Quizás se abusa de la palabra "amor" y, sin embargo, es aquello que puede salvar nuestra vida o, si se es negado, destruirla. Amar y ser amado sigue siendo lo que da sentido a una vida o quita su significado, su orientación. ¿Cómo conocemos el amor? Lo conocemos incluso antes de que él venga al mundo.
De hecho, cada uno de nosotros es llevado durante nueve meses en el vientre de una mujer, y en esa vida intrauterina, nos dicen las ciencias humanas, poco a poco ella comienza a sentir, no en un nivel racional sino con su ser, si es aceptada o rechazada. Es por eso que es decisivo que cada ser humano sea deseado y amado "por adelantado"... Una vez que dejamos el útero, podemos vivir porque confiamosr en alguien que nos ama y nos cuida, normalmente la madre, el padre, los miembros de la familia. Nuestra capacidad de amar dependerá de esta experiencia, porque es a través del amor al que estamos sujetos, el amor "pasivo", que aprendemos a amar. No es un camino fácil, porque está lleno de baches y a veces se contradice en los eventos de la vida, comenzando por los familiares.
Sin embargo, es fundamental para un viaje de verdadera humanización.
Luego llega el momento en que sentimos la necesidad de amar más allá del círculo de la familia. Maravilloso descubrimiento del otro, en muchas formas: relación que nos atrae y nos pide que comencemos la aventura del amor. Aprendemos que para amar, necesitamos conocernos y embarcarnos en una relación en la que caminamos juntos. Luego, el amor se convierte en historia, conduce al milagro de dos personas que confían mutuamente hasta el punto de compartir la vida, haciendo una alianza. Hay una grandeza en la relación de amor que arde como el fuego, pero también puede haber miseria: las historias de amor no son fáciles y requieren no solo compromiso y renovación de sentimientos, sino también paciencia, perseverancia, fidelidad al pacto que apoya el amor.
El amor también puede manifestarse como "amor al prójimo".
Insisto en esta expresión, de ascendencia bíblica, porque la proximidad es decisiva en el amor concreto, es decir, una cercanía que todos deciden: el prójimo es el que elijo acercarme, para encontrarme. Bueno, en un momento en que los medios y las relaciones con los medios dominan, la gran movida contracorriente es acercar al otro, darle nuestra presencia, mirarlo a la cara y luego discernir su necesidad, cuidarlo, y así, el amor se manifiesta como compasión, como sufrir juntos.
A este respecto, una historia de la tradición judía jasídica es ejemplar.
Una tarde, cuando dos amigos estaban juntos en una taberna, cuando el vino hizo sus corazones felices y sinceros, uno le preguntó al otro: "¿Me amas?". Entonces tres veces, siempre obteniendo una respuesta afirmativa. Finalmente le preguntó: "¿Sabes lo que me hace sufrir?" "No", respondió el amigo. Y el primero concluyó: "Si no sabes lo que me hace sufrir, ¿cómo puedes decir que me amas?"