Una fotografía puede decirnos mucho. Puede captar emociones, alegrías, momentos para recordar, paisajes, en fin. Son capaces de recordarnos grandes situaciones o también profundas tristezas. Pero, pensemos: ¿cómo se vería una fotografía sobre uno mismo, una que muestre nuestra vida resumida en una sola imagen? ¿Quedaríamos contentos contemplando esa imagen?
Reconocer que cuando las cosas no andan bien, no es bueno quedarse en los errores, sino que debemos aprender y salir de esa situación, ver quiénes somos, y elevar la mirada.
Comenzamos mirando el siguiente video
¿Qué sentimientos nos despierta?
¿Cómo me miro yo a mi mismo?
¿Cómo miro yo a las personas?
¿Qué características tiene mi mirada?
Compartimos en pequeños grupos
El video presentado, nos va introduciendo en el corazón de cada uno de los que aparece en escena.
Cuatro personas que contemplan una fotografía de sí mismos, donde aparecen condenados por un crimen. Ese crimen, es su pecado personal más fuerte. Los rostros lo dicen todo: amargura, tristeza, desolación, desesperanza, frustración.
Sin embargo, aparece una niña que pide tomar una foto a los protagonistas. El coro de la canción de fondo, “you make beautifull things out of the dust, out of us” (Tú haces cosas hermosas del polvo, de nosotros), va tomando más fuerza. Y la niña entrega una nueva foto a los cuatro.
La emoción aumenta al ver el impacto que tiene en cada uno, la mirada a esta fotografía. Algo nuevo empieza a brillar en sus ojos. Un gesto esperanzador se va esbozando en sus rostros. La foto nueva, no resulta nada nuevo a pesar de todo. Son ellos. Pero vistos desde otra óptica. Vistos desde una mirada muy diferente: la mirada de Dios. Es decir, en esa foto, son quienes son en verdad.
De esta manera, se aborda una realidad que es muy importante cuestionarnos en estos tiempos: la mirada que tenemos frente a nosotros mismos. La cultura de hoy en día, nos acostumbra muchas veces a dos cosas: a no mirar mi interior y distraerme solo con lo superficial; o a mirar mi interior desde una perspectiva absolutamente negativa.
Sin embargo. Una y otra vez, Dios no se cansa de recordarnos quiénes somos en verdad: hijos suyos. Y esta realidad, es la que nos permite vivir como aparecen los personajes en la fotografía que les da la niña: llenos de alegría, esperanzados, firmes ante las dificultades, levantándonos frente a nuestros errores, haciendo actos concretos para cambiar lo que no está bien en nosotros. Estamos creados para vivir así. Somos de barro: hechos de polvo, pero unidos al Agua fresca de Dios que nos permite vivir agradecidos de lo que somos.
Dios “hace cosas hermosas” (como dice la canción del video): un paisaje, un momento hermoso, un acto de amor, nuestra propia vida. No nos dejemos engañar. No somos nuestro pecado, no somos nuestras caídas. Somos hijos amados de Dios. Y como dijo el Papa Francisco en una de sus homilías: “Cuando llegamos, Él está. Cuando lo buscamos, Él nos ha buscado antes. Él siempre está adelante nuestro, nos espera para recibirnos en su corazón, en su amor. Y estas dos cosas pueden ayudarnos a comprender este misterio de amor de Dios con nosotros”. Vivir con estas realidades presentes, nos ayudan a vivir felices, alegres y esperanzados.
En grupos de a 3:
Mìrame y ten misericordia de mí,
porque estoy solo y afligido.Las angustias de mi corazón se han aumentado;
sácame de mis congojas.Mira mis penas y mi trabajo
y perdona mis pecados.
Salmo 25, 16-18
Entonces Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo:
- Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.
Marcos 10, 21
¿Qué necesito aprender e incorporar de la mirada de Dios, para conmigo y para con lo demás?