La imagen del Salvador es para muchos cristianos la imagen más cercana de Jesús. Él nos ha salvado. Es la afirmación central de nuestra fe. Se rompen las cadenas. Lo que nos oprime se desliga. Deseamos ser liberados de nuestros dolores y nuestras penas.
Muchos, en relación con la salvación, piensan en primer lugar en la liberación de sus culpas. Para ellos, Jesús es ante todo aquel que los libera de sus pecados. Pero en la Biblia, la salvación tiene un significado más amplio. Jesús nos salva dando vida divina a nuestra vida mortal, dando un sentido a nuestra vida.
Muchos son los modelos de salvación presentes en la Biblia, entre ellos los de Mateo y Lucas.
Sólo en el evangelio de Mateo dice Jesús en la Última Cena que su sangre "se derrama por todos para el perdón de los pecados" (Mt 26,28). Para Mateo, Jesús es sobre todo el que nos salva de nuestra culpa. ¿Cómo hay que entender que Jesús derrama su sangre para el perdón de nuestros pecados? ¿No hay aquí una imagen de un Dios cruel que necesita el sacrificio de su Hijo para perdonamos? Seguro que Mateo no quería decir esto. La sangre de Jesús es el símbolo de su amor. Jesús es fiel a su amor por nosotros hasta la cruz, hasta la muerte.
Jesús no buscó la muerte. Él anunciaba a un Dios misericordioso. Pero Jesús advierte pronto que los mecanismos del poder de la política de su tiempo se quieren apoderar de él. Los saduceos se sienten amenazados en sus intereses económicos. Los romanos ven en él a un revolucionario. Así, Jesús se convierte en víctima de los poderosos que no quieren verse privados de su poder. Jesús no reacciona con amargura ante el comportamiento culpable de los que lo quieren matar. No deja que la maldad de los hombres le arrebate el amor. Jesús pudo haber huido. Sin embargo, mantuvo su adhesión absoluta al Dios misericordioso que perdona. En la cruz, Jesús perdona a sus asesinos.
Cuando he caído realmente en una culpa, me siento inaceptable. Me siento excluido de la comunidad humana. En mi inconsciente se forman bloqueos que me privan de creer en el perdón de Dios. Sin embargo, cuando miro la cruz y veo clavada en ella el amor de Jesús, mantenido hasta para sus asesinos, entonces se deshacen estos bloqueos inconscientes; entonces puedo, no sólo con la razón sino también de corazón, creer que Dios me perdona, que no hay nada en mí que no pueda ser transformado por el amor misericordioso de Dios.
La cruz no produce el perdón de nuestra culpa, sino que lo hace visible. La cruz nos transmite el amor misericordioso de Dios. En la actualidad muchas personas sufren debido a sentimientos de culpabilidad. Se destruyen interiormente con sus sentimientos de culpa porque han fracasado en su matrimonio, o porque se sienten culpables de la muerte de su madre. Los terapeutas ven en sus consultas cómo en cada terapia sale en la conversación el tema de la culpa y de la culpabilidad. Entonces es muy bueno dirigir la mirada hacia Jesús en la cruz, que ahí perdona a sus asesinos. Ayuda a abandonar el círculo vicioso de auto acusación y auto excusa y a abandonarse a la fe en el perdón de Dios.
Lucas lo entiende de un modo diferente. La miseria de la que Jesús salva a los hombres es su desgarro interior. Los hombres se han perdido a sí mismos, malogran su vida. En Jesús, Dios visita a los hombres para devolverles el contacto consigo mismos, para enseñarles un camino de vida en plenitud. Jesús los precede en este camino. En Jesús brilla la imagen del hombre auténtico, el hombre justo. Lucas entiende la vida de Jesús como un drama que culmina en la muerte en la cruz. "Toda la gente que había acudido al espectáculo, al ver lo sucedido, va golpeándose el pecho" (Lc 24,48). Quien mira a Jesús, colgado en la cruz, como la imagen de la auténtica humanidad, descubre algo de Dios. La visión de este espectáculo divino lo transforma. "Se golpea el pecho". Entra en contacto consigo mismo. Y vuelve a su casa transformado. Ha comprendido el misterio de la vida y del amor. La salvación consiste, para Lucas, en que Jesús nos envía su Espíritu, para que vayamos al mundo y lo transformemos según su Espíritu. Gracias a Jesús se ha puesto en marcha un movimiento que transforma todo el mundo, y lo penetra cada vez más con la fuerza sanadora y salvadora del amor de Jesús.
Jesús, el salvador, quiere liberar al mundo, con nuestra ayuda, de las cadenas de los poderes injustos. Jesús quiere, a través de nosotros, deshacer los modelos destructores de vida, para que las personas lleguen a sanarse y recobren su integridad. A través de nosotros, Jesús les quiere abrir los ojos para que descubran el sentido de la vida. Liberados del sinsentido, descubrirán el camino que los conduce a la vida auténtica, que lleva a una vida lograda.
¿Cuáles son tus sentimientos de culpabilidad? ¿Cómo reaccionas ante ellos? ¿De qué te quieres liberar, ser salvado?
Lo decisivo no consiste en que creas en la salvación, sino que la salvación que nos viene de Jesús se haga visible en el mundo a través de ti.
¿Tienes experiencia de que, a través de ti, se hayan desatado cadenas, nudos, sogas? ¿De qué manera quisieras ayudar a quienes conoces, para que vivan más libres y más alegres?