“A la edad de 10 años, yo hacía todo aquello que era compatible con mi edad y que era una especie de Oratorio festivo”. Juanito no pierde tiempo y por algunos años, en I Becchi, en los prados alrededor de la casa y con los chicos de los caseríos próximos arma un oratorio y él mismo recordando aquellos tiempos, va adquiriendo los elementos fundamentales.
Comenta Teresio Bosco: “Es una característica que permanecerá en su oratorio para siempre: el niño y el joven, serán el libro más leído con más atención por D. Bosco.
En el archivo del oratorio se conservan cuadernos en los que Don Bosco hacía la lista de nombres de sus muchachos y al lado de cada uno escribía reflexiones o consejos: “Comprender las inclinaciones para fomentar las mejores” indicará como uno de los elementos fundamentales de su estilo educativo.”
A los futuros directores, a los misioneros, a Don Rúa poco antes de morir, le repetirá Don Rosco: “Hazte amar si quieres hacerte temer”. La amistad, la familiaridad, el ganar el corazón son la garantía más eficaz de la disciplina. Aún sabiendo donde están los muchachos jugando, frecuentemente suceden problemas. De aquí la importancia del educador, presente, que participa en los juegas y que está más atento a los muchachos que a la pelota, más atento a lo que se dice y a lo que se hace que a los resultados....
Juanito repite a sus amigos lo que había oído en las predicaciones y en el catecismo; de pie sobre un banco, lee o repite cuentos sacados de libros de aventuras; todo esto, lo comenzaba siempre con el rezo de un Ave María.
“Yo les entretenía a todos con algunos juegos que había aprendido de otros... Sobre la cuerda caminaba como si fuera por un camino... Pero antes de todo esto, los invitaba a todos a rezar la tercera parte del rosario,.., repetía todo lo que me acordaba de la explicación del evangelio escuchado por la mañana en la Iglesia... De estas reuniones, estaban excluidos todos aquellos a los que se les había escuchado blasfemar que habían tenido malas convenciones, o habían rechazado participar en las prácticas religiosas.”
- Juanito prepara con cuidado su pequeño espectáculo dominical, esforzándose en los juegos de habilidad, en los chistes y juegos de equilibrio.
- Gasta las pocas monedas que tiene o que gana para ir al mercado o a las ferias donde se exhiben charlatanes y los que se dedicaban a hacer entretenimientos: los observa para entender sus secretos y sus trucos y después los practica en sus casa. Los juegos le cuestan preparación, cansancio y... muchos golpes.
- Quien ama a los jóvenes las estudia todas para atraerlos, divertirlas y hacer que lo pasen bien. La “pasión” por ellos es un motor capaz y potente, capaz de hacer milagros.
- Unir a la diversión la oración, el buen pensamiento; se pasa de lo sagrado a lo profano con la mayor naturalidad, hasta mezclarse en una particular unidad que es él, Juanito, al mismo tiempo animador de juegos, saltimbanqui y catequista.
- A las 10 años hace todo esto no por si mismo, sino para divertir a los compañeros; esto también tiene un precio: exige de parte de los espectadores un esfuerzo y en esto, Juanito es exigente: la alegría no se mezcla con la ofensa al Señor.
- “¡He aquí tu campo donde tienes que trabajar! “. Aquella voz, aquel llamado, lo escucha todos los días y el pensar en sus amigos, se hace cada vez más intenso. Pensando en el futuro sueña siempre en llegara ser sacerdote: “Yo veía muchos buenos sacerdotes, pero no podía tener familiaridad con ninguno de ellos... los saludaba de lejos... y ellos de manera seria y cortés me retribuían el saludo continuando su camino. Muchas veces llorando dije dentro de mí y también a otros: Si fuese sacerdote quisiera ser distinto; me acercaría a los muchachos, y conversaría amablemente con ellos; les darla buenos consejos".
SI hay algo que “rompe” son los animadores que llegan sobre el comienzo de una actividad y no están preparados, como si bastara sólo estar allí para estar a punto. Antes de iniciar un encuentro hay muchas cosas que preparar. Hay que preparar el ambiente; fijarse si está todo el material que hay que repartir; hay que revisar la dinámica que se va a usar y verificar los contenidos; mucho más si no somos profesionales de años.
Hay catequistas jóvenes que preparan el encuentro un cuarto de hora antes y es obvio que, hagan siempre las mismas cosas porque la fantasía pide tiempo y trabajo.
Cuando se sale de paseo con los muchachos no se puede estar todo el tiempo haciendo chistes con dos o tres, mientras todos los detrás hacen todo lo que se les antoja. En un bolsillo tienes que tener un papel con la lista de todos los juegos que vas a utilizar durante el viaje.
No se conocen animadores que no quieran ser queridos, pero se conocen muchos animadores que no se saben hacer respetar. Un gran problema que se presenta en los “Cursos para animadores o para catequistas”, es la disciplina.
El animador no es un amigote, el cómplice de todos los caprichos, de los buenos y de los malos. El animador sabe hacerse respetar; es alguien que sabe llevar adelante también a los que rompen el ambiente porque esta convencido de que hay que hacerlo y se puede salir adelante. Para corregir no basta con estar con las manos atrás, la sonrisa complaciente seguida después de un grito, mala cara y frustraciones interiores.
La relación entre el muchacho y el animador es asimétrica; no está en el mismo plano de quien busca bonachonamente la popularidad fácil entre los muchachos. ¿Cómo hacemos amar para hacemos temer, o mejor, respetar?.
Juanito hacia jugar y luego rezar. Frente a esto me pregunto ¿cuál es mi modelo de animación? Si sólo me contento con ocupar a los muchachos, organizar fiestas y juegos, serviría para hacer de animador en un campamento de vacaciones, mi modelo de animación apunta a lo pasajero; lo que cuenta es divertirse. Y todo finaliza allí.