La fuente principal de felicidad son las otras personas, lo que nos da felicidad son las otras personas; las cosas, los bienes materiales, los éxitos, todo eso es periférico, todo eso es epidérmico. La felicidad está ligada a la visión personal del hombre, a la capacidad de proyección del hombre, a la condición amorosa del hombre, que es capital para que el hombre sea feliz.
Julián Marías
De esta manera explicaba el filósofo español Julián Marías (1914-2005) en una conferencia que la felicidad está necesariamente relacionada a la vida en sociedad y comunitaria, características excluyentes del ser humano.
También reafirma esa idea el Psicólogo e Investigador estadounidense de la Universidad de Harvard, Dan Gilbert. En una entrevista con El País de Madrid en 2016 dice que “hay unas pocas cosas que se pueden hacer y, si se hacen todos los días religiosamente, el promedio de felicidad irá subiendo”. “Por ejemplo, pasa más tiempo con la familia y los amigos. Es un consejo aburrido, pero es cierto. Somos el animal más social del planeta, se mida como se mida, así que no sorprende que la mayor parte de nuestra felicidad proceda de las relaciones sociales”.
La necesidad fundamental del hombre es ser amado y amar, dice el Rector Mayor de los salesianos, Ángel Fernández Artime, en su mensaje para 2019 “Para que mi alegría esté en vosotros” (Jn15, 11): La santidad también para ti.
Y por eso invita a todos los que intentan vivir la espiritualidad que impulsó Don Bosco a buscar la santidad que “es la perfección de la caridad”. “Cuanto más santo, más humano porque ´no es que la vida tenga una misión, sino que es misión´, dice citando Gaudete et Exsultate, la tercera Exhortación Apostólica del Papa Francisco, del 19 de marzo de 2018.
“La santidad no es un ‘plus’ facultativo ni un objetivo solo para algunos. Es la vida plena, según el proyecto y el don de Dios. Por tanto, es un camino de humanización. La verdadera vida espiritual es el florecimiento de lo humano”
Rector Mayor
El Padre Juan Algorta sdb explica qué implica ser más humanos: “Una persona es más humana cuando reconoce en todos los demás su humanidad y los trata como tales”.
Asegura que tratar al otro con humanidad implica “respetar a su persona y a su dignidad, poner en práctica la actitud de escucha para que pueda expresar lo que siente, y que podemos compartir el sentimiento de esa persona y poder contribuir a su crecimiento”. “Ser más humanos implica el respeto sagrado a la dignidad de cada persona”, resume.
Por el contrario, estar deshumanizado “es ignorar la dignidad de la persona humana que está frente a mí, es crear exclusión entre las personas, ningunear a alguien por el hecho de que sea diferente a mí”, dice Algorta.
Otra forma de deshumanización es la violencia pero el sacerdote explica que esa violencia muchas veces tiene su raíz en la exclusión de esa persona de sus derechos. “Si esa persona es ninguneada y no tiene sentido para vivir, va a atacar a los demás. Humanización es el respeto a todos y de manera particular a quienes más vulnerables son”, afirma.
Algorta afirma que la dignidad humana, que está en cada persona, va acompañada de derechos fundamentales para su propia realización, y también de deberes “para que sea una convivencia realmente humana”. La felicidad de unos no puede edificarse sobre la desdicha y la explotación de otros. Si una persona pasa hambre, si debe trabajar 16 horas para ganar apenas lo que le permite sobrevivir, si la preocupación nunca la abandona, encontrar la felicidad se le hará cuesta arriba.
Al mismo tiempo, en los más vulnerables se ven ejemplos de humanización “maravillosos”. El sacerdote recuerda cuando estaba en el Movimiento Tacurú, el caso de una familia numerosa y que vivía en la absoluta pobreza que “fue capaz de recoger a los niños que habían quedado huérfanos a razón de un accidente. Esta familia vulnerable que vivía en la pobreza fue la que inmediatamente se solidarizó con esa situación y recibió a los niños en su casa hasta que la comunidad nacional solucionara el problema. Estas muestras de solidaridad no las vemos en todos lados”.
También advierte de la tentación de deshumanizar a los más cercanos: la pareja, la familia, los compañeros de trabajo. “Justamente por tenerlo más cerca y ser más próximo muchas veces se siente la tentación de no considerarlo persona, de utilizarlo, de manipularlo, lo que va en contra al proyecto humanizador de Dios, que Jesús lo manifestó dando su vida por todos nosotros”.
El filósofo Marías plantea a la felicidad como un asunto personal que afecta a cada persona.
“Cada persona es feliz de manera más profunda o más superficial. Quizá la felicidad no se puede buscar directamente sino que resulta cuando uno busca las cosas que realmente le interesan y en la medida en que lo consigue se encuentra feliz, pero esos proyectos tienen que ser auténticos, que emerjan del fondo de la persona, de lo que uno quiere ser”.
Juián Marías
Unido a la felicidad entonces está la libertad que le permite al hombre ser artífice de su destino. “La vida humana es mía, es circunstancial, es libre, partiendo de lo que es vida humana podemos imaginarla en circunstancias distintas. Yo sé quién soy, pero para saber quiénes somos es menester que nos forjemos nuestra aventura, para que la vida sea humana verdad y libertad son inseparables. Sin libertad el hombre no puede vivir su vida humana”, explica Marías.
A su vez asegura que en el hombre hay una capacidad de renacimiento, de reflotar. Es la única creatura capaz de pasar por circunstancias tremendas como guerra, pobreza, campo de concentración, pero “puede encontrar en la desgracia una brizna de gracia”.
Víctor Frankl, el neurólogo y psiquiatra austríaco que sobrevivió desde 1942 hasta 1945 a varios campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau, descubrió el sentido de la vida basado en tres factores: tener un proyecto, alguien a quien amar, y una visión redentora del sufrimiento. Por eso, a pesar de las adversidades en las que vivió, se mantuvo dedicado a trabajar en el manuscrito que había comenzado a escribir antes de entrar a su primer campo de concentración. También estaba convencido de que su familia lo estaría esperando, lo que lo ayudó a mantenerse vivo.
Con tiempo y reflexión, Frankl vio un propósito en su dolor: un conocimiento que le dio luz a sus experiencias y lo ayudó a sobrevivir lo peor del Holocausto cuando muchos otros no sobrevivieron.
Algorta señala que “contribuye a ser más humano cultivar nuestra relación con la persona de Jesús”. “Quizá no se practica la religión pero se tiene en cuenta el Evangelio de Jesús que es humanizador y se tiene en cuenta a la persona que en todo momento fue sencilla y se preocupó por las personas que estaban más cerca, al Dios de Jesús que nos quiere más humanos y más felices”, sostiene.
Si uno es más humano logra ser más feliz. En la medida en que uno piensa en los demás y actúa en función de los demás va a encontrar más sentido en su vida y va a ser más feliz
P. Juan Algorta sdb
Tratar a Jesús e imitar su humanidad implica, como lo expresa el Rector Mayor, buscar parecerse a Él, lo que implica buscar la santidad que no es una cosa imposible sino “una cosa cercana, real, concreta, posible. De hecho, es la vocación fundamental”.
“Ser santos no es difícil, de hecho es fácil y Dios nos espera en el cielo después de nuestro camino de santidad”, dice, y agrega que para lograrlo es necesario buscar la felicidad. “Lo dicho hasta ahora no implica un espíritu apocado, tristón, agriado, melancólico, o un bajo perfil sin energía. El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor”, asegura citando al Papa Francisco en Gaudete et Exsultate y a Don Bosco: “Aquí hacemos consistir la santidad en estar muy alegres”.
Artículo del Boletín Salesiano de Uruguay de diciembre de 2018.
Puede leerse en: Boletín Salesiano Diciembre
Algunas de las fotografías son parte del artículo y otras cedidas por Sofía Cayota.