Vamos a detenernos en la dinámica que nos presenta el texto de los Caminantes de Emaús y las implicaciones que ésta tiene en la concepción del acompañamiento.
En el texto de los caminantes de Emaús se presenta la pedagogía que asume el Resucitado para hacerse un compañero de camino. En esta propuesta se nos muestra un proceso, de aprendizaje en el cual el acompañante y el acompañado entran en una dinámica de aprender, de construir, que nosotros designamos con la palabra SABER. Desde el texto de los caminantes de Emaús este es el camino del saber acompañar.
“Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.”
Lc. 24, 13-14
Preparar el espacio y el tiempo para encontrarse con el acompañado y escucharlo. El Resucitado ha buscado su lugar en la conversación y en el camino. No ocurre como quien entabla unas relaciones asimétricas sino como aquel compañero de camino "desconocido" e imperceptible. Acercarse y seguir con ellos implica caminar al ritmo del acompañado, no estorbar en el proceso. Saber preparar implica determinar los modos y tiempos oportunos para "llegar" al proceso del acompañado. La prudencia siempre será una actitud a tener en cuenta por el acompañante.
Él les dijo: « ¿Qué comentaban por el camino?».
Lc. 24, 15
Acercarse para escuchar. La propuesta es no atropellar con discursos, atender a la palabra que se expresa para realizar preguntas inteligentes. El resucitado inicia el acompañamiento realizando una pregunta sencilla, "ingenua", pero precisa y eficaz, Las preguntas en el acompañamiento son las herramientas que el acompañante tiene para que cada acompañado logre hacer su interiorización. No es la pregunta como tal sino la calidad de ésta lo que permitirá hacer un proceso de introspección. Para la formulación de las preguntas es necesaria la escucha.
Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!». «¿Qué cosa?», les preguntó. Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron».
Lc. 24, 16-25
Saber dialogar implica encarnar la palabra en la realidad de los compañeros de camino. No presumir de erudición. El acompañante ha de posibilitar que el acompañado exprese su palabra desde su realidad para que el corazón arda y pueda restaurar el rostro de Dios en él y sus hermanos desde procesos de autocomprensión y comunicación. El Resucitado permite que sus compañeros de camino cuenten su historia, la historia personal como cada uno la vive y la siente. No interviene, no interpreta, no opina, no juzga, no aconseja, simplemente escucha. Entiende la historia de sus compañeros de caminó en su globalidad. .
Jesús les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?». Y comenzando por Moisés y continuando con todos los Profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él..
Lc. 24, 25-27
Saber confrontar supone tener lucidez crítica ante el anuncio del Reino frente al anti-reino. Se trata de recontar la misma historia desde aquella clave que no ha sido considerada. El Resucitado abre el abanico de posibilidades y da herramientas para entender la misma historia desde otra perspectiva. Educa los ojos para que sus compañeros puedan ver la mis¬ma situación de otra manera. Lo que es visto por el acompañado como realidad de desesperanza, con la ayuda del acompañante, puede ser visto como "realidad de esperanza".
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.
Lc. 24, 28-30
Cuando se llega a la celebración se recupera la dimensión festiva en la que nos situamos en otro orden de cosas y se aprecian las situaciones difíciles más claras. El Resucitado sabe que la celebración es el espacio" en el cual se entablan las relaciones más-más , donde el acompañado y el acompañante son testigos de la resurrección, de la acción de Dios. Es un momento para compartir, para la acción de gracias, para la oración y la alabanza.
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!».
Lc. 24, 33-35
El otro se hace testigo. El testimonio se manifiesta en que la palabra deja de ser un simple contenido de informaciones, para convertirse en una posibilidad de Vida, en una acción vital donde el mismo es un compañero de caminó que establece unas relaciones más horizontales. El acompañamiento que hace el Resucitado empuja a que cada uno de los compañeros de camino muestren con su vida que verdaderamente el Señor está vivo.
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Lc. 24, 35
"Recuperar la historia, hacerla consciente”. Redacción de los relatos, y recuperación de las narrativas. Entender como la propia historia se hace un relato de Dios, un relato, de salvación en el cual Él mismo actúa.
Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Lc. 24, 30-32
Desaparecer para que el otro pueda surgir y asumir nuevamente su vida. No crear dependencia y establecer relaciones igualitarias, dejar el corazón encendido y resucitado. El acompañamiento que hace el Resucitado no es eterno, tiene un principio y tiene un fin. Si esto no sucede se puede caer en la dependencia y no se estarían permitiendo las relaciones más-más. Por ello la necesidad que el acompañante "desaparezca" para que el acompañado crezca.