Don Bosco, como una ropa totalmente gastada
partiste de esta vida
y entregaste a tus hijos
el timón de tu obra.
Tus hijos, a caballo de tus hombros de gigante
oteando el universo juvenil del mundo
se subieron a la barca de tu sueño
y llegaron a todos los continentes,
penetraron en la agresiva selva del cemento
en la virgen cultura de los nativos indígenas
y a nuestra árida tierra uruguaya.
Tus hijos, como tú, Padre Bosco,
sentimos la urgencia de llegar a los excluídos
que viven en los cantegriles y los barrios pobres
multiplicando obras y presencias
juntos salesianos, jóvenes y laicos:
la hermosa familia salesiana
que brotó de tu creativa mente.
Nos mueve tu corazón de pastor inquieto e incansable,
que al estilo de Jesús se dejaba conmover por la multitud
que andaba como ovejas sin pastor.
Danos un ardor incansable,
el entusiasmo y la fuerza interior de Don Bosco
para trabajar denodadamente, como él, por el Reino,
seguros que la fecundidad de nuestra entrega
y el triunfo definitivo final
brota generoso de tus bondadosas manos de Padre.