Cuando pensamos en animadores, pensamos rápidamente en quienes desempeñan un liderazgo en un grupo, gente divertida, popular, organizadores de actividades, recreadores de tiempo libre, etc.
Pareciera que para ser animador bastan dotes de ser divertido, líder, comunicativo, organizador, saber muchas dinámicas.
En cambio, si tomamos en cuenta la raíz etimológica de animador, tomamos conciencia que hace referencia a algo bien distinto. Animador viene de "animus", es decir, ofrecer vida, cuidar la calidad de vida.
ANIMAR = DAR ÁNIMO, DAR VIDA
La etimología de la palabra animador contiene una exigencia fundamental: para ser animador hay que dar vida, hacer crecer humanamente, ayudar a ser a otros desde la fe.
Y para poder proponer al grupo un camino de crecimiento personal a la luz de la fe, el animador debe ocuparse de su propio camino de fe, de su proyecto de vida, tener la voluntad de ser fiel a lo que Dios le va pidiendo día a día.
Cuanto más comprometido está el animador con su vida, mas será capaz de ayudar a otros a comprometerse con su proyecto de vida.
Un animador, sobre todo es un creyente, alguien que cree en Jesucristo. No se considera perfecto, acabado, más bien sabe que vive su fe con limitaciones; se siente en camino, en búsqueda y en continua conversión como cualquier cristiano. Recorre su camino dejándose guiar por Jesús, intenta seguir sus huellas como los primeros discípulos.
Caminar por la vida dejando que la fe marque el rumbo no es fácil; a veces hay que nadar contra corriente con la confianza puesta en Dios, teniendo la certeza de que El nos cuida y acompaña en el caminar.
Cuando un joven se decide a ser animador, tiene ciertamente sus propias motivaciones. Todos los motivos que le surgen pueden ser nobles, pero el animador que quiere ser animador salesiano como Madre Mazzarrello y Don Bosco, frente a las preguntas porqué y para qué animar: una única respuesta es la que ocupa el primer lugar que cada niño, joven pueda encontrarse con el amor que Dios les tiene y puedan proyectar sus vidas desde ese amor; todas las otras respuestas que se encuentren suceden a esta primera o bien se desprenden de ella.
Por consiguiente, la animación no se reduce solo a saber dinámicas, ser alegres, sino que implica tener claro el horizonte hacia donde caminar: DIOS.
Por lo tanto, animar exige un concepto creyente de la vida y de la educación, no es cualquier cosa o vivir de cualquier manera. Sino que el animador tiene experiencia de Dios, lo busca, lo desea y eso lo convierte en un testigo de Dios, no puede hablar de él a los demás sólo desde la teoría o desde cosas aprendidas; tiene que haber constatado primero en su vida que Dios actúa. El animador es un creyente que busca sus momentos de intimidad con Dios, de estar a solas, de hablarle, de escucharlo. Sabe cuidar sus momentos de oración, de encuentro.
Por lo tanto, lo que comparte el animador con el grupo es su experiencia de fe, de vida e ilumina desde ahí las situaciones concretas que puedan surgir en el grupo.
Lamentablemente, para muchos animar solo significa jugar, estar juntos, pensar temáticas de interés, ser el alma de la fiesta sin preocuparse demasiado por ayudar a vivir una experiencia de fe.
Educamos y evangelizamos más por lo que somos que por lo que hacemos o decimos. Dice el dicho: “Las palabras mueven, los ejemplos arrastran”. Lo que más cuenta, es nuestro testimonio de vida, nuestro ejemplo, nuestra entrega, nuestro modo de ser y de relacionarnos. Si ven que somos coherentes, nos creerán. Hacer una decidida opción por “ser” animadores, es decir, vivir y actuar como animadores siempre y en todas partes, no sólo cuando estamos al frente de un grupo o actividad, sino en cualquier parte y en todo momento de nuestra vida. Es un estilo de vida, es una vocación.
¿Qué me dice el título de este artículo?
¿Qué cosas nuevas aporta este artículo a mi “ser animador”?
¿Qué ideas de las que ya tenía se vuelven a reafirmar?
¿Qué cosas estoy en desacuerdo?
¿Por qué estás animando?
¿Dónde “te contagiaron”? ¿Quién/es?
¿Qué sentimientos te despierta la animación?
¿Qué sueñas para los gurises que vas a acompañar?
¿Cómo alimentás tu ser animador?
¿En qué aspectos de mi vida siento la invitación a crecer?