Es la primera vez que en la Iglesia se celebra a Monseñor Romero como Santo.
El 14 de octubre de 2018 se decretó que el 24 de marzo como su festividad.
Un 24 de marzo, de 1980 fue cuando el obispo auxiliar de San Salvador, celebrando la eucaristía en la Capilla del Hospital Divina Providencia fue asesinado.
Unos sicarios no lo perdonaron por su homilía del día anterior, en la que llamaba a los militares a “no matar a más salvadoreños”.
Allí, en el altar, su sangre fue derramada por un balazo, certero, en el corazón.
“Yo quisiera hacer un llamamiento muy especial a los hombres del Ejército, y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y, ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la ley de Dios que dice: ‘No matar’. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego… ¡Les ordeno! En nombre de Dios: ¡Cese la represión!”
Mons. Óscar Romero
Esto le costó una cosa, solo una cosa;
¡una bala! ¡un balazo!
certero, justo, medido,
una bala hirviendo que sale de una estrategia fría y calculada,
¡a un pecho ardiente de esperanza y ferviente de paz!
Esa bala traspasó su corazón y ese corazón explotó!
Pero ese corazón que se partía explotaba día a día de amor valiente y celo pastoral.
"Verán al que ellos mismos traspasaron"
Hoy se cumple nuevamente esta profecía.
Vean a Romero en los Altares, aclamado por el pueblo como "San Romero de América".
Un Pastor con pies en la tierra y mirada en el cielo.
Un Pastor con un oído en el pueblo y otro en el Eevangelio.
Un Pastor con olor a oveja.
¡Un obispo que no se refugió en una institución y le puso, literalmente, el pecho a las balas!
Dios de poder y misericordia,
tú que concediste al obispo Oscar Romero
dar su vida, cuando celebraba la Eucaristía,
en un acto supremo de amor a Ti,
concédenos,
te rogamos,
que así como a él le diste la gracia de imitar con su muerte
la pasión de Cristo,
alcancemos nosotros,
siguiendo las huellas de tu mártir,
la vida eterna
San Oscar Arnulfo Romero,
¡Ruega por nosotros y por los Pastores de este pueblo!
Prof. Ricardo G. Borges de Oliveira
Técnico en educación