En nombre de la palabra evangelizar se pueden justificar muchas actitudes y acciones que no siempre se corresponden con rigor con su sentido esencial. Muchas cosas contribuyen al apostolado pero si no tenemos claro cuál es la finalidad de la evangelización podemos perder de vista lo que nos está pidiendo Dios realmente, lo que Jesús quiso decir cuando nos envió al mundo como sus apóstoles.
Para tener un concepto claro vamos a partir del ofrecido por Monseñor Sebastián, ex Arzobispo de Navarra y Obispo de Tudela, en su libro “Evangelizar”: “Anunciar el Evangelio de Jesús; es decir, anunciar a la gente de manera comprensible y creíble lo que Jesucristo nos comunicó acerca de Dios, de su relación de amor con nosotros, de lo que todo ello tiene que ver con la verdad de nuestra existencia humana, nuestra salvación eterna y la forma correcta y justa de vivir en este mundo. No es fácil supuerar el riesgo de identificar la evangelización con expresiones o aspectos parciales de la misma. Evangelizar es anunciar fielmente el Evangelio recibido, comunicar a los demás lo que Cristo nos dejó dicho acerca del Reino de Dios, ofrecer a las nuevas generaciones lo mismo que nosotros hemos recibido. Hoy existe el peligro real de confundir el Evangelio de Jesucristo con un programa de vida temporal justa y felíz“.
Y la reciente nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización dice con much precisión: “El término evangelización tiene un significado muy rico. En sentido amplio, resume toda la misión de la Iglesia: toda su vida, en efecto, consiste en realizar la traditio evangelii, el anuncio y transmisión del Evangelio, que es «fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rm 1, 16) y que en última instancia se identifica con el mismo Cristo (1 Co 2, 24). Por eso, la evangelización así entendida tiene como destinataria toda la humanidad. En cualquier caso evangelización no significa solamente enseñar una doctrina sino anunciar a Jesucristo con palabras y acciones, o sea, hacerse instrumento de su presencia y actuación en el mundo“.
En un sentido muy simple, sería toda acción encaminada a llevar al otro al encuentro con el Señor.
La cuestión es que muchas veces la evangelización se reduce a la transmisión de una mera ética; de unos valores o de unas virtudes. Incluso, a menudo se observa cómo se dice que determinados valores o virtudes lo santifican a uno. Sin perjuicio de que éstos crean unas mejores condiciones para ser tierra fértil en la que siembre la semilla del espíritu, corremos el riesgo de quedarnos en el plano de lo ético sin dar un paso más y enseñar que el fundamento de ello es Dios mismo a través de Jesucristo y del Espíritu Santo. Es decir, a menudo se transmite la fe como un sistema más que como una Gracia; como un encuentro personal. Entendemos que lo uno puede ser camino de lo otro pero, ya decimos, se corre el riesgo de que el católico se quede en esa zona de confort sin pasar al plano del Misterio. Y ese Misterio que desborda es nada más y nada menos que plantearle al otro la mera posibilidad de relacionarse con un Dios, con Dios mismo.
También se rebaja la evangelización de los católicos cuando se incurre en el proselitismo. Una palabra que en origen no representa ningún problema para la evangelización pues a los evangelizados se les llamaba prosélitos pero que, hoy día merece una aclaración. Proselitismo, en su significado llano y popular, implica que bajo capa de bien, bajo la idea de llevar a otros a Dios, convertimos el medio en fin, de manera que el ámbito de Iglesia que lo promueve no es ya un simple medio más de la Iglesia sino que es el “único” el “mejor” medio; ya no se busca tanto llevar al otro al encuentro de Dios o a ser encontrado por Él, cuanto que el otro pertenezca sin más a un grupo de Iglesia. Para ello se entran en muchas racionalidades y justificaciones como que la pertenencia a dicho grupo garantiza la mejor formación; que como en dicho ámbito se siente a Dios como en ningún sitio…etc. Y cosas así. Perdemos la libertad para evangelizar si nuestro objetivo real es crear pertenencia en lugar de buscar lo mejor para el evangelizado. Es un comportamiento propio de sectas. Y normalmente denota poca madurez y poca comunión eclesial. En un momento donde se pierden fieles con cierta facilidad ésto puede ser una gran tentación.
Por todo esto, evangelizar nunca es hacer proselitismo porque no se le exige al evangelizado la pertenencia a la Iglesia como fin en sí mismo sino que se le propone su ingreso como medio privilegiado para llegar a una unión lo más plena con Dios. La Iglesia vive para ofrecer el mensaje de la Buena Nueva y ofrecer cauces para vivirlo en todas sus posibilidades, y gracias a ello puede crecer, pero no vive para ser ella más grande en número simplemente.
REPENSAR LA EVANGELIZACIÓN
Con estos materiales queremos contribuir a la reflexión sobre nuestra tarea evangelizadora y, especialmente, a la búsqueda de lo esencial de este proceso, para que el Evangelio llegue y arraigue en cada uno de nuestros jóvenes destinatarios.
La primera ola de la evangelización
La primera evangelización de América
Un excelente video para trabajar sobre la vivencia de la propia fe: “Evidence”. Trata sobre Jenny, una joven católica como muchas, que en un futuro no demasiado improbable, se encuentra repentinamente en un juicio donde ha sido acusada de ser católica (se sobreentiende que en este tiempo practicar el catolicismo es considerado un crimen). Titubeante y sin entender del todo la situación, la joven trata de confirmar la acusación y aceptar su fe; sin embargo, su hábil abogado descartará todos los cargos aduciendo, con pruebas contundentes, que Jenny sólo era católica en apariencia, que aunque sus actividades eran católicas, su corazón nunca perteneció a Cristo ni a la Iglesia. El corto termina con la triste absolución de Jenny. “Evidence” es un excelente video que nos invita a reflexionar sobre la coherencia en nuestra vida cristiana y a evaluar la profundidad de la adhesión a nuestra fe.{youtube}94JRnUA0lVs{/youtube}