El que camina por el desierto sabe que el agua es la imagen de la vida, de la frescura y de la regeneración. Cuando nos lavamos con agua, no nos quitamos solamente la suciedad exterior, por el contrario, intentamos quitar de nosotros todo lo que enturbia y oscurece la imagen primigenia de nuestro ser.
El agua simboliza la fecundidad espiritual. El manantial, con su agua viva, es símbolo de la energía espiritual-anímica inagotable.
Ven no tardes
Ven Espíritu
ven a iluminar
mi corazón no tardes ven.
Un rayo de tu luz envíanos,
socorre a los pobres con tu amor,
tu fuerza nos transforme el corazón,
no tardes ven, no tardes ven.
Consuela al afligido con tu voz,
y vela nuestra casa y quédate,
el llanto de los ojos secarás,
no tardes ven, no tardes ven.
Alegres viviremos si tu estás,
contigo no habrá más soledad,
lo malo de este mundo limpiarás,
no tardes ven, no tardes ven.
Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios.
Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi único pan
de día y de noche,
mientras me preguntan sin cesar:
“¿Dónde está tu Dios?”.
Al recordar el pasado,
me dejo llevar por la nostalgia:
¡cómo iba en medio de la multitud
y la guiaba hacia la Casa de Dios,
entre cantos de alegría y alabanza,
en el júbilo de la fiesta!
¿Por qué te deprimes, alma mía?
¿Por qué te inquietas?
Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias,
a él, que es mi salvador y mi Dios.
De día, el Señor me dará su gracia;
y de noche, cantaré mi alabanza
al Dios de mi vida.
Diré a mi Dios:
“Mi Roca, ¿por qué me has olvidado?
¿Por qué tendré que estar triste,
oprimido por mi enemigo?”.
Mis huesos se quebrantan
por la burla de mis adversarios;
mientras me preguntan sin cesar:
“¿Dónde está tu Dios?”.
¿Por qué te deprimes, alma mía?
¿Por qué te inquietas?
Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias,
a él, que es mi salvador y mi Dios.
Se lee el evangelio y se deja un tiempo de silencio para su meditación
Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía.
Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber». Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: «¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos.
Jesús le respondió:
«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva».
«Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?». Jesús le respondió:
«El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna».
«Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla».
Luego de un tiempo de silencio, se canta la canción "Agua de vida eterna".
Luego se invita a rezar el Padre Nuestro y se da la Bendición final.