes:
– ¡Cuántas cosas que no necesito!
   Y se largó. Asegura san Agustín que pobre no es el que tiene menos, sino el que necesita infinitamente más para ser feliz. Porque la mayoría de las veces vivimos deseando poseer cosas que, bajo los efectos de nuestros idealizados deseos, creemos que nos ayudarán a sentirnos mejor. Y eso dura lo que dura, y no tiene fin, ya que en esta sociedad, las necesidades artificiales están a la orden del día. Nos las generan o nos las generamos y una vez cubiertas, vuelven a surgir de mil maneras diferentes.

Es conocida la frase del sabio griego Demóstenes que paseando por un suntuoso mercado persa espetó a sus peripatéticos acompañantes:
– ¡Cuántas cosas que no necesito!
   Y se largó.

Asegura san Agustín que pobre no es el que tiene menos, sino el que necesita infinitamente más para ser feliz. Porque la mayoría de las veces vivimos deseando poseer cosas que, bajo los efectos de nuestros idealizados deseos, creemos que nos ayudarán a sentirnos mejor. Y eso dura lo que dura, y no tiene fin, ya que en esta sociedad, las necesidades artificiales están a la orden del día. Nos las generan o nos las generamos y una vez cubiertas, vuelven a surgir de mil maneras diferentes.

Y así funcionan la mayoría de los mortales sin apenas darse cuenta, haciéndose partícipes de este círculo vicioso que nos convierte en marionetas orquestadas por el consumismo atroz que nos invade día a día.

Si nos paramos a reflexionar sobre las cosas que tenemos, sobre las cosas que ansiamos, y sobre las cosas que realmente necesitamos, nos daremos cuenta que para ser felices no necesitamos demasiado. Porque la cantidad de cosas que disponemos o podemos llegar a poseer no está directamente relacionada con el nivel de satisfacción de las personas. Y si en algún caso sucede, se esfuma en el momento de proceder a la adquisición, ya que deja de ser un deseo para convertirse en una realidad y, automáticamente, ese halo propio de lo inalcanzable o no poseído desaparece.

Concretando: ¿qué más nos da tener un coche, más o menos grande, si el que tenemos nos lleva a donde queremos? ¿qué problema hay en vivir en una casa de 60 m2 si en ella está la persona que queremos? ¿qué valor tiene ser el responsable de una empresa si luego no tenemos tiempo para estar con los nuestros?

Se puede ser feliz con poco e infeliz con mucho. Porque, aunque esta frase esté muy manida… el dinero no hace la felicidad. Y porque vale más la pena valorar lo que tienes, por poco que sea, y tener tiempo para vivir, que pasarte la vida intentado llegar a ser algo mejor y “morir” en el intento.

Dicen que un hombre es rico por las cosas de las que sabe prescindir, de ahí que nos empobrece todo lo que no necesitamos.

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